Un caluroso día de Agosto tomo como destino Nazaré, el que tiempo atrás tan sólo era un pequeño pueblo pesquero de la costa portuguesa y que hoy se ha convertido en uno de los núcleos turísticos más conocidos de Portugal.
El sol, la arena gruesa y blanca, el mar azul turquesa por la mañana que se vuelve color plata al caer la tarde. Largas hileras de pequeñas casetas y sombrillas de los muchos veraneantes que en esta época se refugian del sol abrasador y sobre las olas, tablas de surf y bodyboard…
Contenido de la Guía
Dónde está Nazaré
La playa de Nazaré se encuentra la villa del mismo nombre que se ubica en el distrito de Leiria, pertenece a la región centro, esto es a la zona central de Portugal y a la subregión del Oeste.
Como os he explicado en mis anteriores opiniones estamos en la Costa de la Plata, o Costa Oeste de Portugal.
Pertenece a la provincia de Estremadura al igual que otras ciudades como Lisboa, Cascais y Sintra, esta provincia tiene nombre similar a la región española. Es probable que ambas zonas la portuguesa y la española, recibieran esta denominación porque en la Reconquista eran la frontera territorio cristiano y es posible que el nombre de ambas regiones provenga del hecho de que durante la Reconquista eran la frontera más allá del río Duero («Extrema Duris»).
Qué ver en Nazaré
Os sugiero que os dirijáis como yo hice a la oficina de Turismo:
Avenida Manuel Remígio
Centro Cultural da Nazaré
2450 Nazaré
De todas formas las visitas más recomendables son:
- Ermita de Nuestra Señora de Nazaré , es una pequeña ermita que se encuentra en el mirador de Suberco, en la parte alta de la ciudad, en el conocido como el “Sitio de Nazaré”. En su interior se pueden admirar los típicos azulejos portugueses.
- Fuerte San Miguel, es un edificio fortificado de gruesos muros, se puede ver un relieve de San Miguel.
- Mirador Suberco, es el lugar desde el que podremos tener las mejores vistas de la ciudad, se encuentar en el Sitio,y se sube a él en un funicular que los nazarenos llaman “el ascensor”.
- Monumento Pedrao Vasco de Gama. En el Sitio y junto a la ermita.
- Santuario de Nuestra Señora de Nazaré. Situado también en el sitio, lugar de visita de peregrinos que veneran a la Virgen de Nazaré.
- Museo Etnográfico y Arqueológico Dr. Joaquín Manso: Posee una colección etnográfica y documental sobre el pueblo y restos arqueológicos de la región.
- Capilla de Memoria: conmemora el milagro en el que un noble mientras buscaba un ciervo blanco (se dice que era el diablo disfrazado), fue salvado por la Virgen María, justo a tiempo de que cayera por un acantilado.
- Pederneira: Puerto de origen medieval. Fue uno de los puertos más importantes.
- Playa del Norte
- Playa de Salgado
- Sierra de Pescaira: Mirador sobre la Playa de Salgado.
- Monte de San Bartolomé: con 156 metros de altitud.
La playa de Nazaré
Características
- Extensión 1.500×80 metros. Es una playa bastante larga y algo curvada.
- Arena blanca.
- Bandera azul.
- Temperatura media del agua en verano 20 grados, en invierno 13 grados.
- Servicios: oficina de turismo, parking, acceso minusválidos, salvavidas, camping, pesca deportiva, alquiler de sombrillas, toldos y hamacas, bar, duchas, instalaciones sanitarias.
Es una playa en la que el mar bate con fuerza, por ello el baño debe ser realizado con precaución, hay olas y al entrar en el mar hay un escalón por lo que inmediatamente llegamos a una zona de bastante profundidad.
El día que yo estuve había bastante oleaje e la orilla, característica que debe ser bastante común en la zona. El baño hay que hacerlo con bastante cuidado y no puedes dejar de sujetar a los más pequeños ni un momento.
