Si hay un lugar en Europa en donde el tiempo parece que se ha detenido y en donde se puede presentir el espíritu de los Corsarios y Bucaneros ese es Saint Malo. Una Ciudadela situada en la Costa Esmeralda, en plena Bretaña, a pocos kilómetros de distancia del otro lugar de refugio de la zona: Saint Michel.
Este verano tuve la gran suerte de conocerla. A la vuelta de Londres, de regreso a Sueca, pasamos por Normandía y Bretaña. Y es curioso como las 2 ciudades o lugares que más me impactaron de ambas regiones son lugares de refugio (aunque de distinto ámbito): Saint Malo de Corsarios y Saint Michel de peregrinos.
Saint Malo es una ciudad hermosísima. Está rodeada por una muralla que le sirvió de defensa contra los Normandos en el siglo XII pero que, por desgracia, no pudo salvarla de la Segunda Guerra Mundial.
Como sucedió en la mayoría de las ciudades y pueblos de Normandía y Bretaña, también Saint Malo fue destruida por los bombardeos de 1944. Sin embargo, la reconstrucción de la muralla y de la ciudad es tan perfecta que no se nota. Quiero decir, que las piedras que se han empleado son similares a las que había y no parecen meros pegotes como sucede en otras restauraciones.
La muralla recorre toda la ciudad, concretamente su casco antiguo la mayoría del cuál es exclusivamente peatonal. Son casi 20 kilómetros que disfrutas andándolos y bordeando la ciudad.
Desde la muralla puedes contemplar el Puerto con los Ferrys que salen camino de Inglaterra y Jersey, el Islote que fue antigua cárcel o el horizonte. Desde allí, el Canal de La Mancha se extiende majestuoso hacía Inglaterra. Ver la puesta de sol desde la muralla es una experiencia única como también lo es ver la subida y bajada de la marea.
Como ciudad marinera, Saint Malo, es un enclave turístico en la actualidad. Pero a diferencia de la Costa Azul, el turismo que va a Saint Malo y otras zonas de la costa bretona, es un turismo principalmente británico y de otros lugares del Norte de Francia y de Europa.
Allí no encuentras el ambiente elegante de Saint Tropez, Cannes o Mónaco, pero encuentras otra atmósfera que recuerda un poco a los veranos de principios del XX. es otro ambiente, más atlántico que tanto nos llama la atención a los mediterráneos.
Al ser enclave turístico, en verano Saint Malo tiene una gran actividad nocturna y cultural. Cuando estuve allí, la semana del 15 de agosto, había una especie de Feria o Mercadillo Medieval con multitud de puestecillos de artesanía. También, cada año, del 10 al 12 de agosto se celebra la Ruta del Rock con conciertos de los mejores grupos galos y extranjeros.
Saint Malo es muy especial, está llena de arte como su Catedral o el Museo de la Ciudad lleno de recuerdos de su pasado Corsario. Pasear por sus callejuelas es adentrarse en un túnel del tiempo. En cada esquina, tienes la sensación de que a salir un Corsario y, al asomarte al Puerto, te imaginas ver anclado en él un Galeón Pirata.
Yo disfruté en Saint Malo, a pesar de la lluvia, es una ciudad que no se debe dejar de visitar si vas por Bretaña o Normandía. Está a pocos kilómetros de Saint Michel y muy cerquita de ella hay otra ciudad portuaria, Dinard, con una playa que recuerda un poquito a la de la Concha de Donosti.
Saint Malo, como buen puerto bretón, tiene magia. No hay que olvidar que es tierra celta. Su gente es muy acogedora y amable, en ella te sientes como en casa. Es una ciudad abierta.
Una ciudad que no puede disimular su pasado Corsario, cosa que hace con verdadero orgullo, lo vas respirando en cada rincón haciéndola mucho más especial.
Es un lugar altamente recomendable, que una vez que visitas y pateas, te ha cautivado. Vuelves de ella con un poquito de espíritu corsario en tus venas, sintiendo la libertad y la magia de estos.
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