Pirineos Orientales

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Continuando con las vacaciones de este año por el sur de Francia, en esta ocasión, antes de acercarnos al país Cátaro, os voy a hablar de una zona en la que estuvimos un par de días, y que me gustó mucho, los Pirineos Orientales.

Después de salir de Besalú en la provincia de Girona, accedimos al país galo por La Jonquera. La idea era hacer una ruta por lugares cercanos a la frontera antes de ir a Perpignan donde tendríamos nuestra base los dos días siguientes. Para evitar que esta opinión resulte muy larga, os voy a comentar los lugares que visitamos y algunas pinceladas sobre cada sitio con la intención de que si alguien piensa visitar esta región, encuentre lugares que puedan serle interesantes.

Voy a dividir la opinión en dos rutas, que coinciden con lo que pudimos visitar cada día. Por un lado, los pueblos fronterizos y de costa, con un carácter catalán y mediterráneo muy marcado; y por otro, una serie de abadías románicas y pueblos medievales situados en el interior, en parajes recónditos, rodeados de bosques, en las faldas del Canigó, una montaña de 2784 metros de altura. Esta última se conoce como la ruta del románico del Canigó (o Canigou). Vamos a ello.

[Comentario: esta era la idea, cómo me plantee escribir esta opinión, pero viendo que me enrollo como las persianas, al final la voy a dividir en dos, una para cada una de las rutas que os propongo, y no he sabido muy bien como introducirlo. Espero sepáis entender mi torpeza, os dejo esta parte y en unos días la siguiente].

Ruta por los pueblos fronterizos o alrededores de Perpiñan

Le Perthus

Le Perthus

Nada más cruzar el punto fronterizo nos encontramos con un pueblo muy curioso, no porque tenga interés turístico alguno, se trata de una calle, una acera española, la opuesta francesa, llena de tiendas, coches y gente, la mayoría franceses, aprovechando los precios más baratos de la zona española. Esto es Le Perthus, en su momento lugar de paso de Hanibal con sus elefantes camino de Roma, y, más tristemente, cientos de miles de exiliados españoles durante la guerra Civil, actualmente es un cúmulo de tiendas y centros comerciales donde, según vi, los franceses compran alcohol o tabaco, productos que en Francia son mucho más caros. Los atascos que se forman, en horario comercial, son bastante importantes. Tardamos más de media hora en recorrer los escasos 1000 metros que tiene esta calle.

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A unos kms al norte de Le Perthus se encuentra el ‘’’Fuerte de Bellagarde’’’, una fortificación militar del s. XVII, colocada en un punto estratégico desde donde se controlaba el acceso a la zona. Aunque sobre esta colina ha habido una torre de vigilancia desde la Edad Media, cuando se avisaba a los reyes de Mallorca (los señores del momento), que se encontraban en Perpignan, con señales de fuego y humo de los peligros que acechaban a sus territorios.

El fuerte se puede visitar, aunque es muy fácil pasarse la carreterilla de acceso (es un giro a la izquierda desde la carretera principal). Nosotros no pudimos verlo más que de lejos, porque había una barrera cerrada que impedía el paso. Nos podíamos haber acercado más tarde, pero el sitio no nos pareció que mereciera la fila de coches que había, supongo, para comprar en Le Perthus o La Jonquera.

Céret

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A unos 20 minutos al noroeste de Le Perthus, por la D115, nos encontramos con la villa de Céret. Se trata de un pueblo que, aunque francés, está tan ligado a la historia de Cataluña que podría pasar por un pueblo gerundés.

Céret es arte, no porque el pueblo lo sea en sí, tiene rincones muy bonitos, calles estrechas con balcones con flores, plazas con terrazas que llaman a sentarse y disfrutar observando a la gente (esto es algo que me encanta), restos de murallas con sus puertas de entrada (la de España y la de Francia), si no porque se respira arte a cada paso. Desde la oficina de turismo, donde pedir información sobre el pueblo (hablan español), junto a la que se encuentra el ‘’’Museo de Arte Moderno’’’, hasta el rincón más insospechado donde se puede encontrar una galería de arte con alguna exposición interesante.