En cuanto te metes en el agua por una zona distinta de donde se encuentran los socorristas, en seguida se acercan estos nadadores salvadores para decirte que te salgas, con unos contundentes pitidos de silbato y unos gestos apremiantes.
Al final casi todo el mundo se concentra en un espacio bastante reducido de la playa, donde se encuentran los socorristas y, por tanto, el baño es más seguro y no te vas a llevar una bronca.
Como es una playa muy concurrida en los meses estivales, la gente se concentra en pocos metros para ahorrarse el paseíto hasta la zona habilitada para el baño. Esto llega a ser agobiante, por lo menos para mí. No cabe una toalla más, si te descuidas te meten un pie en la boca cuando te tumbas y casi hay que pedir turno para entrar en el agua.
Como hay bastante oleaje, la zona más segura para el baño y por lo tanto la permitida, es la que trascurre en los cuatro o cinco metros antes de la última ola, que es la más violenta. Esto proporciona otro elemento más para originar un apelotonamiento de gente. Poco tramo longitudinal -donde están los socorristas- unido a apenas cinco metros de profundidad dan como resultado un hormiguero humano pasado por agua.
Ahora toca salir del agua. Tienes dos posibilidades, o dejarte impulsar por una ola con los pies por delante y con un poco de suerte que no te voltee, o dejarte arrastrar haciendo la plancha. Ambas posibilidades ocasionan, si tienes un error de cálculo o si la ola es muy violenta, lo que en mi familia conocemos como hacer la lavadora, que no es más que te engancha la ola y te da unas vueltas en su interior como si estuvieras centrifugando.
El resultado es que como mínimo se te queda una cara de gil… que no puedes con ella, se te baja o sube el bikini (ambas cosas generan la misma expectación) o te pegas un buche de agua que te deja tosiendo varios minutos. ¡Ahora me explico tanta gente en el borde del agua! No está mal el espectáculo, si no estás en el agua, claro.
Si has conseguido salir y ponerte de pie con un poco de tu dignidad todavía intacta, casi tienes que pedir permiso para que te dejen salir y franquear esa última barrera de espectadores. Conclusión, para bañarse es preferible conocerla fuera de temporada, yo la he visitado en pleno Agosto, pero aún así creo que merece la pena por todo lo que la rodea. Os cuento…
Mi visita a Nazaré
Entro en Nazaré y veo el puerto, el que me han dicho que es el puerto pesquero más famoso de Portugal. Llego al una avenida que bordea la playa. Consigo aparcar aunque no sin esfuerzo, en verano Nazaré es un lugar en el que aparcar y circular es algo complicado.
Calles estrechas de casas blancas llegan perpendicularmente hasta la Playa de Nazaré, es el viejo barrio de la Praia, en la arena podemos ver a los pescadores que están preparando las redes, algunas de ellas, del uso, ya están algo deterioradas, por lo que las mujeres, a pie de la Marginal, (la avenida principal de la ciudad, pegada a la playa) se sientan a remendarlas.
Llaman la atención unas estacas clavadas en la arena y en ellas están los enjaretados, son los secaderos de pescado, donde las mujeres lo van colocando alineado para que sol vaya haciendo su efecto, jureles, cazones y hasta algún pulpo se secan al sol. Los van girando, vuelta y vuelta… y así pasa la mañana.
Me fijo en ellos, los hombres visten camisa a cuadros blancos y negros y pantalón también negro, ellas van todo de negro, escondidas bajo capas y capas de tela, no parecen notar el calor que sentimos los turistas. El rostro tostado y ajado por el salitre y el sol.
Luego me entero que visten de este oscuro color aquellos que han tenido alguna desgracia relacionada con el mar.
Al fondo de ve el mar, un color azul intenso y una relativa tranquilidad, en principio parece una playa apacible. Me descalzo y bajo andando hasta la orilla, la arena no es fina, pero tampoco gruesa, y de un color dorado, cuando me aproximo al mar me doy cuenta de que el Atlántico hace acto de presencia, el mar bate con fuerza sobre la orilla y las olas arrastran la arena, me siento y contemplo, apenas no se mueve el aire pero el mar muestra su fuerte carácter. La playa no está muy concurrida, claro, que no he llegado hasta el final, la zona más turística.
