Mercado Medieval de Balmaseda

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El día 6 de mayo se celebró la última edición del Mercado Medieval de Balmaseda. Y como mis amigas y yo no teníamos nada que hacer, decidimos ir a pasar la mañana. Yo no había ido nunca, así que estaba toda emocionada. Ellas, más expertas, me recomendaron que fuéramos a las 9 de la mañana, que de otro modo aparcaríamos a mil kilómetros del centro. Y en efecto, fuimos a las 9,30 y ya estaba todo bastante saturado en cuanto a lo que a aparcamiento se refiere. Tuvimos que dar alguna vuelta por el pueblo… Y claro, al tener todo el centro cerrado, hay zonas cortadas y tal.

Balmaseda cambia en este día, está todo lleno de puestos de todo tipo, la gente va disfrazada al uso medieval, y por la calle hay saltimbanquis, trovadores, brujas, reos azuzando a verdugos… y muy, muy buen ambiente.

¿Dónde está Balmaseda?

Balmaseda pilla a unos 20 kilómetros, y es fácil llegar desde Bilbao. El problema es que hay muy poco trayecto de autovía. Todo lo demás es carretera.

Bueno, nos habíamos quedado en que llegamos a Balmaseda y estaba todo cambiado. Era espectacular, todo lleno de puestos, todo lleno de gente.

El mercado medieval

Había mercado de todo tipo: de té y hierbas aromáticas, en donde me dejé 15 euros en té de diferentes variedades (regaliz, darjeeling, negro de canela, roibos de frutas del bosque y «mares del sur». Salí contentísima con el precio, venía mucha cantidad, la verdad. Lo que me pareció bastante más caro fue la sección de hierbas aromáticas 8tipo azahar, hierbabuena, etc). También había de quesos de caserío, eso sí, carísisisisimos, costaban de media 30 euros el kilo. Eso sí, eran excelentes, artesanos, que los traía el qaldeano a vender, directamente de sus cabras y ovejas.

En otros puestos se vendían dulces, como pastetles, rosquillas, etc. También artesanos. Compramos unas rosquillas calentitas, recién hechas… ricas, ricas. También vendían crepès… Y había hasta un puesto que preparaban mojitos y caipirinha. Eso me sorprendió bastante. Lo creía producto americano. Y si tenemos en cuenta que hasta 1492 no se llegó por allí, y no fue hasta 1500, por poner cifras redondas (inicio del siglo XVI), que se empezaron a exportar cosas americanas… me parece un poco pillado por los pelos en cuanto a fechas. Pero bueno, sigamos en el paseo por el medievo.

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Otros puestos: artesanía en madera, en cristal, en piedra… Bisutería, cinturones de curo… Todas esas cosas que suele haber. Quiero reseñar un artesano en madera que me llamó la atención: a partir de troncos, te hacía al momento unas esculturas estupendas: tenía un vikingo, la proa de un barco con sirena y todo, la cabeza de Julio César… muy curradas, la verdad.

En otros puestos había ambientadores naturales, aromas, inciensos, velas… Vamos, de todo un poco.

Yendo y viniendo, nos dieron las dos y media de la tarde, pero aún nos quedaba mucho por ver. En un principio sólo habíamos pensado estar por la mañana, pero había tantísimas cosas que no queríamos marcharnos. Así que como vimos puestos de comida, nos quedamos «un rato más», aunque llegamos a casa a eso de las ocho y media de la tarde, jejejeje.

Tuvimos suerte y llegamos al puesto de las patatas asadas justo antes que la gran masa, con lo que no tuvimos que esperar demasiado. Ponían unas patatas asadas a la lumbre, rellenas con salsa de tomate, maiz, atún, alioli (vamos, muy a la americana, como el mojito, pero muy rica, jejejeje).

En otro puesto compramos chorizos asados a la lumbre, riquísimos también, acompañados con un vasito de txakoli. Lo bueno, y lo que me sorprendió fue que la comida no salió cara. No recuerdo cuánto fue, porque cada una pagó en un sitio diferente, pero vamos, que estaba bien. Ah, por cierto, también tenían talo con chorizo, no tan caro y tan harinoso como lo he tomado algunas veces en la feria de Santo Tomás. era de agradecer.

Seguimos mirando cosas, puestos… Y dimos con una exposición de cetrería. Con sus halcones y demás. Justo al lado había un puesto alucinante: ropa medieval y cotas de malla. Síiiiiiiii, cotas de malla. Una le quería coger una cota a su novio, peero «solo» costaban 160 euros las de manga corta. Pues va a ser que no, que mejor le regalo un bote de sales de baño, jijiji. Los vestidos medievales eran espectaculares también, en terciopelos, bordados… buah, una maravilla. Estuve tentada a comprarme uno, la verdad, pero luego la razón me pudo. Pensaba: «pero si lo voy a tener en el armario taaanto tiempo». Luego me dijeron que en alguna jornada de rol lo podría lucir, pero demasiado tarde, eso fue el martes o el miércoles…

¿Qué más había? Lo que contaba al principio: saltimbanquis, trovadores… Todo muy organizado y preparado. Incluso en una sucursal de la Caixa que hay en la plaza del pueblo pusieron el toque medieval, colgando unos estandartes en los que se podía leer: Banquero-prestamista-mercader. Muy bueno. Le saqué una foto, porque me encantó eso.

Un poco más tarde, ya nos íbamos a volver, y fuimos hacia donde teníamos el coche, pero por otra calle. Resulta que esa otra calle la disfrazaron de «barrio musulmán». Habíamos estado todo el rato en el barrio cristiano. Y claro, en esta otra teníamos muchísimas más cosas por ver. De hecho, fue allí donde compré los tés. También tenían unos puestos con pastelería árabe, que recomiendo a todo el que no la haya probado. A los que viváis en Bilbao, os recomiendo que paséis por la tetería Mármara, en Aureliano Valle 2, o por una pastelería árabe que hay en la calle Dos de Mayo, una perpendicular a San Francisco. Estupendo. También tenían especias, muuuuuuuuuuuchas especias. De todos los tipos y colores imaginables. y bisutería, y artesanía en madera… Muchísimas cosas.

Mercado Medieval de Balmaseda

Lo que más me gustó del barrio musulmán fue el puesto de té. Te sentabas en unos taburetillos, y el camarero te ofrecía un té de menta recién hecho, riquísimo, caliente pero con todo el frescor de la hoja de menta. Y te llevabas el vaso de regalo. Eso sí, el té salía caro, o lo que es lo mismo, pagabas el vaso. Pero es bien chulo. La ambientación muy lograda, por cierto. Y una cosa que se me ha olvidado decir, aunque me parece bastante evidente, y es que también los de los puestos iban al uso de la época, con sus trajes medievales y demás atrezzo.

Nos fuimos ya cuando empezaba a refrescar, y es que eran ya más de las ocho de la tarde, y empezábamos a estar cansadas.

Volvimos a casa más contentas que unas castañuelas, con lo que habíamos comprado. Mmmmmmmm, ¡qué bien hele el té que compré! ¡Y qué bien lo pasamos ese día! Al año que viene, repetimos, sin duda.

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