Por Céret han pasado multitud de artistas, como Picasso o Juan Gris, y en sus obras han dejado su visión de estas calles. Por toda la ciudad se pueden encontrar paneles informativos sobre obras de estos, y otros, pintores. En estos paneles están colocados justo en la casa/calle/plaza que representa la obra, colocados con la misma perspectiva que pudo tener el pintor para hacerla. Junto a la imagen del cuadro, hay una explicación sobre la obra y el autor. Me pareció una idea muy buena. Han hecho una ruta con 20 de estos paneles que son un buen recorrido por la ciudad de la mano de estos pintores, todos del s.XX.

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Céret también es arte, como ya he citado, por el ‘’’Museo de Arte Moderno’’’. Con obras de Picasso, Matisse, Juan Gris, Miró o Marc Chagall (que a mí me sonaran antes de ir), así como de muchos pintores contemporáneos (que yo desde luego no conocía) y que van cediendo sus obras al museo, es un referente en cuanto a arte contemporáneo se refiere. Yo he de reconocer que no es precisamente el arte que más me gusta, de hecho, seguro que por incultura en este área, muchos de los cuadros me parecen un poco tomadura de pelo. Quizá por esto no me pareció tan interesante como, desde luego, es.

Muy curiosa me parece un colección de tazas de Picasso con temática taurina que el genio malagueño donó al museo.

Por último, no me puedo ir de Céret, sin comentar algo sobre el puente viejo o ‘’’puente del diablo’’’. Un poco alejado del centro, recomiendo ir en coche, es un puente medieval de estos de un solo arco, desde el que se ven unas vistas chulísimas de los Pirineos así como la zona del rio Tech (el que bordea Céret) que también es bastante bonita. Es un buen sitio para terminar con la visita de esta ciudad que me gustó mucho.

Capilla de Saint Martin de Fenollar

Capilla de Saint Martin de Fenollar

A unos 8 km de Céret, en el municipio de Maureillas, nos encontramos con esta pequeña iglesia prerománica, en la que, más que por su arquitectura, es pequeña, de líneas rectas, lo interesante son los frescos del s.XII que guarda en su interior. Están muy bien conservados y representan la Anunciación, la Natividad, la adoración de los Reyes Magos y otras imágenes relacionadas con el Apocalipsis. Parece ser que se trata de los más importantes del Rosellón, y por eso fueron declarados monumento histórico en 1967.

Aunque pertenece al municipio de Maureillas Las Illas, cualquiera lo diría. Si se busca dentro de este pueblo es fácil fracasar en el intento. El acceso a la capilla es por una carretera estrecha, aunque de dos carriles al principio en unos metros se convierte en uno solo, que sale a la derecha de la D900 en dirección a Le Boulou. Creo recordar que, aunque en el camino anterior no vimos ninguna indicación, en esta intersección había una señal que mostraba la dirección a tomar. Hay que recorrer por esta carreterilla bordeada de árboles, unos 500 metros cuando nos encontramos de frente con una casa (como la que puede haber en cualquier pueblo) con unas escaleras y ventanas y puertas verdes. En lo que perfectamente puede ser el patio de esta casa es donde está la capilla. Cómo podéis imaginar, pasa totalmente desapercibida y no es un sitio al que se vaya “de paso”. De hecho, aún sabiendo dónde íbamos, hasta que no vimos la casa pensábamos que nos habíamos perdido.

La visita de esta pequeña joya me gustó mucho, no sólo por los frescos, que nadie diría que esta pequeña iglesia de paredes lisas, sin ningún detalle exterior, esconde unas pinturas tan bien conservadas y con unos colores tan vivos, sino también por todo lo que la rodea. Como en las personas, nunca mejor que aquí se puede decir que la belleza está en el interior. Creo que es una visita muy recomendada si se está por la zona.

