En esta ocasión os voy a hablar a cerca de unos de esos rincones que no pueden dejar de ser visitados por su espectacularidad y belleza cuando se visita la ciudad de Nápoles.
La Plaza del Plebiscito es uno de esos sitios que vienen reseñados en los mapas como lugar importante. Recuerdo que fui a ver esta plaza tras la visita al Castillo Nuevo, del que se encuentra muy cerca; aunque había estado disfrutando de unas bellas vistas de toda la ciudad desde lo alto del Castillo, debido a que se interponía en el campo visual el Palacio Real, no pude ver a lo lejos cómo era la Plaza.
Tras la visita al Castillo y una vez recorrido el breve camino que los separa, llegamos a la Plaza del Plebiscito y la reacción fue unánime: ¡Qué bonito!
Y es que no es para menos. Es una de las plazas mejor trazadas de Europa y resulta sorprendente la simetría perfecta de sus edificios, que ponen de relieve los cuatro polos del poder: la Iglesia y el reino en el eje mayor y la comandancia militar el gobierno en el eje transversal.
Situadas en el centro de la Plaza encontramos dos estatuas ecuestres de Carlos III y Fernando I. Recuerdo que al observar detenidamente las facciones de la cara de Carlos III (Borbón, como sabéis) comentamos el extraordinario parecido que tenía con D. Juan, el padre de nuestro Rey; sobre todo en la forma de la nariz.
En el sur de la Plaza está el Palacio de Salerno, del siglo XVIII; la norte el Palacio del Gobierno, y al este el Palacio Real. En lo alto de la fachada de este último hay un reloj que nos confundió al mirar la hora; simplemente es que estaba parado, aunque llegó a confundirnos…
Justo en el medio de las dos grandes hileras de columnas en forma de media luna se encuentra la Iglesia de San Francisco di Paola. La visita al interior de este templo es también ineludible.
A pesar de la aparente sobriedad que podría aparentar esta Plaza del Plebiscito, en contraposición con otras estampas de barrios más populares de Nápoles, hasta aquí es posible percibir ese espíritu callejero que se palpa en cada calle de la ciudad. Numerosos paseantes iban y venían por la plaza e incluso unos niños jugaban un partido de fútbol aprovechando como portería la base de la estatua de Carlos III; para la otra, habían colocado convenientemente sendas cazadoras de las se habían despojado.
No quiero dejar de mencionar que, junto a esta Plaza, se encuentra uno de esos cafés tradicionales que podemos encontrar en cada ciudad. Los napolitanos hacen de la toma de esta bebida todo un rito y el Café Gambrinus es uno de los locales más afamados de esta ciudad.
Nápoles y sus rincones son simplemente inolvidables.
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