Candelario

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En ruta por el norte de Extremadura, decidimos dar un empujoncito más y salirnos brevemente de dicha comunidad autónoma, para asomarnos hasta este rinconcito del sur de Salamanca. En el casco urbano de Béjar empieza una pequeña carretera de montaña, que en pocos kilómetros nos llevará hasta Candelario, tras atravesar bellos castañares entre curvas de su estrecho trazado.

Candelario nos espera al pie de la sierra de su nombre. Tras pasar las primeras casas se llega hasta una plaza con una ermita en su centro. Si la rodeamos llegaremos a una era y un par de calles donde podremos encontrar aparcamiento para empezar a conocer este curioso pueblo de montaña a pie. Dicha ermita es la del Santísimo Cristo del Refugio (siglo XVI), que con su pórtico y su crucero de piedra, da la bienvenida a los visitantes de Candelario.

De aquí parte, en cuesta, la Calle Mayor, principal «arteria», desde donde todo es subir y empezar a descubrir rincones. Antes podremos observar en un rincón unas curiosas cabinas de teléfono de madera y con tejadillos de teja. Si comenzamos a andar por la Calle Mayor, observaremos unos canales por los que corre el agua. En un pueblo que se ha dedicado atávicamente a la ganadería y las chacinas, el hecho de tener estas acequias a la puerta de las casas sería de gran utilidad para mantener todo limpio durante las matanzas. Como en Candelario existe un vocabulario propio para denominar muchos elementos de su arquitectura y urbanismo, a estos canales los llaman «regaderas».

La Calle Mayor de Candelario es una de sus vías más representativas, con un buen repertorio de su arquitectura popular tan característica. Subiendo nos encontraremos con alguna fuente que mana agua constantemente. Hay hasta quince fuentes repartidas por el pequeño casco urbano de Candelario, casi todas con manantial propio. Casi arriba del todo está la iglesia de la Asunción, que conserva un magnífico artesonado mudéjar. En los alrededores de la iglesia, en lo alto de unas pintorescas rampas escalonadas, observaremos que algunas calles tienen más hierba que piedras, testigo del clima húmedo del lugar.

Muchas casas muestran, en los dinteles de puertas y ventanas, fechas del siglo XIX o incluso del XVIII. Por su aspecto, parecen intactas desde entonces, pero Candelario no es un museo muerto: el pueblo está lleno de vida. Otro de los rincones del pueblo es la plaza del Solano, donde está el restaurante Casa Tolo, en el que se come de escándalo. Allí también se puede comprobar que Candelario permanece anclado en el tiempo, observando antiguas fotos del pueblo a principios del siglo XX, que podemos comparar con la actualidad y sorprendernos al ver que los años no parecen pasar para este bonito rincón salmantino.

Decía que Candelario es un pueblo con una arquitectura popular muy característica, heredera de la tradicional elaboración de chacinas. De hecho, su modelo de casa típica es la llamada «casa chacinera». Son casas que estaban diseñadas para el aprovechamiento ganadero en la planta baja, accediéndose directamente a un patio, mientras que en las superiores estaba la vivienda, con balcones y galerías muy pintorescos, siempre cobijados bajo amplios aleros, allí llamados «chaperones».

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Las «batipuertas» y los «morones» son otros de los elementos característicos que hoy en día siguen conservando muchas de ellas, y que sus habitantes exhiben orgullosos. La batipuerta es una puerta baja antepuesta a la principal, que al parecer permitía que entrase luz para trabajar en el interior y también servía como refugio al matarife para dar la puntilla con seguridad al animal amarrado en la fachada de la casa. Los animales, para la matanza, se amarraban en el morón, que es un semicírculo de hierro, incrustado en la parte baja de la fachada de la casa, junto a la entrada con su batipuerta.

Son muchos los rincones y detalles de interés que podrá descubrir el visitante de Candelario. Yo me limito a apuntar aquí lo que más me llamó la atención, que espero que alimente la curiosidad de quienes aún no lo conozcan y les animen a descubrir el resto por su cuenta.

Candelario salamanca

El pueblo me pareció una maravilla. Y no sólo por la estética y el gusto por el detalle que se aprecia en la sensibilidad de sus gentes hacia la conservación del patrimonio que tienen, sino también por los interesantes elementos de la arquitectura popular, orientada a las matanzas tradicionales y el aprovechamiento de la ganadería desde tiempos ancestrales. El urbanismo también se ha mantenido, todas las calles en cuesta y con los pavimentos a la antigua usanza, en piedra, sólo está asfaltada la carretera. Visto desde el exterior, el conjunto urbano también mantiene su armonía. El aspecto general que presenta la población nos da la sensación de haber viajado retrocediendo en el tiempo, varios siglos atrás.

Comentario aparte merecerían los trajes típicos de esta villa, llamados de «candelaria» el femenino y de «choricero» el masculino, con una serie de elementos específicos muy bien tipificados. También las bodas tradicionales que se celebran en esta villa, según un ritual de estética ancestral. Y sus fiestas tradicionales, en las que se despliega toda esta escenografía característica del lugar. Pero no presencié ninguno de estos fenómenos, y cualquiera podrá buscar datos sobre ellos en otros sitios de Internet, como yo. Decir también que muchas de las tradiciones de Candelario se pueden aprender en el Museo de la Casa Chacinera, el cual no pude conocer al estar cerrado en fines de semana.

Otra curiosidad es que este pueblo es el escenario elegido para rodar los exteriores de la serie de televisión «Luna, El Misterio de Calenda», que emite Antena 3. Desde luego el nombre elegido para el pueblo en la ficción es similar al real, y también bonito. No he tenido ocasión de ver dicho programa, pero puedo dar fe de la belleza de sus localizaciones, que he podido disfrutar in situ.

Para finalizar, me atrevo a decir que Candelario es uno de los pueblos españoles más bonitos que he conocido.

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