Cabo de Gata

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Las maravillas del paisaje almeriense tienen su arranque más próximo aquí, en el Parque Natural Nijar-Cabo de Gata, apenas a veinte kilómetros de la capital y con parte del territorio dentro de su municipio.

La lava volcánica levantó promontorios, dibujó acantilados, talló en la roca viva calas recónditas, playas diminutas e inolvidables, creó afilados archipiélagos por los que, a decir de los viejos marinos que surcaban la ruta, se deslizaban las sirenas mostrando de tarde en tarde sus rostros nacarados. El mar, después, a al mismo tiempo, puso el color de sus aguas, o los colores, porque van del verde plata al negro pasando por el azul cobalto y todos los azules imaginables, en un abanico como no se encuentra igual a menos en la costa de la Península.

Una de las partes mas conocidas de este lugar, es El Mirador de las Sirenas, lugar donde se encuentra el Faro, su acceso por carretera no es apto, para gente con miedo a las alturas, ya que además de encontrarse la carretera por un precipicio, durante al menos 2 kilómetros solo es de un sentido, es decir, hay que hacer malabares para que pasen 2 coches, y no te cuento si te cruzas con el autobús…., pero merece la pena ir, las vistas son maravillosas.

Hay que subir al faro para verlo, donde antes hubo un castillo desde el que se controlaba el movimiento de los piratas y desde el que los guardias vieron en muchas ocasiones naufragar los barcos entre los bajíos rocosos. El paisaje aquí es espectral y mirificó, al mismo tiempo. Los antiguos pensaron que el lugar era muy rico en ágatas, por el color de los arrecifes, y como además estaba lleno de peligros para la navegación, lo tuvieron por sitio prodigioso. Hoy sigue siendo igual, salvo en que ahora se sabe que jamás hubo ágatas y mucho menos sirenas por estas latitudes.

En todo el Parque Natural, los montes, del color de la noche, desciende hacia el mar, a veces en cortados de casi un centenar de metros. Tierra adentro, se suaviza el color, pero no la montuosidad. Este es un territorio duro y hasta inhóspito, un territorio sin árboles, aunque también sin escarpaduras, salvo las que se encuentran en las proximidades del agua; un territorio, en fin, parecido al desierto.

Y, sin embargo, la belleza brota de la aridez como el conejito de la chistera del mago. Es todo un prodigio y es también una circunstancia que acostumbra a confundir profundamente al visitante primerizo. Ya desde la plataforma en la que se levanta el faro se observa esta indudable contradicción que se extiende más allá, hacia levante, hasta el confín del Parque Natural por las alturas de Carboneras. Lugares llenos de esta magia escabrosa se suceden a lo largo del litoral, pero también tierra adentro. Ahí está Rodalquilar, afantasmado y vigoroso en su cácarva, rodeado de los montes que muestran aún sangrantes las cicatrices de las minas; ahí está como una sombra lejana el temible Cortijo del Fraile, en un paraje sobrehumano y sobrecogedor; ahí están los Escullos, con sus roquedas marinas erosionadas por los vientos y las tempestades; la isleta del Moro, refugio de piratas y pequeño paraíso; Las Negras y la cercana cala de San Pedro con las aguas turquí del Mediterráneo y las dulces del único manantial perenne de toda la costa; Agua Amarga, hoy dulce lugar de ensueño; la playa de los Muertos, fastuoso paraje de perfecta armonía, semejante a un cenobio de indescriptible espiritualidad profana.

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Allá donde se mira, allá donde el pie se dirige surge indómita la fiereza del paisaje y también el vigor de la naturaleza casi primigenia, la fuerza con la que en sus orígenes debió arrancar la vida.

Cabo de gata

Ruta por el Parque Natural de Cabo de Gata

Os propongo una bonita ruta por el parque natural del Cabo de Gata, en la costa del Cabo de Gata, en Almería. A mi me llevó 4 horas hacerla, y la dificultad es media.

Es una original ruta que os hará pasar entre viejos volcanes, rocas de basalto y dunas fosilizadas. Todo junto al mar mediterráneo, entre hermosas calas y llamativos acantilados esculpidos por el viento y el embate de la mar.

El parque natural del Cabo de Gata me sorprendió mucho por su relieve montañoso formado por antiguos volcanes con picos redondeados, así como por la flora y la fauna que existe en la zona. Hay pinares marítimos, chumberas muy verdes, grandes ensenadas, y un intenso olor a tomillo. Este espacio natural es uno de los más singulares y ricos que conozco.

Entre San José y la Cala de Mónsul hay unos 9 kilómetros repletos de acantilados. Al salir de San José encontramos un viejo molino de viento, que da fe de la forma de vida que antes había en Almería y que ahora ha desaparecido. Al poco de pasar el molino paramos en la bonita playa de los Genoveses. Como curiosidad os diré que, durante el dominio árabe, de esta ensenada partían hacia Oriente los barcos que recorrían la ruta de la seda. Una vez que salimos de la playa nos encontramos con el Morrón de los Genoveses. Desde el pico del Morrón tuvimos la ocasión de disfrutar de unas maravillosas vistas sobre la ensenada de los Genoveses y también del pueblo de San José.

Una vez pasado el Morrón el camino transcurre entre el mar y los acantilados, y podremos divisar recónditas calas de arena oscura. Estas calas están protegidas del viento de levante por los volcanes.
Durante nuestra excursión tuvimos la suerte de que la marea nos permitió el paso desde la cala Chica hasta la cala Grande. Nos dijeron que esto no siempre ocurre y que, si la marea estaba alta impedía el paso entre ambas playas, por lo que hay que recurrir a tomar el camino que sube por los acantilados.
Me gustó mucho la cala de la Media Luna, que es de arena negra y me sorprendió por la columna de basalto que hay en ella.

En la cala del Barranco pudimos ver un barco varado que el mar había llevado hasta la arena. También había muchas estrellas de mar y grandes caracolas.

Otra playa muy bonita es la playa del Lance (o del basalto), en la que aprovechamos para bañarnos.
En esta costa hay multitud de playas, pero la más grande de todas creo que es la cala del Barronal.
Un poco más adelante, en Mónsul, está la cala de Mónsul, de una arena fina y limpia. Esta cala destaca por la punta de la Peineta y las dunas móviles. La cala de Mónsul es un lugar privilegiado para contemplar el pico de la Vela Blanca.

Si queréis ampliar la ruta y conocer mejor la zona, algo más alejado de allí se encuentra el Cabo de Gata, desde donde disfrutaréis de unas excelentes vistas panorámicas.

Una vez en el parque natural del Cabo de Gata, creo que merece la pena visitar también las salinas de Monteleva, que se encuentran en la parte más occidental del parque. Las salinas de Monteleva son algunos de los humedales más ricos de Almería. Allí podréis ver una gran variedad de aves acuáticas que recalan en los humedales durante su largo viaje entre Europa y África. También hay otras especies que permanecen en la zona durante la mayor parte del año. Este paraje está formado por un conjunto de balsas de agua estanca que se adentra en la estepa por medio de canales, desde el mar. El agua de cada charca contiene un nivel distinto de salinidad, y esa es la causa de que la fauna que se alimenta en cada una de esas charcas sea también distinta. Además, si os gustan las aves, hay un observatorio público para avistar aves y disfrutar de un paisaje situado entre mar y montañas volcánicas.

En resumen, un lugar con unas vistas impresionantes, con playas casi virgenes y un entorno maravilloso.

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