Chamonix es un pueblo de los alpes franceses que hace frontera con Italia (hay un tunel de unos 14 km que los comunica).
Chamonix es capital del alpinismo desde 1821 y el tercer espacio natural más visitado del mundo. Los más tranquilos acuden hasta aquí para admirar su Mar de Hielo, el teleférico de la Aguja de Midi o su arquitectura de estilo Belle Époque.
Los amantes del esquí y otros deportes de nieve encuentran en el macizo del Mont Blanc una fuente inagotable de emociones fuertes y algunos de los spots y desniveles más impresionantes de los Alpes.
Contenido de la Guía
Una estación invernal histórica
Más que una estación de deportes de invierno, Chamonix es una leyenda atrapada entre cimas y glaciares. Entre la primera ascensión al Mont Blanc en 1786 y los primeros juegos olímpicos de invierno de 1924, la vieja aldea saboyana de «Chamouni» (pronunciado «Chamuní»), se fue transformando en una ciudad cosmopolita donde cohabitan hoy no menos de 40 nacionalidades.
Hasta la II Guerra Mundial, Chamonix fue un refugio de la jet set tan frecuentado como Niza o Montecarlo. Testigo de aquellos tiempos es el Majestic, uno de los hoteles de lujo más importante del mundo en la época transformado hoy en museo alpino.
Pero Chamonix no sería lo que es sin los ingleses: ya fueran alpinistas, pintores o poetas, los hijos de la gran burguesía londinense colonizaron hasta tal punto el lugar que llegaron incluso a construir una capilla anglicana en 1857.
El más célebre de todos fue sin duda el alpinista Edward Whymper (1840-1911), vencedor del monte Cervino, las Grandes Jorasses y la Aguja Verde. El inglés ha dado nombre a la calle más bonita de la localidad, vecina de la que lleva el nombre de su compañero Michel Croz, el célebre guía nativo del lugar y muerto trágicamente en su descenso del Cervino.
El Mar de Hielo
Nada más llegar a Chamonix en tren o por carretera, sólo se piensa en una cosa: alcanzar las cimas que rodean el valle. Para «tomar la temperatura», lo más aconsejable es emular a los primeros exploradores del s. XVIII y ponerse en dirección a la Mer de Glace, el «mar de hielo».
En aquella época lejana, las montañas estaban malditas y el Mont Blanc parecía inaccesible. El «glaciar de los Bosques» (primer nombre dado al Mar de Hielo) sin embargo, suscitaba la curiosidad de los viajeros y, de Goethe a Wagner pasando por Byron, Dumas o Mary Shelley, era fuente de inspiración para los románticos.
A 3 km de Chamonix y 1.700 m de altura, este glaciar -el mayor de los Alpes franceses- se despliega a lo largo de 12 km como queriendo sumergir el valle. El primero en explorarlo y darle su nombre actual fue el inglés William Windham que en 1741 escribía: «Se diría un mar agitado por una brisa que se hubiera quedado helado de golpe».
En el lugar, el panorama de los obeliscos del Dru y las Grandes Jorasses es sublime. También se puede bajar hasta el interior de una gruta horadada y retallada cada año. El antiguo hotel del Montenvers, erigido en 1880, se alza por encima del glaciar y alberga un museo y un albergue. Para llegar hasta él, uno de los últimos trenes de cremallera de Francia sube fatigosamente desde Chamonix atravesando bosques y desafiando precipicios. Esta vía férrea de 5 km, tendida entre 1893 y 1910, constituye una proeza de ingeniería y permite admirar varias obras de arte magníficamente integradas en el entorno. Calcule dos horas para la ida y vuelta y la visita del lugar.
El teleférico de la Aguja del Midi
La Aguja del Midi es a Chamonix lo que el monte Cervino a Zermatt: una presencia palpable a cada hora del día y que, según las condiciones meteorológicas, invita o disuade de subir hasta las cimas. Aficionados al montañismo, el esquí extremo y el parapente se dan cita en ella.
Si sufre del corazón o de vértigo, más vale que renuncie a su conquista. El teleférico del Midi le hará pasar de 1.000 a más de 3.800 m de altura en menos de 20 minutos. Un cable de un solo vano permite sobrevolar las grietas del glaciar de Pèlerins para bordear luego la impresionante pared norte y sus corredores de nieve invadidos regularmente por cordadas de montañistas y snowboarders. La terraza sur brinda un panorama único: el Mont Blanc y su cortejo de picos elevándose por encima de los 4.000 m.
Iniciada y dirigida por el ingeniero turinés Dino Loratino, la construcción del teleférico tiene mucho de epopeya. El objetivo inicial era alcanzar la cima de la Aguja del Midi (3.842 m) en tan sólo dos tramos.
En 1951, se subieron y lanzaron 11 km de cable sin otra intervención que la de la fuerza humana. Cien obreros trabajaron en condiciones extremas hasta 1955 (40oC bajo cero, vientos de 150 km/h). El teleférico fue renovado en 1991. Hoy, la cabina puede transportar 70 personas recorriendo 12,50 m por segundo. Calcule dos horas como mínimo para la ida y vuelta.
El problema son las aglomeraciones en este teleférico en los otros no. Aconsejo reservar las entradas el día anterior a la visita, por cierto es carillo, pero merece la pena. Imprescindibles las gafas de sol, ropa de abrigo aun en verano y aspirinas porque puede afectar la altura.
El Valle Blanco: un itinerario mítico
Accesible a partir de la estación de llegada del teleférico, el Valle Blanco ofrece un espectacular descenso de 20 km hasta el glaciar del Géant («del Gigante», vuelta a Chamonix en el tren de Montenvers). Estamos en el universo de la alta montaña.
Este itinerario internacionalmente famoso no demanda sin embargo un nivel técnico fuera de lo normal, aunque hay que tener en cuenta la ausencia de señalización, sistemas de protección y operaciones de mantenimiento. La intervención de un guía experimentado se hace pues indispensable. Este guía sabrá elegir el día en función de las condiciones meteorológicas y sortear los peligros del esquí fuera de pista: grietas, séracs y avalanchas.
Un dominio esquiable abierto a todos
Con sus interminables descensos serpenteando por un grandioso paraje de alta montaña, Chamonix es para muchos el dominio más bello del departamento francés de Alta Saboya.
Los esquiadores principiantes podrán perfeccionar su técnica en el dominio de la Balme (2.270 m), con pendientes moderadas y bien innivadas hasta mayo, o en algunas pistas fáciles de La Flégère (1.894 m). En este caso se recrearán además con una fantástica panorámica del Mar de Hielo.
Los esquiadores más curtidos disfrutarán subiendo en teleférico hasta el Brévent (2.525 m) y admirando un magnífico panorama del macizo del Mont Blanc y las Agujas Rojas (si el cielo está despejado podrán divisar incluso el Jura). Este sector incluye algunas pistas célebres como la pista negra Charles Bozon y las rojas de la Combe, la Charlanon y del Col Cornu. Si lo desea también podrá almorzar en una terraza que domina todo el valle de Chamonix en la Bergerie (cerca del teleférico).
El dominio de Grands Montets (3.275 m), repartido entre tres vertientes, reserva a los buenos esquiadores itinerarios variados, vertiginosas pendientes y una nieve de calidad excepcional. Si es usted de éstos últimos se verá esquiando al pie de la Aguja Verde a. ¡3.300 m de altitud!
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