Valldemossa

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Valldemossa es una pequeña población situada en la Sierra de Tramontana, en Mallorca, rodeada de montañas y naturaleza.

Cualquier ruta para descubrir Mallorca pasa necesariamente por Valldemossa, el rincón que posiblemente se ha promocionado más turísticamente tanto entre los españoles como entre los europeos. La visita a esta población es casi obligada, y a pesar de la masificación turística que podemos encontrar tanto en verano como en invierno, sigue manteniendo su encanto y su autenticidad.

Para disfrutar de Valldemossa hay que pasear. Hay que pasear tranquilamente por sus calles, no tener prisa, respirar el aire puro de la sierra, esquivar un poco la aglomeración de turistas que realmente solo se concentra en dos o tres calles, y recordar que aunque algunos crean que este pueblo y sus alrededores son famosos en el mundo por haber sido residencia temporal de personajes ilustres como Chopin y George Sand, Jovellanos, Rubén Darío, el Archiduque Luis Salvador de Austria, o Michael Douglas, conviene recordar que es justo lo contrario, que la belleza y el clima de estos parajes es la que lleva siglos atrayendo a todo tipo de personajes hacia sus encantos. Es un lugar para la inspiración del escritor, pintor,musico tambien un magnífico lugar para el senderismo y montañismo, punto de reunión de enamorados

Qué ver en Valldemossa

Imprescindible visitar la Cartuja, previo pago de unos siete euros de entrada, que no están mal. Desde el exterior domina el campanario típico mallorquín, y la magnitud de su iglesia. El interior está perfectamente conservado, tanto la iglesia como las celdas, en dos de las cuales se mantienen el piano de Chopin y diversos objetos de su propiedad, recuerdo de su invierno en Mallorca. Destaca también la farmacia, con todos los utensilios y botes de hace más de doscientos años. Más que la parafernalia dedicada al recuerdo del músico, y que turísticamente es un buen reclamo, la visita resulta interesante por apreciar cómo eran estos monasterios expropiados en el siglo XIX, la mayoría de los cuales o no se conserva o ha quedado relegado a la sombra de lo que fueron.

Aledaño a la Cartuja se encuentra el palacio de Rey Sancho, mucho más sencillo. Una placa en la puerta nos recuerda que Rubén Darío se alojó allí una temporada.

Pero a mi lo que siempre me ha encantado de Valldemossa es pasear por sus calles y alrededores, alejándome de la cartuja y sus cientos de turistas.

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Las casas de Valldemossa son las típicas de la isla, de piedra de marés, y ventanas mallorquinas. Muchas de ellas decoradas con piedrecitas intercaladas en la fachada, y junto a la puerta lucen siempre una azulejo decorado con escenas de la vida de Santa Catalina Thomás, la patrona, a veces iluminado por un pequeño farol.

Las calles están adoquinadas como antiguamente, y llenas de macetas tanto apoyadas en el suelo como colgadas en las fachadas de las casas. La circulación de vehículos en toda la parte antigua está restringida a los vecinos, y por la mayoría de las calles no caben los coches, por lo que la paz está asegurada. En cuanto nos alejamos de la multitud, enseguida se respira la tranquilidad de los pueblos de la Sierra, y es fácil despejarse de cualquier estrés diario que hayas traído contigo.

Realmente es un pueblo con encanto, que ha sabido conservar el estilo y el sabor de los lugares de hace siglos. Algunas de las casas mantienen en su fachada en año de su construcción, y en una de ellas se lee orgullosamente el año de 1698. También existe alguna fachada antigua rematada con símbolos masónicos, señal de que este pueblo lleva siglos siendo el retiro de artistas e ilustrados.

Y siguiendo con nuestra ruta por el pueblo, encontraremos la iglesia de San Bartolomé, originaria del siglo XIII aunque hoy en día lo que de verdad se aprecia es la reforma del siglo XVIII. No tiene gran cosa que ver en su interior, pero la silueta de esta iglesia, con su campanario también de estilo mallorquín es el que configura el perfil típico de Valldemossa, la imagen preciosa de la llegada desde Palma.

Otra cuestión indispensable: buscar una confitería y comprarse unas «cocas de patata». Son unos bollitos espolvoreados de azúcar, que están absolutamente deliciosos, para chuparse los dedos. Vale que la ensaimada mallorquina tiene toda la fama y realmente están buenas, pero el manjar divino de esta tierra en realidad son las cocas de patata de Valldemossa. Es tradición que el buen turista culmine la visita en una de las terrazas o cafeterías del lugar, degustando una taza de chocolate y unas cocas, pero no está de más que busquéis una confitería y os llevéis unas cuantas.

Otro lugar idílico para visitar es el Puerto de Valldemossa, conocido por los «valldemossins» como Sa Marina, un pequeño puerto de pescadores con apenas 50 casas. Y recordar que en la misma carretera del puerto, en el kilometro 4, hay un desvió que nos lleva a la conocida mansión de s’Estaca, propiedad del actor Michael Douglas y su ex esposa Diandra. (No se puede visitar). Siguiendo el mismo camino llegamos al «pueblo» de s’Estaca, otro puerto, éste con apenas 15 casas. Vale muchísimo la pena ir, tanto por el lugar en si, como por las vistas al mar y sobretodo a «Na Foradada» (Una roca que sale con un agujero) *Foradada=Agujereada.

