Trujillo

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Como algunos ya sabéis, este fin de semana lo he pasado en Trujillo con un amigo. Se trata de una ciudad de la provincia de Cáceres, Comunidad Autónoma de Extremadura. Con unos 10.000 habitantes aproximadamente.

Llevábamos ya tiempo pensando en ir, pero por unas cosas u otras lo íbamos dejando hasta que, hace unos 10 días, decidimos irnos para allá el fin de semana del 8 y 9 de abril. Lo más divertido fue que como ninguno de los dos había estado nunca allí, también decidimos hacerlo a la aventura, sin reservar alojamiento ni saber muy bien lo que íbamos a hacer una vez que llegáramos; lo único que estaba más o menos claro es que iríamos en mi coche.

El sábado 8 de abril quedamos temprano (a las 8 de la mañana), más que nada por llegar a Trujillo lo más pronto posible, por si acaso se complicaba la cosa de encontrar alojamiento (aunque habíamos pensado que, si no era posible alojarse en Trujillo, podría ser en cualquier otro pueblo cercano).

Cómo llegar a Trujillo

Desde Madrid es de lo más sencillo; a las 8 casi en punto cogimos la carretera de Extremadura (A5) a la altura de Cuatro Vientos, y no tuvimos más que seguir «to palante» hasta la salida 253, en la que nos desviamos para seguir por la EX-208 en dirección a Trujillo. Incluyendo los veinte minutillos de parar a desayunar, a las 10’30 aproximadamente estábamos en nuestro destino.

Llegando a Trujillo

Lo primero que hicimos fue buscar un sitio donde aparcar el coche, ya que pensábamos dejarlo allí durante todo el fin de semana y movernos por el pueblo andando.

Después nos acercamos a la Plaza Mayor de Trujillo, donde está la Oficina de Turismo, para que nos echaran una mano. La chica que nos atendió, que por cierto se llama Ana y es un encanto, nos dio una guía de Trujillo, una lista de hoteles y otra guía de rutas senderistas que le pedimos.

Hoteles baratos cerca de Trujillo
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Existe la opción de visitar los monumentos y pagar la entrada en cada uno de ellos, o bien comprar un bono que pagas de una sola vez y en la taquilla de cada monumento te lo van sellando. Hay tres bonos:

  • Azul: 4’70 euros.
  • Verde: 5,30 euros.
  • Rojo: 6’75 euros.

Cada uno de ellos te da la opción de visitar más o menos monumentos, y el rojo además incluye la visita guiada en todos ellos.

En cuanto a los hoteles, en la lista que nos dio Ana venían tanto las direcciones como los precios, así que nos dijo que podíamos sentarnos allí mismo para decidir cuál nos gustaba más, que ella se encargaba de llamar para confirmanos si tenían habitación, así no tendríamos que andar paseando por el pueblo. Incluso nos asesoró un poco, porque elegimos dos o tres (más o menos cercanos al centro de Trujillo) y hubo uno de ellos que nos lo desaconsejó porque decía que era bastante cutre…

El hotel

Finalmente nos decidimos por el hotel El Blasón, que está en la calle de San Miguel (a unos 5 minutos andando desde la Plaza Mayor). No queríamos nada especial, porque sólo íbamos a ir a dormir y el resto del tiempo lo pensábamos pasar de pateo, así que nos daba un poco igual.

La habitación doble costaba 41 euros; era normalita, con un baño completo (la bañera bastante grande), dos camas, armario empotrado, televisión y aire acondicionado. Ni lo dudamos: fuimos al coche a por los trastos y los dejamos allí para poder empezar a conocer aquello cuanto antes.

Ruta por Trujillo

Investigando el mapa que nos dieron en la Oficina de Turismo, vimos que estaba todo más o menos cerca, así que decidimos hacer una ronda de visitas por la mañana y dejar otra ronda para la tarde (la mayoría de los monumentos están abiertos desde las 9’30 o 10 hasta las 14, y desde las 16’30 hasta las 19’30 o 20).

Lo primero que fuimos a ver fue la Plaza Mayor (ya más detenidamente, porque al ir a la Oficina de Turismo no nos habíamos fijado demasiado), que es bastante grande y tiene una estatua de Pizarro descomunal (ya me habían dicho que era grande, pero no pensé que tanto…).

Después fuimos subiendo hasta la Iglesia de Santiago, pasamos por la de Santa María la Mayor (que están restaurando) y llegamos hasta el castillo árabe.

Como Trujillo está lleno de cuestas y escaleras, después de un par de horitas nos empezó a entrar el hambre, así que decidimos ir a comer al sitio que nos había recomendado Mergo, Casa Troya (en la misma Plaza Mayor).

Cuando llegas a Casa Troya, sólo te preguntan si vas a tomar tapas o vas a comer; nosotros dijimos que queríamos comer, así que nos sentaron a una mesa y sin decir ni pío nos plantaron una tortilla de patata, un plato de lomo y una ensalada tamaño familiar, además del pan, el agua, el vino y la casera. Eso para empezar…

Después vinieron a tomarnos nota de los primeros (yo pedí judías verdes y mi amiguete judías blancas) y después de los segundos (los dos comimos caldereta de cordero, que estaba buenísima). De postre nos apretamos un flan casero que creo que es el mejor que he probado hasta ahora. Ah, y todo ello por 15 euros cada uno.

Con este panorama, decidimos que mejor dejábamos la visita cultural para la tarde y nos íbamos al hotel a echarnos una siesta, porque ya no podíamos más. Así que por la tarde, ya repuestos de la comilona, seguimos la excursión.

Estuvimos viendo la Casa Museo de Pizarro, la Iglesia de San Francisco y el Museo del Queso y el Vino (donde, por un módico precio, 50 céntimos cada cosa, puedes degustar lo que quieras). Después fuimos a un chiringuito de la plaza Mayor a tomarnos una granizada de limón, porque hacía bastante solecillo y se estaba muy bien en las terracitas.

Por último, decidimos volver al castillo árabe, que tiene un mirador muy chulo con unas vistas preciosas, para ver el atardecer desde allí. Eso sí, nos jorobaron un poco porque cuando estábamos allí emocionados apareció una pareja de novios con un par de fotógrafos y nos pidieron muy amablemente que si les dejábamos el sitio para hacerles una foto a los recién casados. Así que nos tocó ver atardecer apoyados de pie en una pared de piedra, en lugar de sentados en el suelo del mirador… 🙁

trujillo

Ya por la noche, acordándonos de las judías, la caldereta y el flan, pensamos que no nos apetecía cenar, así que nos fuimos al hotel para planear el día siguiente. Le echamos un vistazo al libro de rutas senderistas y vimos que el Parque Natural de Monfragüe nos pillaba bastante cerca, así que decidimos que el domingo nos iríamos para allá en lugar de seguir en Trujillo.

Y así pasó el sábado. Los colchones del hotel, desde luego, eran una maravilla; nos acostamos sobre las 11 y poco y yo, que duermo fatal y me despierto doscientas veces, me desperté sólo una y vi en el móvil que eran las 6 de la mañana… Vamos, todo un reto para mí. 🙂 Así que a las 8, que fue cuando habíamos puesto el despertador, estaba bien descansadita para pasar el domingo en Monfragüe. Nuevas aventuras nos esperaban allí…

Conclusión

Por unanimidad, decidimos que tenemos que volver a Trujillo en otra ocasión, porque a los dos nos gustó muchísimo. Así que os lo recomiendo a todos, que nosotros no lo conocíamos y nos ha encantado. Como decía en el título de la opi, ojalá todas las aventuras fueran como esta…

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