Lanjarón

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Como ya sabréis, hace poco estuvimos varios días en Granada, una ciudad, urbana, señorial, llena de monumentos inigualados, del carácter alegre de los andaluces que parecen estar siempre contentos, de flores y de una luz incomparable. Junto a esta ciudad, síntesis de un pasado medieval y de un presente moderno, la nieve de Sierra Nevada, casi junto a las playas mediterráneas, la vega y la Serranía.

Una serranía única, llamada las Alpujarras. No podíamos irnos de Granada sin visitar este ecosistema tan peculiar.

Cómo llegar a Lanjarón

Te coges la ronda de circunvalación, aquí hay que cogerla para todo, y te pones en marcha camino de la costa, de Motril. A medio camino hay una desviación a la izquierda. Enfrente un pueblecito idóneo para hacer una paradita y saborear los pinchos de la comarca. Nada más cambiar de dirección atravesarás un puente moderno. Al lado señales indicativas de la existencia de un puente nazarí. Desvíate, si te apetece. Aparca, pues hay un lugar adecuado para ello, y baja a la parte baja del puente nazarí, muy bonito. En la parte alta del puente medieval una ermita. Cerrada pero con el interior visible desde el exterior. Al otro lado del puente una cueva, posiblemente usada antes como cuadra.

En cuanto dejas este lugar tan solitario y evocador entras en otro universo. Las Alpujarras es otro mundo. La carretera parece borracha, curvas muy cerradas, sin apenas rectas, bordeando las laderas montañosas completamente llenas de vegetación.

Según he leído, tampoco estoy seguro porque la historia no es lo mío, en estas serranías fueron aposentados los bereberes que invadieron Hispania en el 711. Cuando llegó la hora del reparto del botín, solía ser de la quinta parte, los árabes se quedaron con las mejores tierras de Hispania y confinaron a los bereberes a las zonas más agrestes. Razón posiblemente de la posterior rebelión de éstos.

Cuando los cristianos reconquistaron el sur peninsular asentaron en estas tierras a gran parte de su ejército, al menos a la gente de a pie porque los caballeros eligieron vegas junto a ríos y espacios llanos. Pero acabada la reconquista hubo que licenciar a las tropas. Como parece ser que hicieron lo mismo que los árabes en su tiempo, ofrecer a sus tropas las peores tierras. Y como el trato con la población existente fue denigrante se produjo otra rebelión.

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Es tierra, pues, de hijos de ballesteros, de moriscos, de rebeldes, de montañeses aislados de la civilización. Es tierra de poesía, con fuentes manando agua por todas partes y unas flores enormes. Allí las flores parecen gigantes, debe ser la climatología.

A los lados de la carretera hay muchos árboles, destacando los castaños. La exhuberancia de la vegetación llama mucho la atención, contrastando con las llanuras andaluzas, casi siempre amarillas.

Casi de repente aparece a la derecha de la carretera la fábrica de Lanjarón. La planta de embotellado de una de las aguas minerales más famosas. Según nos contaron utilizan uno de los manantiales del término municipal, uno entre los muchos que hay.

Al pasar una curva, cuando apenas llevas ocho kilómetros desde el cruce con la carretera de Granada, ocho kilómetros que te pueden haber costado un cuarto de hora, aparece Lanjarón.

El aviso de que te estás acercando es un banco en plena curva, sin más indicaciones. Supongo que será una parada de autobús, pero llama la atención en plena montaña ver un banco sin nada a su alrededor.

Muy poco después llegas a un mirador. Allí se puede aparcar, está cuidado con algunos setos y ofrece una vista lateral de Lanjarón y de las montañas cercanas. Como Lanjarón está en una ladera todas las vistas permiten ver el fondo de la montañas y las laderas de las montañas cercanas.

Qué ver en Lanjarón

Junto a este mirador alargado aparece un monumento. Es una puerta, todo un símbolo, y tiene un letrero: «Lanjarón, Puerta de la Alpujarra». Realmente es así, desde Granada para entrar en esta comarca tienes que pasar por Lanjarón. Ya, desde otras provincias, puedes elegir otras rutas, pero desde aquí sólo hay un camino.

Junto al monumento un complejo hotelero, cuando fuimos cerrado. Y otra curva cerrada, otra más, ésta a la izquierda. En plena curva se ve un parque urbano, a nuestra derecha, por debajo del nivel de la carretera. Está cruzado por un riachuelo, y dispone de bancos, de paseos y de un lugar de esparcimiento con escenario y bar incorporado. Es el centro de ocio de la ciudad.

Enfrente está el famoso Balneario. Es de ladrillos, estilo neomudéjar, bonito exteriormente. En nuestra estancia en Lanjarón llegamos a entrar en su vestíbulo, aunque no usamos sus servicios. Simplemente por curiosidad. Lleno, estaba lleno. En el centro un mostrador de recepción, a la iaquierda consultas médicas y a la derecha una fuente de la que quien quisiera podía beber cuanto quisiera. Observamos que todo el mundo, menos nosotros, llevaba colgado un vaso. Por lo que nos contaron y vimos en Lanjarón existe una romería diaria, por llamarla de algún modo, entre tres fuentes medicinales de acceso público. Los interesados en mejorar su salud con las aguas de Lanjarón van andando de una a otra bebiendo en las tres. Cada uno tiene un tipo diferente de mineralización y, aunque sólo sea por el ejercicio moderado, es evidente que es sanísimo.

