Playa de Las Canteras

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Esta playa es, para los que vivimos cerca de ella, mucho más que una simple extensión de arena y mar. Desde La zona de La Puntilla hasta el Auditorio se abren al visitante 3.800 metros de paz y sosiego, en contraste con el bullicio de las calles que la circundan tierra adentro y que van anunciando -desde la costa- el frenético ritmo de una ciudad cada vez más cosmopolita, que da la bienvenida a todo el mundo.

Las Canteras, considerada como la primera playa europea con certificado de calidad AENOR se despierta muy temprano con las sandalias de quienes se disponen a recorrer cada uno de sus tramos, bien atraídos por los habituales 20 ºC – 24 ºC que marcan los relojes a pie de avenida, o bien llamados por el espíritu deportivo, decididos a batir su propio record personal.

A las horas en que yo me levanto y me dispongo a ir al trabajo, veo todo tipo de gente ir y venir por ese paseo que para mí es como el jardín salino de mi propia casa. Desde que vivo a la orilla de la playa, disfruto más si cabe, de un tesoro del que no sólo los lugareños presumimos cada vez que tenemos ocasión. Levantarse y sentir el rumor de las olas con la energía de la mañana es todo un placer, placer que se convierte en serenidad cuando esas olas cantan al atardecer o bien entrada la noche.

Los alisios, que regalan a toda Canarias su brisa cálida, refrescan el ambiente y hacen más que apetecible el baño. La «barra», como comúnmente la llamamos por aquí, permite además a los más pequeños chapotear y nadar con tranquilidad, debido a que esta formación rocosa de origen volcánico ofrece una protección natural a la práctica totalidad de la playa, a excepción de zonas donde el desgaste y la erosión la han hecho desaparecer completamente.

El litoral de Las Canteras no es rectilíneo, se antoja más bien sinuoso y caprichoso. Así, en la zona conocida como «Playa Chica», los extremos de ésta quedan estrechados formando una especie de mini-playa muy acogedora donde familias enteras despliegan sus herramientas de ocio y disfrute. Es habitual ver a toda una prole sentada alrededor de una mesa pidiendo de comer y al abuelo pegado a la radio mientras el resto de la familia trata de colocar la sombrilla o armar la silla con apoyabrazos de lujo que es lo más parecido a un sillón de sala de estar. Éstas son las anécdotas que hacen recordar que el tiempo tampoco ha pasado tan deprisa y que el canario tiene un carácter bastante marcado y peculiar… Otras zonas muy «familiares» son la zona de La Puntilla, donde las barcas montadas sobre sus estructuras sirven de improvisada protección contra el sol y donde se encuentran quizá algunos de los restaurantes de pescado y «chiringuitos» más antiguos de la playa.

Al resto de las áreas de la playa se las llama por un nombre particular (la Peña La Vieja, en honor a un peñón cerca de la orilla, La Cícer…territorio de surferos, etc.) o por los establecimientos de la zona (el Meliá, el Reina Isabel, el Chino Rojo…)

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Más allá de La Puntilla, se encuentra El Confital, hasta hace muy poco poblado de chabolas con una vista privilegiada de toda la playa y unas olas -según los expertos- excepcionales. Ahora, los políticos de turno están dándole vueltas a la cabeza para ver qué futuro le asignan a la bahía del Confital (El Confi); un parque marítimo….una urbanización…quién sabe, teniendo en cuenta los antecedentes habidos. Tras el Confital, se encuentra la Isleta y sus formaciones volcánicas, de gran valor natural y paisajístico. La desventaja (o no) es que estos volcanes pertenecen a los militares, con lo cual se requiere un permiso especial -que no siempre conceden- para perderse entre volcanes y vistas preciosas.

La Isleta forma un itsmo con el resto de la zona noreste de la isla. Antiguamente, este itsmo no era tan estrecho y se podía acceder perfectamente a través de la arena. Quienes viven junto a la playa o se han criado en ella, sienten un apego especial, una especie de unión visceral que llevan dentro…un cordón umbilical que jamás se romperá. Por muchas playas de calidad que existan en Gran Canaria, que las hay, Las Canteras sigue destacando por ser una playa con personalidad propia y una variedad de «rostros» que sorprende a propios y extraños.

La arena varía de un tramo a otro, tanto en extensión como en color y en composición. La zona con más cantidad de arena rubia es la del Hotel Reina Isabel, clínica San José, Meliá o Puntilla, mientras que conforme nos vamos acercando al auditorio, además de arena negra, nos podemos tropezar con multitud de piedras que jalonan casi toda la zona.

