Castillo de Oropesa

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Solo en la época moderna el hombre ha construido solo por afán de belleza, más allá de la funcionalidad. Pero en la Edad Media los recursos eran muy escasos como para dedicarlos a algo distinto a la supervivencia.

Podríais pensar que qué pintaban las Catedrales en este panorama. Supervivencia para el alma, pues el hombre en esta etapa de la historia, solo podía pensar en una vida mejor tras la muerte, porque esta era un auténtico valle de lágrimas y calamidades. Eran pues las catedrales una esperanza de una Vida mejor que permitían sobrevivir en esta otra Vida. De hecho muchas catedrales se construyeron con su aportación, bien económica o como mano de obra.

Y dentro de esa supervivencia, los castillos tenían un papel fundamental. Vamos, que no colocaban una piedra encima de otra porque si o porque quedara bonito.

Eran los castillos piezas fundamentales para la defensa del territorio, en un tiempo en que los ataques de uno u otro lado eran constantes. Por eso su ubicación era privilegiada, en zonas altas y escarpadas para facilitar su defensa, al mismo tiempo que atalayas privilegiadas desde las que divisar con tiempo el avance del enemigo y dar la alarma a la población.

No es el castillo de Oropesa la excepción y su bella silueta es bien visible desde la Autovía de Extremadura, tanto de día como de noche, gracias a la iluminación que recorta su figura sobre el negro de la noche.

Al castillo se puede acceder con coche, pues la entrada del Palacio, actualmente reconvertido en Parador Nacional, da acceso a un aparcamiento a los pies del propio castillo.

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No obstáculos, dejamos el coche aparcado junto a la Iglesia y nos acercamos andando. Un pequeño paseo, pues el pueblo se asienta a los pies del propio castillo, que le daba su sombra y protección y ahora sirve de faro y reclamo para el nuevo maná que permite la supervivencia (de nuevo los castillos como puntos para la supervivencia): El turismo.

Antes de entrar al castillo una parada para reponer fuerzas en la cafetería del Parador, que pernoctar no lo he hecho en muchos paradores, pero visitarlos y tomar algo en su cafetería es otra cosa.
Un chocolate bien caliente, que el día estaba muy ventoso, con un aire que te dejaba sin respiración y con la cara helada.

Para acceder al castillo en la puerta hay que llamar a un timbre. Ya puestos podían haber puesto una aldaba que le daría mucho más ambiente, porque te recibe un joven con traje medieval.

Pagas la entrada de tres euros y comienzas el recorrido por la gran Torre del Homenaje trepando por las escaleras. Lo de trepar puede parecer una figura poética, pero los escalones miden más de 30 centímetros (20 es la altura ideal para subirlos).

Me olvidé de contarlos, pero lo que si se es que son cuatro plantas, en cada una de las cuales hay una habitación decorada con motivos medievales.

Coronada la ascensión de esta torre de 25 metros de altura, puedes estar junto a los cuatro garitones defensivos que rematan las esquinas de la torre. Y es desde aquí desde donde puedes apreciar el valor estratégico del castillo, pues el horizonte se pierde a tu alrededor, con el pueblo y sus iglesias a tus pies.

Comenzamos el descenso y a mitad del mismo encontramos una salida de la torre que junto a las almenas del castillo nos conduce a otras dos torres.

A la izquierda la Torre de los Enamorados, en la que encontramos una habitación con un mirador y una alacena. En la puerta de acceso a la torre y sobre la misma, un reloj de sol marca el discurrir del tiempo.

A la derecha la Torre del Caraco, con una escalera para alcanzar la azotea.

Aún nos queda una tercera torre, la Torre Hispano musulmana.

Unas escalera más suaves y tendidas, nos descienden hasta el Patio de armas, una gran superficie en la que actualmente se realizan espectáculos. De hecho cuando estábamos allí, tenían a un grupo de niños (os lo digo porque seguramente es una actividad que pueda concertarse con el castillo) con los que estaban jugando, pues los tenían vestidos con capas y cascos medievales y les montaban tanto en un caballo de verdad, como en caballos de juguetes y los tenían dando vueltas por el gran patio de armas.

Les mostraban también una gran jaula y tenían para jugar un barco de madera en el que los montaban para un asalto, dragones y más juegos, mientras les explicaban la vida en la Edad Media. La verdad es que se lo estaban pasando fenomenal.

Dando al patio de armas están las caballerizas, convertida actualmente en sala de exposiciones, pudiendo verse bajo el piso cubierto por cristales, los restos de una fundición de campanas del siglo XVIII.

Aún nos quedarían las Almenas y Muros Árabes, porque en realidad el castillo es la fusión del castillo antiguo y el nuevo. El antiguo fue construido por los árabes entre los siglos XII y XIII, con seguridad se sabe de él durante el reinado de Alfonso X El Sabio (siglo XIII).

El castillo nuevo se construyó en el año 1402. Vivió importantes momentos históricos como la lucha de La Beltraneja contra Isabel la Católica, y finalmente las luchas de Los Comuneros contra el rey Carlos.
Claro, que tanto uno como otro fueron construidos sobre unos restos de origen romano, que tenían una vista y un sentido práctico excepcional para elegir los mejores puntos defensivos y de control.

Una visita que sin duda merece la pena. Os recomiendo que os animéis a hacerla, que está aquí al lado de Madrid

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