Estepa

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Estepa es una conocida localidad sevillana famosa por sus mantecados (ya que fue La Colchona quien, a mediados del siglo XIX, inició su comercialización).

No obstante, la población de Estepa era ya conocida desde la antigüedad, ya que por ella pasaron todas las civilizaciones que estuvieron en Andalucía.

Su Historia

Es importante destacar que gracias a su situación geográfica (en el centro de Andalucía) han pasado por ella distintas civilizaciones, destacando los neolíticos en La edad de piedra, los púnicos, que fueron dominados por los romanos, los visigodos, los árabes, que permanecieron cinco siglos (VIII – XIII) y los cristianos, con los que alcanzó su mayor esplendor.

En el paso de las distintas civilizaciones ha ido cambiando de nombre así pasó a llamarse Astapa, Ostippo para los romanos, Istabba para los árabes, y finalmente Estepa.

Monumentos

Podemos destacar las distintas iglesias que posee el pueblo como son la Iglesia del Carmen, Iglesia de la Asunción, Iglesia de los Remedios,… de las cuales podeis encontrar amplia información en la página www.estepa.com También destacan las Ermitas y los conventos.

Otros monumentos que podemos encontrar en Estepa es La torre del Homenaje, construida en el s. XIV para fortalecer la parte más débil del recinto amurallado. Su altura es de unos 26 metros y actualmente está siendo rehabilitada para que podamos subir a ella y observar las maravillosas vistas que ofrece. En cuanto al recinto amurallado que menciono antes fue construido en el siglo XII, y retocado posteriormente.

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También os recomiendo visitar el Cerro de San Cristóbal que ofrece unas vistas preciosas de todo el pueblo, ya que se encuentra en la parte más alta de éste, por lo que recomiendo subir en coche.

Fiestas

De todas sus fiestas podría destacar la Velá de Santa Ana (26 de Julio) en la que se hace una pequeña verbena. La Octava de los remedios (sobre Mayo – Junio) y sobre todo la Semana Santa en la que se puede ver la tradición cristiana de Estepa.

Gastronomía

De su gastronomía destacan, sin duda, todos los dulces navideños (mantecados, polvorones, roscos,…) que hacen que el pueblo, en fechas navideñas, se convierta en lugar obligado para comprar todos los dulces típicos de esta época. La elaboración de estos dulces comienza en Septiembre y esto hace que durante tres meses, tanto estepeños como visitantes, puedan gozar de un maravilloso olor a chocolate, canela, … a determinadas horas del día. También destacan el salmorejo, las migas, el revuelto de espárragos,… como comidas típicas.

Alojamiento

Para alojarse en Estepa podéis encontrar distintos hostales. Yo personalmente he estado en El balcón de Andalucía y es un hostal de muy buena calidad con restaurante, piscina, … y el precio ronda entre los 40 y 50 euros. Otro hotel, que está situado a las afueras del pueblo (unos 5 minutos en coche) es el Hotel Manantial de Roya, que está formado por unas 8 ó 10 cabañas, rodeadas de naturaleza y, aunque no lo he visitado, si me lo han recomendado por su buen servicio.

Otros datos

Por su situación, se encuentra en el centro de Andalucía, está prácticamente a la misma distancia de Sevilla, Málaga, Córdoba y, un poco más lejos, Granada. Esto hace fácil el poder desplazarse a las distintas provincias y conocer más lugares de Andalucía.

Un dato lingüístico, como futura filóloga, es que los estepeños, sobre todo mujeres mayores, para referirse a objetos femeninos plural, no lo hacen en –as, sino que la terminación es en –es. Así es muy curioso escuchar a los estepeños decir “dame un paquete de papes frites”, … Por este hecho a Estepa y alrededores (Puente Genil,…) se le conoce como la “Andalucía de la E”.

Mi visita a Estepa

Íbamos por la autovía de Granada-Sevilla, cuando nos decidimos a hacer una parada. Y entramos en Estepa.

La decisión de desviarnos de nuestra ruta recuerdo, aún, que la tomé por la visión del Cerro del Castillo de San Cristóbal. Destacaba sobre el paisaje alomado y contra el azulado cielo. Era un día de calor, mucho calor, verano andaluz que no entiendo la alegría de este pueblo viviendo en el asador en que viven.

En lo alto del cerro hallamos un castillo, seguramente de estilo musulmán. Estaba cerrado y tenía señales de estar en restauración. Pudimos llegar en vehículo hasta arriba del todo, por unas cuestas cerradas y empunadas. Allí arriba delante de la fortaleza hay una casita dedicada a las funciones religiosas. También hay unos pinos, con la corteza marcada por los corazones de las parejas que van a visitar el cerro al atardecer. El castillo, que puede ser circundado exteriormente, estaba en bastante buen estado. Recuerdo que era muy sobrio, sin detalles decorativos.

