Museo Sefardí

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El Museo Sefardí es una de las visitas imprescindibles que debes hacer en la ciudad de Toledo. Si uno va a Toledo por primera vez lo más normal es que quiera ver cuatro o cinco cosas fundamentales: La Catedral, El Panteón de San Juan de los Reyes, La Casa de El Greco (especialmente imprescindible es la visita a su cuadro más famoso: «El entierro del Con de Orgaz), y por último las dos sinagogas: la de Santa María la Blanca, y la Sinagoga del Tránsito, que alberga el Museo Sefardí.

Por eso me llama tanto la atención que una de las cinco cosas más famosas de Toledo pase desapercibida. Sí que he visto que cuando hablan de Toledo aluden en algunas opiniones a este lugar, pero no ninguna opinión que hable del Museo Sefardí en concreto. 

El mito de Sefarad

La llegada de los judíos a España se localiza en época antigua, no se sabe a ciencia cierta si llegaron durante la época del comercio con los fenicios o tras la destrucción de Jerusalén en tiempos del emperador Tito. En cualquier caso, se instalaron en nuestro país y aquí se quedaron durante más de mil quinientos años, hasta su expulsión definitiva por parte de los Reyes Católicos a finales del siglo XV.

Pero lo que es innegable es la esencia de su cultura que nos legaron, ya que todos de uno u otro modo descendemos de ellos y por mucho que en la época la gente se honrase de ser castellano viejo, yo estoy segura de que en parte todos descendemos de ellos de uno u otro modo, y me siento orgullosa de ello. No lo estoy obviamente de cómo se les trató en su momento, pero cuando uno visita Toledo, la ciudad judía por antonomasia en nuestra ciudad, siente en su propia piel la historia de un pasado que repica en nuestra memoria, aun cuando nosotros no lo hayamos vivido, aun cuando ahora sea casi un mito, triste y horrible pero mito al fin y al cabo. De esa historia tan terrible deberíamos aprender de nuestros propios errores, o de los de nuestros antepasados, para no cometer de nuevo los mismos. El reino de Toledo, el reino de Sefarad, está a medio camino entre los sueños y la memoria.

El pueblo judío creo que es el pueblo que más veces ha sido perseguido y aniquilado, y por más que intento mirarlo fríamente, no puedo entender de dónde viene la razón de tanto odio experimentado por tantos pueblos contra ellos. En nuestro país también fueron expulsados, obligándolos a renunciar a su fé y convertirse al cristianismo, o por el contrario abandonar todos sus bienes. Muchos de ellos se convirtieron en judíos conversos y pudieron mantener sus propiedades y seguir con sus vidas; otros no quisieron dejar de ser lo que eran, sin hacer daño a nadie, y se vieron obligados a desterrarse de nuestro país, y una nueva diáspora en su historia les llevó a exiliarse en Grecia, Turquía, Palestina, Egipto y el norte de África. Pero nos dejaron su cultura impresa en nuestra propia cultura, algunas de sus costumbres, su arte, su recuerdo. Y si hay una ciudad que sigue siendo judía a pesar de la expulsión, a pesar de los pesares, es sin lugar a dudas Toledo, en la que cuando atraviesas sus calles en la judería vieja, parece que has regresado a siglos atrás, como si el tiempo se hubiese quedado detenido. De hecho, no es una leyenda sino una realidad que muchos de los descendientes de aquellos judíos que poblaron Toledo aún conservan en su poder las llaves de las casas en las que vivieron sus antepasados siglos atrás y que les obligaron a abandonar.

Sefarad es el nombre que los judíos dieron a nuestro país, que se sepa a partir de la Edad Media, pero es posible que fuera incluso anterior. Los sefardíes son los descendientes de los judíos que un día vivieron en España y hoy en día sobre todo se encuentran en tres zonas: EE.UU., Israel y Turquía, aunque también se dispersaron por otras zonas. Poseen características propias que los distinguen del resto de ramas judías, incluso tienen un idioma diferente que recuerda bastante al español que se hablaba en España cuando fueron expulsados.

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Sinagogas y juderías

La impronta judía se desarrolló en el arte y la cultura y desarrollaron un tipo de barrios que se denominaron juderías. En España son especialmente importantes las juderías de las ciudades de Toledo y Córdoba, aunque también fueron importantes las de Segovia, Sevilla, Lucena, Málaga, Granada, Gerona, Tudela, Hervás y Mallorca entre otras.

La religión es fundamental en la vida de un judío, una religión monoteísta que dio origen a doctrinas posteriores como el Cristianismo y el Islam. Quizá la principal construcción judía es la sinagoga, lugar dedicado a servir de asamblea a los fieles y el lugar de culto y estudio de la doctrina judía. La palabra sinagoga deviene etimológicamente del latín y del griego, teniendo en ambos idiomas el dignificado de reunión. Las sinagogas estaban administradas normalmente por un consejo de tres notables. En ellas normalmente el rabino adoctrinaba a la comunidad a la luz de los textos sagrados del judaísmo.