La Barra constituye en sí misma una parte de la playa con vida propia, donde las curiosidades se suceden una tras otra. Por ejemplo, en el «ascensor» la gente se tira, sin miedo, a mar abierto aprovechando el momento en que la corriente hace bajar el nivel del mar hasta tal punto que La Barra parece un acantilado pronunciado. Cuando la marea sube, los bañistas aprovechan para subir de nuevo. Hay que verlo…y si se tiene suficiente valor, vivirlo en carne propia.

Aunque la época dorada de Las Canteras fue en los 60, con el boom del turismo nórdico e inglés, la playa sigue siendo un lugar de visita obligada para todo aquel que busca conocer una ciudad con tanto que ofrecer como Las Palmas de Gran Canaria.

Cada día y cada noche, los efectivos de limpieza la dejan como los palmitos del oro, reluciente y preparada para la siguiente jornada. Incluso en épocas críticas, como El entierro de la Sardina (en Carnaval) o la noche de San Juan, tras los fuegos, hogueras y juergas en la arena, al día siguiente no queda ni rastro de lo vivido la madrugada anterior.

Los servicios con que cuenta son amplios y variados, desde hoteles en primera, segunda línea o relativamente cercanos (AC, Meliá, Reina Isabel, Imperial Playa, Astoria, etc…), a bares y restaurante de todo tipo (especialmente recomendables los de pescadito fresco para probar las delicias de la tierra), pasando por tiendas de souvenirs o kioskos de bebidas y golosinas.

Hay duchas y zonas para lavarse los pies a lo largo de la avenida, así como tablones de madera para evitar pisar la arena caliente en las horas en que el sol aprieta. Sin embargo, los balnearios, que en otro tiempo funcionaban perfectamente, ahora están cerrados y mucho me temo que seguirán estándolo por un tiempo.

La vigilancia está asegurada gracias a la labor de la Cruz Roja, que desde las alturas y con sus prismáticos aseguran que todo marcha sin ningún problema. Además, la policía local , mediante megafonía, advierte de cualquier incidencia o peligro, como la pérdida de algún menor, las mareas del Pino (en septiembre coincidiendo con las fiestas de la vírgen), o la presencia de aguavivas… recientemente ha habido una pequeña invasión, pero esta vez las aguavivas no eran «locales» sino de fuera… de Africa según creo.

En más de una ocasión me he bañado con alguna al lado, sin darme cuenta, consecuencias de la miopía de caballo que sufro en silencio (sobre todo cuando mis amigos me cambian de sitio las toallas). Afortunadamente, no me picado ninguna, pero llegado el caso, supongo que recurriría a lo más rápido y efectivo…una «meadita» de alguien cercano para aliviar el dolor… Bueno, ¡mejor no tentar a la suerte!

Deportes -menos peligrosos- como el piragüismo, el surf, la natación (debido a la escasez de olas) o el buceo se practican a diario. Cuando sopla el viento, los cometistas echan a volar sus artilugios ofreciendo verdaderos espectáculos al paseante. Hay en las islas verdaderos malabaristas del aire con apenas 6 años…

Las épocas más apetitosas para disfrutar de este vergel urbano, tanto por la ausencia de gente como por el clima son quizá septiembre, octubre, noviembre, diciembre, marzo, abril, mayo y principios de junio. En los meses de pleno verano, la playa se convierte en un hervidero, y no digamos lo difícil que resulta encontrar aparcamiento, tarea ya de por sí complicada.

El servicio público no obstante, no funciona mal, y las líneas de guaguas municipales (la 1, la 2, etc.) dejan muy cerca. La zona comercial de Mesa y López está a diez minutos (o incluso menos) caminando. El auditorio está espectacular cuando anochece y merece la pena perderse por los recovecos que conducen hasta «Los Muellitos». Actualmente se están mejorando y adaptando servicios en esta zona.

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Quizá pronto, el paseo de Las Canteras llegue hasta el final del Confital y entonces la playa crecerá aún más. Ya hay viviendas de lujo en primera línea y la avenida abre la vista a hermosos acantilados que dan ya a mar abierto, no apto para el baño.

Por último, comentar que los usuarios habituales de la playa suelen variar de un área a otra, y también oscilan según el horario: caminantes, bañistas diurnos, bañistas nocturnos, deportistas, paseantes con sus mascotas, visitantes locales, extranjeros, ancianos con muletas o bastón, más ancianos aún con taca-taca, niños… a todos, sin excepción, les pertenece este pequeño refugio de arena, rocas y mar… y a su vez, ellos también forman parte imprescindible de la vida y las anécdotas de Las Canteras

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