La Real Cartuja de Valldemossa

Está situada en la sierra de Tramontana al norte de la ciudad de Palma, rodeado de naturaleza. Pues bien, este antiguo monasterio fue fundado y habitado por monjes cartujos desde finales del siglo XIV hasta el siglo XIX cuando, debido a la Ley de Desamortización de Mendizábal, el monasterio pasó a manos privadas.

Tras su secularización recibió la visita del pianista Fréderic Chopin y la escritora francesa George Sand, amante del primero. Posteriormente también residieron allí otros personajes ilustres como Jovellanos, Rubén Darío, Sorolla, Unamuno o Azorín entre otros. Y en épocas más recientes lo han visitado los Reyes de España, los emperadores de Japón y distintos presidentes y jefes de estado.

Su museo guarda el legado histórico de los cartujos así como manuscritos, objetos personales y demás enseres de Chopin y Sand, fondos bibliográficos del archiduque de Austria y obras de arte del siglo XX.

Entre las distintas dependencias que se pueden visitar encontramos las siguientes:

  • La iglesia: Es de estilo neoclásico con planta de cruz latina, bóveda de cañón y cúpula sobre crucero. Está estucada y decorada con cuadros al fresco y esculturas talladas en madera. En el altar mayor está la imagen de la Virgen Dolorosa con Jesús y una talla de Santa Catalina. Destaca también la sillería del coro y el suelo con algunos azulejos que se conservan del solado original.
  • La botica: Reúne enseres propios de las antiguas farmacias. Las estanterías están llenas de botes de cerámica en azul que además de contener las hierbas y ungüentos servían para decorar. Es curioso ver aún restos de jabones y aceites en sus recipientes originales.
  • La celda prioral: La celda habitada por el prior. Está a su vez dividida en varias salas para distintos usos como la biblioteca donde se ruinan los monjes para poder charlar en la media hora semanal que les estaba permitido hacerlo y en donde se puede contemplar un tríptico en marfil y otro de estilo flamenco; la sala de audiencias donde recibían las visitas en donde se conservan libros gran antigüedad e importancia como eran los de cuentas, de astronomía de Ramón Llul… y cuadros de la escuela del Greco. El comedor usado solo por los visitantes y el propio dormitorio del prior. Todo ello da un preciosa jardín desde donde se puede contemplar unas vistas fantásticas de la sierra que rodea al monasterio.
  • La celda de Chopin y Sand: Conserva la joya del edificio que es el piano mallorquín de Chopin, así como partituras originales del compositor, un manuscrito de la escritora, retratos de ambos, sus cartas y objetos y recuerdos de la pareja de todo tipo.
  • La celda de Chopin: En donde está su piano reconocido históricamente y traído desde su ciudad de origen y en donde compuso sus obras mejores y más famosas como sus Preludios o su Polonesa. Contiene también más objetos personales y artísticos del compositor.

Completan el monasterio la sala llamada Antigua Imprenta GUASP, la del archiduque Luis Salvador, la pinacoteca y la sección de arte contemporáneo.

Una vez terminada la visita del monasterio se accede al Palacio del Rey Sancho atravesando una placita. Este palacio fue edificado por Jaime II que fue el primer monarca de Mallorca, para su hijo Sancho. Es de destacar el puente levadizo y las celdas de Rubén Dario, Unamuno y Azorín.

Lo más curioso de la visita la tenemos al final. Por el mismo precio, creo recordar que son unos 12 € por persona, se puede asistir a un mini-concierto de piano, de una duración de unos 15 ó 20 minutos. Estos tienen lugar todos los días a las horas en punto en el salón de música del palacio del Rey Sancho. Es un bonito detalle para terminar la visita.

Alojamiento y restaurantes

Valldemossa

Valldemossa bien merece una visita, que podéis realizar fácilmente desde Palma o desde cualquier lugar de la isla en el que estéis alojados. Aunque si lo que queréis es dormir aquí, o en cualquier rincón de la Sierra de Tramontana, debéis tener en cuenta que es carísimo hasta límites insospechados. Las plazas hoteleras en la Sierra son escasas, y suelen ser de lujo o semilujo, y están copadas por el turismo alemán de alto standing.

Yo la vez que me dio por montarme un finde romántico en la Sierra tuve que dar marcha atrás, que después de mucho buscar lo más barato que encontré eran 240 euros la noche sin desayuno. Pero vamos, que estando a 17 Km. de Palma, si vais a Mallorca no os lo podéis perder. Y si os podéis permitir alojaros un finde por estos parajes, seguro que lo disfrutaréis.

Para comer, hay unos pocos restaurantes por el pueblo. En todos ellos se come bien, a precios entre moderados y altos. Bien merece la pena probar platos de la tierra, frito mallorquín, tumbet, berenjenas rellenas, y de postré gató de almendra, por ejemplo. Toda la cocina mallorquina está deliciosa. Y lo dicho, a merendar cocas de patata con chocolate.

Espero que lo disfrutéis en alguna ocasión. Y se me olvidaba…cualquier época del año es buena para disfrutar de Valldemossa.

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