Las sinagogas suelen estar orientadas hacia Jerusalén y dentro de ellas hay una serie de símbolos imprescindibles tales como el arca sagrada donde se guardan los textos de la Torá; en toda sinagoga hay una lámpara que arde constantemente, en recuerdo de la luz perpetua que había en el Templo de Jerusalén. Otro de los símbolos característicos de las sinagogas y uno de los símbolos judíos por excelencia es el famoso candelabro de los siete brazos.

La Sinagoga del Tránsito

En la ciudad de Toledo las dos sinagogas más importantes son la de Santa María la Blanca y la Sinagoga del Tránsito, que es donde se ubica el museo sefardí. Se la conoce con el sobrenombre de Sinagoga de Samuel Ha Leví, quien la mandó construir en el siglo XIV, entre 1336 y 1357. La destrucción de la judería toledana en 1391 no afectó a la sinagoga, que no sufrió ningún tipo de daño en aquellos tiempos difíciles. Cuando se produjo la expulsión de los judíos del reino de Toledo por parte de los Reyes Católicos la Sinagoga del Tránsito fue entregada a la Orden de Calatrava, pasando posteriormente a formar parte del Priorato de San Benito, convirtiéndose en hospital, asilo, y finalmente iglesia.

El nombre de Sinagoga del Tránsito deviene precisamente de la época en que la sinagoga fue utilizada como templo cristiano. Se empezó a conocer así por un cuadro del Tránsito de Nuestra Señora, que durante un tiempo sirvió de ornamento al altar cristiano.

Desde el año 1970 y hasta ahora la Sinagoga alberga el Museo Sefardí, un museo único en el mundo y que nadie debe perderse en su visita a la bellísima ciudad de Toledo. Del museo en sí os iré hablando de un modo más pormenorizado, pero indicaros, que como los templos judíos y musulmanes, la Sinagoga del Tránsito sorprende por su espiritualidad, su belleza serena y desnuda, de una espacio amplio sin recargos ornamentales. Ese espíritu casi divino que tienen los templos judíos, musulmanes, árabes e incluso ortodoxos, ha sido algo que el Cristianismo nunca ha conseguido y que con la gran ornamentación que frecuentemente tienen los templos cristianos, hacen que la belleza y la sencillez de otro tipo de templos queden demasiado lejos.

Ubicación del Museo Sefardí y aspectos prácticos

El Museo se ubica en la Sinagoga del Tránsito, como decía antes una de las dos sinagogas más importantes no sólo de Toledo sino de todo el mundo. La dirección completa es calle Samuel Levi s/n, 45002 Toledo, y el teléfono de contacto 925223665. El Museo Sefardí está en el corazón de Toledo, en plena judería vieja, al lado de la otra Sinagoga, la de Santa maría la Blanca y muy cerca de puntos de referencia como el Panteón de San Juan de los Reyes, la Casa del Greco o la Iglesia de Santo Tomé. Para tener más información os recomiendo consultar la propia web del museo: www.museosefardi.net

El horario de apertura del museo es de 10 a 14 horas y de 16 a 21 horas de martes a sábado, los lunes, como todos los museos, está cerrado. El precio de la entrada es de 2,40€ y existe una entrada reducida para niños y jubilados de 1,20€. En nuestro caso el acceso al museo nos salió totalmente gratis ya que fuimos el sábado por la tarde, y tanto la tarde del sábado como la mañana del domingo es totalmente gratuito.

Fondos y estructura del museo

El Museo Sefardí consta de cinco salas y dos patios orientados al norte y al este respectivamente. Nada más entrar en el Museo, lo primero que encontraremos es el propio espacio de la Sinagoga, simplemente impresionante por su sencillez y su silencio. Aunque esté lleno de turistas, podréis sentir la espiritualidad de la que os hablaba antes. Os recomiendo que os paréis el tiempo necesario, que abráis bien los ojos y os llenéis de la belleza de este lugar. Desgraciadamente no te permiten sacar fotos con flash, lo que es una verdadera pena. En el recinto de la sinagoga podréis ver todos los símbolos judíos, y si os lleváis una buena guía podréis disfrutar de ella, aunque también es cierto que el impacto visual lo puede estropear una guía, y a veces hay que dejarse llevar y sentir por nosotros mismos, sin necesidad de datos técnicos ni demasiadas explicaciones.

Una vez que abandonas el recinto de la sala principal de la Sinagoga, pasaremos por las siguientes salas que están situadas alrededor de esta estructura central.

Las dos primeras salas se basan en la historia del judaísmo. En la Sala I encontraremos una explicación geográfica e histórica de los orígenes del judaísmo desde la época del Antiguo Oriente hasta la época helenística. En la Sala II podemos ver la llegada del pueblo judío a España durante la etapa del Imperio Romano, la época visigoda y el reino de Al-Andalus.

