Para los habitantes de Milán el Duomo es su símbolo y su referente cumbre de la ciudad, pero para los visitantes es mucho más que eso; y es que no es muy frecuente encontrar habitualmente una Catedral donde se pueda pasear por su tejado y mucho menos encontrar un tejado como este.
Para mí, el Duomo ha sido un descubrimiento total desde el tejado, y es que por muchas catedrales que haya visto, a esta en concreto no le falta ningún detalle.
La primera visión, da igual que la hayas visto en fotos, es espectacular. Con sus paredes blancas y coronado por cerca de 800 estatuas, que también adornan las paredes. Estatuas de santos, apóstoles, profetas mayores y profetas menores. Y por encima de todas ellas la «madonnina», estatua dorada de la Virgen, que desde abajo no parece gran cosa pero que tiene 14 metros de altura.
Lo primero dar un paseo rodeando toda la catedral para hacerse una idea de su conjunto. A diferencia de otras catedrales que tienen casas adosadas a la misma, aquí puedes ver todo su perímetro sin que te estorbe ningún edificio ni le rompa la perspectiva. Eso sí, siempre encontrarás algún tramo con andamios, pues se habla de la Opera de Il Duomo, la obra de la Catedral, pues está permanentemente rehabilitándose y cuidándose.
Contenido de la Guía
Dónde está
Se encuentra situado prácticamente en el centro de la ciudad y está perfectamente comunicado por metro. Hay una parada de metro que lleva su nombre y tiene varias bocas de metro a ambos lados de la catedral.
El Duomo está abierto hasta las 19.00h más o menos. A la entrada unos policías te harán abrir cualquier bolso que lleves. Yo llevaba una especie de mochila, y un neceser dentro con los útiles habituales que te llevas cuando vas de viaje al extranjero, y me hicieron abrir ambos. La entrada es completamente gratuita, excepto si deseas subir al pasaje superior. Un conocido, italiano de origen, me recomendó que subiera, que es una gozada.
Un poco de historia
El Duomo es el edificio gótico florido más importante de toda Italia y una de las catedrales más admiradas de toda Europa. Fue construido a lo largo de varios siglos, exactamente las obras duraron 500 años, por empeño de pueblo milanés que contribuyó a su financiación, participaron en ella, multitud de artistas, tanto extranjeros como italianos.
En la parte de la fachada, que es lo que mas me gusta, participó en una primera etapa Carlos Buzzi y 150 años después la finalizó Carlos Amati.
Comienza la obra en 1386, al hundirse la basílica de Santa María Maggiore, pero hasta el 1616 no se comienza el diseño de la fachada que se paraliza a la muerte de Carlos Buzzi y no se vuelve a continuar hasta el 1804 impulsada, curiosamente, por Napoleón, y en 1887 Carlos Amati la finaliza.
A mí me llama especialmente la atención, la cantidad de agujas y pináculos y todos los elementos decorativos, algunos de ellos añadidos en el siglo XIX.
Aunque el interior no es lo mejor, resumiendo os diré que tiene planta de cruz latina, con cinco naves y linterna en el crucero, donde se levanta una aguja de 108 m. sobre la que se encuentra la «Madonnina» imagen dorada, muy venerada en la ciudad. También hay que destacar sus vidrieras, y por supuesto sus 3000 figuras.
Colabora en su belleza, la utilización en la construcción, de mármol blanco con toques rosados y vetas azules que aún engrandecen más, esta gran obra de arte
Exterior de la Catedral de Milán
Y del exterior, pues qué decir, creo que es la joya de la Catedral en sí, la posibilidad de pasear por su tejado, y alucinar con las esculturas que allí mismo se encuentran colocadas, y es que es realmente sorprendente el trabajo que tiene esta Catedral, un sinfín de arcos que salen a ambos lados de la fachada, entrelazándose con picos decorados con motivos vegetales y formas geométricas; y que contribuyen a una fachada especialmente cuidada con figuras humanas y gárgolas extendidas por todas partes.
Por fuera, todo está minuciosamente cuidado, todos los detalles. Cualquier rinconcito de la fachada es aprovechado para colocar una estatua o efigie religiosa. Increíble. Podrías pasarte horas y horas admirando su belleza. Por momento te recuerda la belleza de una gruta llena de estalactitas (o estalagmitas, nunca sé cuales son las que cuelgan del techo o las que surgen del suelo). Increíble.
La fachada principal, la que da a la plaza en cuyo centro se encuentra una magnífica estatua de un hombre a caballo, tiene tres puertas. ¿Habéis oido hablar de la puerta del Baptisterio? Seguro que os suena del colegio, de cuando estudiabais Historia (o Arte). Bueno, pues seguro que estas tres puertas nada tienen que envidiar a la del Baptisterio, os lo aseguro. Son increíblemente altas y decoradas al milímetro… Se ven ennegrecidas, por el paso del tiempo, seguro, pero en un origen debían de ser doradas, a razón de algunas de las figuras esculpidas en ella, que se ve que la gente las frota para que le traigan suerte o por pura rutina.