Tras los secaderos de pescado me doy cuenta de que la mayoría de la gente se concentra a los pies de la montaña, y en esa zona de la playa ya se ven las típicas casetas o barracas playeras portuguesas, hileras de casetas de lona a rayas verdes y blancas, azules y blancas…
Estas me suenan de cuando estuve en la zona norte de Portugal, aunque allí son imprescindibles, el viento sopla.
Desde la playa alzo la vista y veo una montaña, hay una especie de mirador, debe ser precioso subir y divisar desde allí el horizonte.
Atravesando la montaña veo unos raíles y por ellos se desplazan con cierta asiduidad un funicular, bueno, son dos, uno sube y otro baja y se cruzan en el centro, todo ello en un trayecto casi vertical.
Me planteo subir cuando acabe mi jornada playera. Justo al salir de la playa entro en una oficina de turismo que se encuentra frente a ella y me informo de los precios y horarios del ascensor al mirador de Suberco, que es como se llama el lugar que antes divisé desde la playa.
Busco un lugar para comer y frente a la playa se alternan los restaurantes con diferentes tiendas que ofrecen todo tipo de artículos.
Tras la comida me planteo recorrer los alrededores de la playa.
Junto a las típicas tiendas de souvenirs, encontramos tiendas de artesanía, los característicos bordados portugueses conviven con cestos de mimbre, gruesos jerseys de lana y unas muñecas típicas hechas a mano, ataviadas con la indumentaria tradicional de Nazaré, la que tan bien reproducen los grupos floclóricos y que las muñecas copian en miniatura, faldas de colores vivos, las siete faldas que llevan las nazarenas, blusas de flores de manga corta con puntillas, delantal de raso bordado, el cachené (pañuelo en la cabeza) y sombrero con borla a la derecha.
Las calles que voy cruzando a medida que avanzo por la Marginal son adoquinadas con piedras, como la mayoría de las calles tradicionales portuguesas y en pendiente.
Las mujeres de los pescadores ya han terminado la tarea de secar y voltear el pescado y ahora se han situado en el paseo, junto a la playa para vender el pescado, lo compro y lo pruebo y me doy cuenta de que Nazaré aun conserva su esencia. A pesar del turismo mantiene su autenticidad .
Avanzo un poco más y llego a la zona más concurrida de la playa y realmente es un hormiguero de personas que entran, salen y disfrutan de la playa, quizá demasiadas.
Paseito por la playa para estirar las piernas y evadirse de la multiud. ¡Sorpresa!, percebes como dedos índices yacen al borde del mar concentraos en unos cuantos metros. A pesar de que tienen un aspecto de frescos que ya quisieran los de Carrefour, los abandonamos a merced de las olas. Qué pena que no sepamos cuanto tiempo llevan ahí, porque la procedencia está clara: han sido arrancados por la fuerza de las olas de algún arrecife no muy profundo.
El sol va cayendo y empiezan a llenarse las terrazas cercanas de gente, observo y veo que lo típico es tomar almejas o berberechos con una fría cerveza, es como un ritual a la salida de la playa, momento en el que mezclan los olores a guisos de pescado, a “grelhados”, «caldeiradas», a marisco que anuncian la cena que se avecina.
Acelero el paso, cojo el elevador y subo al mirador del Sitio de Nazaré. Desde allí diviso en vivo, la postal que hoy tantas veces he visto en las tiendas nazarenas, las calles con sus casitas blancas, las terrazas y el arenal de la playa de Nazaré, la luz dorada del ocaso se va perdiendo en el horizonte y el mar va adquiriendo un tono plateado. La playa va quedando desierta y en reposo hasta la llegada del bullicio del día siguiente.
Es hora de volver, pero queda en mí el sabor marinero de un pueblo que resiste a las embestidas del bravío turismo y en mis retinas, congelada, la imagen de una típica villa portuguesa de pescadores, a la que espero volver.
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