El resto de la exposición, las Salas III, IV y V ya no se basan principalmente en la historia y el éxodo geográfico llevado a cabo por los judíos, sino que se centra en los aspectos culturales y sociales de los sefardíes. En la Sala III es especialmente interesante la maqueta que reproduce la ciudad en el siglo XIV. En las últimas salas, tras atravesar el último patio (de los dos patios os hablaré seguidamente) ascenderemos unas escaleras y desde las mismas podremos ver el espacio de la sinagoga desde lo alto. En esas dos salas podremos ver numerosas piezas de joyería, ornamentación, ropajes y así como alusiones a las fiestas judías y su significado.

Asimismo el museo dispone de dos patios al aire libre. Uno de ellos es imprescindible atravesarlo para continuar con la visita, se trata del Patio Este, donde podemos visitar los restos arqueológicos descubiertos en los procesos de remodelación del lugar. Una parte de estas dependencias se cree que se destinaban a un baño.

Pero sin lugar a dudas el más importante de los patios es el Patio Norte, un lugar tan pequeño como mágico. En este patio se hallan diversas monumentos funerarios y lápidas con inscripciones hebreas. Merece la pena una visita con tiempo, pararse a disfrutar del silencio y de este monumento a la hermandad entre los hombres. Por eso creo que merece hablarse de él de manera independiente.

El patio norte o el Jardín de la Memoria

Sin duda fue lo que más me impresionó de todo el Museo; el reciento de la antigua sinagoga posee una gran belleza y artísticamente es un lugar precioso, lleno de belleza y carga emocional. Pero El Jardín de la Memoria, situado en el Patio Norte del museo, es un lugar a medio camino hacia los sueños, un monumento como decía a la hermandad de los hombres. En él se sitúan numerosas lápidas y demás monumentos funerarios, ubicados a ras del suelo y situados alineados en perfecto orden. Dentro de él existe un muro con una inscripción en hebreo y su traducción al español. Me llamó tanto la atención y me pareció algo tan bonito que le saqué una foto que os adjunto. Como creo que no se verá demasiado bien, os dejo el texto:

«Son tumbas viejas, de tiempos antiguos, en las que unos hombres duermen el sueño eterno. No hay en su interior ni odio ni envidia, ni tampoco amor ni enemistad de vecinos. Al verlas mi mente no es capaz de distinguir entre esclavos y señores. «

Moisés Ibn Ezra

El Jardín de la Memoria es un monumento silencioso a la igualdad entre los hombres y los pueblos, independientemente de su religión, raza o pensamiento. Porque el final de todos los hombres es el mismo, todos acabaremos pereciendo un día. Y entonces, si alguien observa nuestras tumbas, efectivamente, todos seremos entonces iguales, pero es que ya somos iguales. Me parece un elogio maravilloso a la vida y al respeto.

Mi experiencia

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Personalmente he de decir que me impresionó el Museo Sefardí. No cabe ninguna duda de que en un viaje a Toledo es uno de los lugares imprescindibles, pero además es mucho más que eso. Me parece no solamente bonito sino también muy justo que precisamente en la ciudad de Toledo, para mí la más judía de todas las ciudades españolas (perdónenme Córdoba y el resto), se haya abierto un museo etnográfico de este tipo, único en el mundo. No podemos olvidar que Toledo son tres ciudades en una: la judía, la musulmana y la cristiana, pero a pesar de los esfuerzos de los Reyes de Castilla por imponer el cristianismo a golpe de opresión, Toledo sigue siendo más judía que nada, es algo difícil de explicar, quizá ni siquiera sea real, pero el ambiente de la judería vieja te permite la posibilidad de retrotraerte siglos atrás sin ninguna dificultad.

Los museos etnográficos siempre han tenido un cierto interés para mí, mentiría si os dijese que me encantan porque no es así, pero siempre me ha parecido interesante, cuanto menos a nivel informativo general. Me resulta muy curioso conocer cómo vivían otras civilizaciones o culturas, en qué consistían sus fiestas, cómo eran los objetos que tenían, los trajes que llevaban, las casas donde vivían, lo que les interesaba… Por eso como os decía, ir a Toledo es aterrizar de pronto siglos atrás en el mítico Sefarad, como si todo ese tiempo pasado nunca hubiera transcurrido. Y en cualquier buena visita que se precie a esta ciudad, creo que es no solamente totalmente recomendable sino realmente imprescindible visitar el Museo Sefardí, tomarnos nuestro propio tiempo en su Jardín de la Memoria y disfrutar de la vida y de la belleza de este lugar.

Mi recomendación no puede ser otra que visitéis el Museo Sefardí, os maravilléis con la preciosa Sinagoga del Tránsito, aprendáis mucho de la cultura judía a través de los fondos del museo, valoréis lo que realmente significan las palabras igualdad y respeto, que no son sólo palabras, y que en un atardecer, os sentéis en uno de los bancos del Jardín de la Memoria y penséis en todo cuanto os rodea. Que esos bellos recuerdos perduren en vuestra memoria, a medio camino entre la realidad y los sueños, y que después de conviertan en recuerdos que evocar y que cuando vuelvan a vuestra memoria siempre dibujen una sonrisa en vuestros labios.

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