Abadía de Saint Genis Des Fontaines

abadia Saint Genis Des Fontaines

Siguiendo por la D900 hacia Le Boulou (la misma dirección que llevábamos antes de desviarnos para ir a St Martin), después de unos 10 km, nos encontramos con el pueblo de Saint Genis des Fontaines.

El pueblo en sí no deja de ser como cualquier otro, no me pareció feo pero tampoco nada reseñable. Lo que llevó nuestros pasos hasta allí no fue otro que el claustro de la abadía benedictina del s.XIII. Una muestra del románico catalán, que tras ser desmantelado durante la Revolución Francesa fue vendido casi en su totalidad a un anticuario francés que lo fue repartiendo por medio mundo. ¡Qué manía tiene el hombre de quererse deshacer de la Historia! Ha sido hace dos días, como aquel que dice, en los años 90 del s.XX que han conseguido devolver a su ubicación original piezas que se encontraban en el Louvre, en el museo de Filadelfia, o en el castillo de Mesnuls, cerca de Versalles.

He de reconocer que siento una pasión especial por los claustros de monasterios y abadías, lugares en los que, por lo general, se encuentra una tranquilidad y una paz especial. Este caso no es distinto. Lo que nos encontramos al pasar, sin ser tan espectacular como en montones de ejemplos que seguro que a todos nos vienen a la cabeza, es un jardín interior rodeado por la galería con columnas de mármoles de distintos colores (blanco, rosa y negro, todos ellos de pueblos cercanos a Saint Genis). En conjunto, aunque refleja la reciente restauración a la que se le ha sometido, tiene mucha armonía. La parte superior del claustro ha sido reconstruida como una pared lisa de cemento, lo que desmerece mucho y le hace que pierda algo de su encanto.

Sobre los capiteles, muchos de ellos tan gastados que es irreconocible lo que estaba representado, hay algunos en los que se pueden ver escenas cotidianas de la abadía, fauna local o motivos vegetales. Uno que me pareció muy curioso es el que muestra cuatro sirenas, una en cada esquina del capitel, que recordaba a los monjes que tenían que luchar contra el mal, en este caso, en forma de mujer.

Con la entrada (2 euros) se tiene acceso, además de al claustro, a la iglesia, a la que no le vi nada especial. Era muy oscura y la cantidad de esculturas y cuadros que hay por todas las paredes era casi agobiante. Casi que lo más reseñable, y no es más que una anécdota, fue una señora mayor de las que cuidan de la limpieza del templo que nos dijo donde podíamos encender la luz (un interruptor a la izquierda según se pasa) muy amablemente y en un español bastante aceptable (parece ser que había estado muchos años de vacaciones en España).

Para terminar con el interior de la abadía, en la parte superior del claustro, han construido una sala de exposiciones. Cuando nosotros estuvimos había una de acuarelas con un denominador común: eran paisajes que representaban pueblos de la zona (Céret, Saint Genis, alguna de Collioure, del que os hablare a continuación). Me parece una idea muy buena. Es una forma de aprovechar un espacio que de otra manera estaría perdido.

De nuevo en la calle, no hay que irse sin echar un vistazo al que, desde mi punto de vista, es la joya de la abadía. Un dintel de principios del año 1000, que aunque originariamente parece que estaba en el interior de la iglesia, no sé muy bien por qué motivo, lo colocaron sobre la puerta de entrada unos siglos más tarde. Me impresionó lo bien conservado que está (para estar en la calle) y las tallas de las figuras que están representadas. Jesucristo rodeado de seis apóstoles y cada uno con distintos rasgos (pelo corto, pelo largo, calvo, barba, perilla, sin pelo en la cara, distintos ropajes, distintas posturas,…). Un montón de detalles que descubrir, lo que se puede hacer muy bien por donde está colocado.

Cuando se compra la entrada, se puede pedir una guía en español que explica la historia de la abadía, el claustro y sus capiteles, la iglesia, así como algún detalle sobre el dintel, que está bastante bien para entender lo que se está viendo.