En el mismo recinto del Balneario y enfrente se pueden contemplar más jardines. A partir de este punto se entra en Lanjarón. Hay una calle de una longitud de unos 200 metros que está dedicada a lo siguiente. En su margen izquierda hoteles, hoteles y más hoteles. El Balneario carece de alojamento propio y genera mucha demanda hotelera. Por lo que pudimos observar parecen bastante económicos y en la cafetería donde entramos comprobamos que el servicio es rápido y los precios ajustados. En el margen derecho tiendas de recuerdos.

Lo de las tiendas de recuerdos es algo típico de Lanjarón. Hay infinidad y con gran variedad de artículos. Simplemente con pasear de tienda en tienda puedes encontrar de todo y pasar una jornada extraordinaria. La artesanía ocupa un puesto principal, de muchos estilos incluso piezas de cerámica de formas muy originales y otras de color verde y decoraciones aparentemente árabes. Y también los souvenirs, las telas, productos alimenticios y otros. La variedad es enorme y casi todo los bajos de las casas son hoteles o tiendas.

En ese mismo tramo de calle inicial de Lanjarón hay un aparcamiento, a cielo abierto, a la izquierda. Es un espacio de terreno, en la trasera del hotel Sol, regentado por la tienda de recuerdos de la esquina. Aparcamos allí y cuando nos fuimos salimos, sin que nadie nos interpelara ni pagáramos nada. Supongo que será público.

Acabado ese tramo de calle se llega a una pequeña rotonda. Se puede seguir de frente, atravesando todo el centro de Lanjarón, o coger a la derecha por una calle que te evita pasar por el centro. Si así lo haces paseas por un mirador, desde el que se ve un castillo en ruinas y las montañas vecinas. Es el itinerario recomendado para los camiones y para quienes quieran evitar el bullicio urbano. Es zona de viviendas y esta calle termina enlazando con la otra a la salida del pueblo.

Si continúas por el centro la tónica se mantiene, hoteles y tiendas sucesivamente. La calle gira, un poco, a la izquierda, y llegas a una pequeña placita donde hay una ermita, un ciber y una fuente en medio de la pared. Es la tercera fuente que vimos en las mismas circunstancias. Directamente de la pared de una encalada casa sale un grifo que proporciona gratuitamente agua. En la entrada de una tienda cercana colgaban bidones vacíos, de distinta capacidad, cuyo uso imaginamos fácilmente viendo cómo se podía uno llevar agua de Lanjarón gratis.

En esa parte del pueblo nos dio por dejar la calle principal, atravesada por la carretera, y subir hacia arriba. Vimos un par de calles paralelas. En una de ellas había un mercadillo. Lo de siempre, telas, top manta, productos agrarios, etcétera. Nos dio por comprar bufandas, preocupados por el frío que nos habían dicho que hace en Lanjarón. No las llegamos a usar, allí al menos, aunque sí vimos que la mayoría de las casas tenían chimenea. Muchas de ellas eran de gruesos muros de piedra, destacando lo blanquísimo de la cal que las cubría. Entramos en una de ellas, un patio central, alrededor del cual confluían las distintas habitaciones, lo que nos recordó la distribución de la Alhambra. Puertas y marcos de las ventanas de gruesa madera, suelos de terrazo, escaleras empinadas, techos bajos, pasadizos oscuros, es otra manera de edificar. Junto a estas casas, de aspecto medieval, otras más modernas. Pasamos por un pasaje y desembocamos en el Mercado de Abastos. No entramos, no nos llamó la atención.

De vuelta a la calle principal desembocamos en una plazuela, con una zona de jardines. Allí está la sede de la policía municipal. Un poco más abajo la zona industrial de Lanjarón. Talleres de reparaciones, tiendas de muebles, etcétera. También un par de restaurantes. Ambos tienen en su interior, miradores a la montaña.

Lanjarón

Junto a esta zona menos turística de Lanjarón la conexión con la calle que no atraviesa la ciudad. Se llega a una curva a la derecha y se sale de la población. Nosotros regresamos a por el vehículo, y luego volvimos a cruzar la calle principal. Seguimos adelante y salimos de Lanjarón. La carretera hace una curva existiendo una zona enfrente de la ciudad donde se puede parar. Es un mirador natural muy recomendable porque permite ver todo Lanjarón desde enfrente. A la vuelta paramos a comer y saboreamos la gastronomía local. Como el plato alpujarreño, un combinado de productos del cerdo. Los ingredientes locales tienen mucho sabor, se percibe que les pasa el mismo fenómeno que a las flores, que gozan del sabor de la montaña, de lo auténtico.

Es una ciudad que se le nota que vive del turismo. Alrededor del Balneario se ha generado una fuerte demanda que ellos han sabido aprovechar con multitud de plazas de alojamiento y tiendas. Pero en ese esfuerzo han creado un ambiente maravilloso, ideal para pasear tranquilamente y curiosear entre tanto producto. El clima fabuloso, no hacía frío, el paisaje extraordinario. Recomiendo esta visita.

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