Isla La Graciosa

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Tenía mis reservas a la hora de realizar esta entrada, pues La Graciosa es mi paraíso personal. Una isla perdida del mundo y del tiempo, que vive aislada y tranquila en medio del Atlántico, y que, por nada del mundo, querría ver convertida en un sitio turístico de chiringuitos bakaladeros, restaurantes homónimos y explotación especulativa. De hecho, soy de la opinión de que cuanta menos gente sepa que existe, mejor. Pues más tiempo se mantendrá como está.

La primera vez que estuve allí, apenas tenía 8 años y había ido con mis padres a Lanzarote de vacaciones. Por aquel entonces no era tan común viajar a las Canarias, sobre todo si eres de Asturias, como yo, por lo que el viaje era toda una experiencia única en mi vida. Mis padres se apuntaron a varias excursiones turísticas por la Isla, y una de ellas incluía una visita de un día a la Graciosa. 

Cómo llegar a Isla Graciosa

Fuimos en ferry desde la pequeña localidad al norte de Lanzarote, Órzola, la cual ya es digna de visitarse, pues se trata de un pequeño pueblo pesquero con todo el encanto de la conservación patrimonial y cultural y que explotaba un turismo sano, basado en la propia cultura conejera de Lanzarote y, en menor medida, de la cultura canaria en general. Por supuesto, de todo eso no me di cuenta siendo un crío, pero, como ya habréis deducido, volví en innumerables ocasiones. Simplemente os quiero describir mi primer encuentro con la Isla.

Tras cruzar ese pequeño estrecho oceánico que separa La Graciosa de Lanzarote, pues realmente no es mar abierto, ya que ambas islas están unidas bajo la superficie del mar, por una plataforma de lava solidificada, que forma además, una de los ecosistemas submarinos más preciosos y ricos de nuestro litoral patrio.

El ferry nos dejaba fondeados un poco alejados del puerto, creo que por problemas de amarre, y te daban a elegir entre desembarcar en un bote o ir nadando hasta la costa, para así poder observar la riqueza submarina. Yo, como no podía ser de otra manera en un crío, fui nadando. Y me quedé pasmado ante la limpieza del agua cristalina, la cantidad de animales y plantas que crecían a apenas 5 metros de la superficie. Una pasada. Los peces ni se asustaban, podías casi tocarlos con la mano sin que se largaran. Recuerdo que me hubiese gustado saber más de peces para saber qué eran.

Cómo es Isla La Graciosa

Al llegar a la Isla me enamoré. Fijaos que han pasado casi dos décadas desde entonces, y no puedo olvidar absolutamente nada de aquel maravilloso día en el que descubrí el paraíso.
Recuerdo lo que más me impactó. No había asfalto, ni carretera moderna de ningún tipo. Tan solo algunos caminos empedrados y…aceras de arena. La gente iba descalza por la calle, sumergiendo sus pies en una arena limpia y blanca que costaba creer que se encontrara en medio de una población humana. No había desperdicios, las gente hacía su vida con tranquilidad y cuidado de no estropear lo que, a buen seguro, consideraban un privilegio. Todo el mundo parecía conocerse y, a diferencia de los sitios turísticos por antonomasia, no venían a atosigarnos para vender souvenirs y ganarse unos cuartos. Simplemente saludaban y te trataban como visitantes en su pequeño aislamiento.

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Dos restaurantes, cuatro o cinco bares, dos supermercados, una tienda del todo a 100 y poco más puedes encontrar en la Graciosa. No es ESE TIPO de turismo. Tampoco esperes encontrar un paraíso selvático donde observar a los monos comiendo caca. La Graciosa es un paraíso geológico, donde si uno es admirador de los procesos geológicos de formación, erosión y volcanismo, se sentirá como en casa. Muchos irán allí y no sentirán lo mismo que yo, no quiero engañar.

No existe ni un árbol en toda la isla (salvo los plantados por los nativos del pueblo) y la tierra es negra y marrón. Es un paisaje único, causado por las erupciones volcánicas de dos enormes volcanes que ocupan casi toda la Isla. Es algo muy lunar, semejante al Timanfaya. No es del gusto de todos, claro está, pero desde luego, si es de mi gusto.

Toda la isla es observable, puedes recorrerla caminando o en bice, o, incluso si eres un vaguete, puedes pagar los servicios de los todoterreno taxis que te llevan y recogen en cualquier parte. De todas formas, recomiendo hacerlo a pie. Son máximo dos horas hasta el punto más alejado del pueblo, y la sensación de soledad especial, de tranquilidad, de lejanía humana, es única.

¿Sabéis que a veces, si tienes mucha suerte, puedes llegar a encontrar el fósil de una caracola en la playa? Arrastrado por el mar durante siglos un día aparece en la playa…pues bien, en la Graciosa HAY MILLONES de esos fósiles. Podrías llevar un camión, llenarlo, y aun haber miles de ellas por todas partes.

La fauna aviar y submarina es tan amplia que, los amantes de la ornitología y pesca, podrán pasarse horas y horas practicando su hobby.

El alquiler de apartamentos no es que sea barato, es que si vas en temporada baja, prácticamente es irrisorio (yo pagué 200 euros por una semana de apartamento, a pie de playa).

La libertad es extrema, siempre y cuando respetes a los demás. A los amantes del nudismo les encantará saber que NADIE va a ir a decirte que te pongas la ropa en ninguna parte de la isla (quizá en el pueblo), y a los que eso les provoque rechazo, han de saber que las playas son tan kilométricas que es imposible que nadie perturbe tu tranquilidad. Simplemente no hay molestias humanas.

En las playas existen pequeños fuertes de piedra que ha ido la gente construyendo, donde uno se puede resguardar del viento (a veces fuerte debido a las corrientes atlánticas) y montar su campamento particular. Puedes dejar sin miedo las cosas y largarte media hora a bañarte en el mar o a perseguir una lagartija. Nadie te cogerá nada.

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Puedes recorrer la Isla, subiendo volcanes o escalando barrancos. Puedes coger una bici y recorrerte la Isla entera en menos de 6 horas. Observar una de las puestas de soles más preciosas que se puede observar, desde una playa recóndita, alejada del mundanal mundo humano. Sin que nadie te moleste, sin que ningún guardia venga a decirte qué se puede hacer y qué no. Sin humos, sin ruido, sin contaminación…sin gente.

Y la gente que hay, los nativos, es espléndida. Dispuesta a echar una mano, a invitarte a una cervecita o a compartir una buena conversación sobre cómo ha llegado uno hasta ahí, o qué se necesita aparte de esas vistas para ser feliz. Sabiendo lo que tienen. Sabiendo que es un privilegio vivir en un sitio así. Cuidándolo como propio. Viviendo de lo que da la tierra y, sobre todo, el mar.

Uno de los más grandes atractivos de la Isla es poder pescar en paz en un entorno tan salvaje y natural. Sin miedo a sobrepesca, pues nadie aparte de ellos faena en esas zonas. Respetando la naturaleza por cultura, y no por norma.

Simplemente, un sitio perfecto para vivir, para descansar, y para morir. Un sitio para jubilarte en paz. Para olvidarte del mundo. De la gente. De la oficina. Del móvil, del ordenador y, hasta de los problemas.
Un sitio de paz.

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