Merece la pena además, hacer una parada en su tejado, sentándonos en cualquier esquina que nos guste del tejado y simplemente descansar y observar a la famosa «Madonnina» en el pico más alto de la Catedral, patrona de Milán, dorada y perfecta.
Interior del Duomo de Milán
Lo primero que tienes que tener en cuenta para la entrada es la ropa que llevas, pues no están permitidos ni los grandes escotes ni los tirantes para las mujeres. ¿Que no vas preparado? No te preocupes, porque la plaza está llena de puestos que entre otras cosas venden pañuelos (deben ser muchos los turistas que van demasiado ligeros de ropa para los celosos guardianes de la puerta, mucho más estrictos que los porteros de las discotecas con los calcetines blancos), con lo que cubriéndote los hombros y/o el pecho con ellos podrás acceder al anterior.
Una vez dentro, caes rendido. No hay mucho, la verdad. Podría ser como cualquier otra gran catedral, con sus cuadros, sus iconos religiosos, sus cristos, sus confesionarios, su altar, sus bancos para la oración… pero es distinto al mismo tiempo. Si elevas tu mirada hacia el techo, te das cuenta que estás dentro, que tus ojos están contemplando cientos de años de trabajo. No sé cuanto tiempo llevó construir tamaña catedral pero seguro mucho, mucho tiempo. Es imponente. Parece mucho más alta de lo que ya parece por fuera. Es colosal.
Cuando penetres, tómate tu tiempo, pues seguramente entrarás como yo un tanto cegado por el sol y la blancura exterior y no te permitirá apreciar la belleza del interior. Es más, la iglesia parece un tanto oscura cuando es todo lo contrario, pues está llena de vidrieras, una de las cosas que más me llamó la atención de su interior. Cada vidriera es distinta de las demás tanto en decoración como en temática, pues casi todas ellas representan escenas religiosas. 47 son las ventanas con vitrales.
Cuando tus ojos se habitúen a la luz, mira también el suelo, en mármol de distintos colores, blanco, rojo y negro, que son constantemente renovados, otra de las maravillas de la Catedral.
En los pasillos laterales de la catedral descansan los restos de importantes figuras religiosas. Así, que me venga ahora a la memoria, os podría citar a Santa Águeda, pero hay más, muchas más tumbas. Detrás del altar se pueden ver los huesos de un esqueleto. No me preguntéis de quién eran los restos, porque no me dio tiempo a fijarme. Eran muchos los detalles a contemplar y muy poco el tiempo con el que contaba.
Colgando de la bóveda, sobre el coro, encerrada en una gran cruz de metal precioso y señalada por una luz roja del sagrario, se encuentra la reliquia de la Catedral: Un clavo de la cruz de Cristo
La visita a su interior es gratuita, y es necesario enseñar el interior de los bolsos y mochilas a la policía situada en las entradas al templo; y para la visita exterior, es decir, la subida al tejado, podemos elegir entre ascensor o escaleras (166 escalones), al precio de 7€ y 5€ respectivamente. Solamente un aviso a este respecto, para adquirir los billetes para el ascensor es necesario acercarse hasta una oficina situada en el edificio anterior al Duomo (cerca del Museo) donde hay que comprar el ticket, y una vez en nuestro poder ya se puede acceder a la puerta de acceso al ascensor en la parte posterior de la catedral.
De un modo u otro, no puedes perderte esa subida, no solo por la vista que tendrás de la ciudad y de la Plaza del Duomo, sino porque podrás ver a tu lado las estatuas que contemplabas desde abajo, las gárgolas y toda la decoración superior del techo de la Catedral.
Algo espectacular que yo no había podido contemplar en ninguna catedral. Desde luego, la sensación que te da caminar al lado de cientos de preciosas estatuas es única y un precioso remate para el final de la visita.
En mi caso hicimos uso del ascensor. Resulta curioso que para subir al tejado del Duomo no registren los bolsos, ya que a mi parecer puede ser mucho más peligroso, pero parece no ser así para los encargados de la seguridad del mismo.
Del interior del Duomo sobre todo destacaría sus vidrieras, que son lo que más puede asombrar por lo bien grabadas que están y lo claros que resultan a la vista los dibujos, así como sus colores alegres y coloristas. También me llamó la atención el suelo, tanto por sus dibujos como por su material, algo a lo que no estamos demasiado acostumbrados aquí.
Mi opinión
La primera impresión es increíble. Nunca jamás había visto nada igual. Conforme vas saliendo de la boca del metro vas viendo su figura colosal, su majestuosidad y su poderío visual. Yo no entiendo mucho de arte (soy de ciencias) ni de estilos arquitectónicos pero es asombroso contemplar el Duomo, allí plantado, en medio de la plaza. En serio, te quedas con la boca abierta.
Por todo ello, Milán bien vale una visita, y más aún su Catedral, que entre todos debemos conservar y tratar con respeto, ya que como bien indican en un cartel situado en la parte trasera de la misma, se trata del símbolo de la ciudad.
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