Collioure

Collioure

Después de la ración de arte e historia que llevábamos, cambiamos completamente de aires y pasamos de la sobriedad del interior al colorido y la luz del Mediterráneo. A unos 20 minutos de Saint Genis, nos encontramos con ‘’’Collioure’’’.

Llegamos allí, a primera hora de la tarde, tras parar primero en lo que fue la “aventura del día”. Desde la carretera por la que se accede a Collioure, en algunos tramos, se va paralelo a la costa y se puede ir disfrutando del azul tan espectacular que, por esta zona, tiene el Mediterráneo. En un momento dado, a la izquierda, hay una señal que indica el camping de la Girelle. Junto a la carretera hay un aparcamiento. Os recomiendo que os paréis y os deis una vuelta por la zona. Muy cerca hay dos edificaciones que son baterías de artillería utilizadas en la 2ª Guerra Mundial, cuando la zona estuvo ocupada por la Alemania nazi. Desde allí, se tienen muy buenas vistas de la costa de Collioure y las playas de Argeles sur Mer. También desde esta zona sale un camino que baja hasta una pequeña cala muy bonita y, al menos lo parecía, tranquila.

Una vez en Collioure, si os he dicho que Céret es arte por el ambiente que se respira, Collioure lo es en sí mismo. Me enamoraron las calles estrechas de su barrio de pescadores, con casas de colores llenas de tiendecitas que, aunque podría parecerse a cualquier ciudad de playa de España, tenían mucho encanto; me enamoró la delicadeza con la que estaban puestos los objetos que vendían, y aunque es un sitio muy turístico y había mucha gente, me enamoró el ambiente que se respiraba.

Collioure

Lugar trístemente conocido por ser la última morada del genio Machado en su exilio francés (allí podemos ver su tumba, una simple lápida con su nombre y el de su madre que murió tres días después. También ha acogido a pintores como Picasso o Matisse que dejaron reflejado en sus obras la vida y el color de este pueblo.

Además de pasear por sus calles, motivo que es más que suficiente para acercarse aquí, lo más famoso de Collioure, y lo que aparece en la mayoría de las fotos o cuadros que he visto del pueblo, es Notre Dame des Anges. Mirando al Mediterráneo, esta iglesia es muy curiosa porque su torre tiene forma de faro. De hecho, fue en la Edad Media cuando lo construyeron para usarlo como tal. Es un edificio que se ve desde muchos lugares del pueblo, y os invito a que busquéis una perspectiva de la torre desde una de estas calles floridas. Yo me encontré con ella de casualidad y no pude evitar quedarme con la boca abierta. Bellísima.

Desde la iglesia, se llega a la capilla de San Vicente, un pequeño edificio que está unida a la iglesia por un muro de contención que separa la playa en dos zonas. Desde esta capilla, se tienen muy buenas vistas de la costa.

Imprescindible también es el puente viejo, donde está el puerto y hay amarrados pequeños barquitos de pescadores, que también son otro de los motivos más reflejados en los cuadros.

Para terminar, aunque nosotros no lo visitamos por dentro (preferimos pasear y disfrutar del ambiente), está el Castillo Real. Erigido de cara al mar, es una fortaleza construida por los templarios en el s.XIII y que fue el lugar de veraneo de los Reyes de Mallorca (no tenían mal gusto, no). _Horario: 10-19 (julio y agosto); Precio: 4 euros_.

No sé si he sabido transmitiros las emociones que sentí, sólo deciros que me dio mucha pena tener que irme (se nos hacía tarde para entrar en el hotel), y de todos los lugares de los que he hablado, Collioure es el único al que estoy segura que volveré.

Seguimos nuestro camino hacia Perpignan, sin parar de mirar atrás.

Imágenes: Toniher (Wikipedia) | Damusmedia (Wikipedia) | Fabricio Cardenas (Wikipedia) (2) | AC (Wikipedia)

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