Lo mejor las vistas, se ve toda la comarca desde lo alto del cerro. Estepa aparece a sus pies, siendo la mejor panorámica para contemplar la forma de esta ciudad. Recuerdo que me llamó la atención que casi todas las casas eran de una o dos plantas, con azotea o tejado con tejas, en calles estrechas y cortas, plazoletas casi inexistentes por su tamaño. Acostumbrado a vivir en una ciudad de amplias avenidas y espaciosas plazas sentí algo de claustrofobia por la pequeñez de los espacios comunes.

Desde arriba localizamos los monumentos más importantes de la ciudad y nos fuimos a recorrerlos. De vez en cuando viene bien una parada en el camino. Lo peor las temperaturas que nos obligaron a tirar de aire acondicionado y a ir entrando en las tiendas que encontrábamos a por más refrescos. Aún así, lo que os suponéis.

Tres son las iglesias que pudimos ver por fuera, porque estaban cerradas. Las de la Virgen de los Remedios, la Virgen de la Asunción y la Virgen del Carmen. Son iglesias relativamente modernas, para lo que se lleva en el norte. Aquí construyeron las iglesias en estilo barroco, posiblemente por lo tardío de la Reconquista. Se les notan ciertos detalles musulmanes, recuerdo de su pasado como mezquitas. Algunas fachadas son neoclásicas, lo que te crea una extraña mezcla visual entre lo árabe, el barroco andaluz y el neoclasicismo de procedencia italiana.

Me llamó la atención la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen del Carmen, porque esta advocación es marinera y Estepa está bastante lejos de la costa. Supongo que se deberá al regreso de un importante grupo de emigrantes o a la llegada a la población de un sector que antes vivía en la costa.

Para el tamaño medio de la ciudad sorprendía el número de edificaciones religiosas y de palacios medievales. No son palacios ostentosos, de monarcas, sino palacios de familias nobiliarias. Pero aún así, la proporción de edificios para curas y nobles destaca mucho, porque en algunas calles son más que los edificios dedicados al resto de la población.

Preguntando por otros monumentos nos dijeron que, en las afueras, había dos ermitas. Pero no nos acercamos porque aquí llaman ermita a una casita pequeña con una imagen interior. Y ya sabíamos que estarían cerradas.

El ayuntamiento ocupaba un palacete medieval, de poco interés turístico.

Mas cuando ya nos íbamos, pensando que estábamos en otro pueblo más de la llanura andaluza, descubrimos sus tesoros.

Me parece recordar que se llamaban Moreno. Era una calle ancha y larga, con mucho tráfico. Entramos a por refrescos y vimos un mostrador tras el cual una serie de estanterías contenían una serie de dulces. Preguntamos y nos dieron a probar algunos de ellos. Buenísimos. En algunas ocasiones, de pequeño, yo había probado los mantecados. Sobre todo en navidad, porque mi madre los compraba siempre. Una cajita surtida.

Pero recuerdo que había que tomarlos con algún líquido o se te convertían en una bola intragable. Así que teníamos la excusa perfecta para tomar una copita de anís sin querer. Mi madre sonreía feliz mientas nos contemplaba cómo nos poníamos de anís, ¡ay, perdón! de mantecados. Para mí significaban poder beber en casa algo prohibido. Y me comía como podía los dichosos mantecados.

Pero los que nos ofrecieron, aunque también eran mantecados, sabían de otra manera. No me pude resistir y le pregunté por la diferencia. Me sonrió y nos aclaró que los que estábamos tomando eran frescos y que los mantecados conforme pasa el tiempo se van poniendo secos. También catamos algunos otros tipos y, como os podéis suponer, compramos.

Menos mal que nos estábamos moviendo con el vehículo porque si no me habría tocado hacer de porteador. Nos compramos varios tipos distintos de mantecados, porque allí se podían comprar sueltos, en la cantidad que quisiéramos. También un par de cajas que nos aseguró que eran frescos. Y unos dulces de mazapán, que es un dulce de origen toledano pero que en Estepa es casi una tradición. Y un par de kilos de unos dulces conteniendo licor, riquísimos. Tanto que no llegaron a Sevilla, cosa que mi estómago no agradeció.Y garrapiñadas, roscos de vino y unos turroncitos pequeñitos con almendras. El surtido es amplio y los precios estaban muy bien.

Lo que nos comentaron es que, aunque los que nos llevábamos eran frescos, ya tenían unos mesecitos. Porque la elaboración anual se hace en septiembre, supongo que por la vendimia. Así que ya sabéis, si pasáis en otoño por Estepa, aprovechaos. Nosotros no hemos vuelto a probar mantecados como aquellos, porque los que hemos gustado en el norte ya nos saben a secos.

A lo largo de aquella calle vimos más establecimientos similares. Así que nos paramos a comer y pedimos algo típico local. Tomamos salmorejo y un plato de carne de caza. Bien, cocinan bien en el sur y de precios son muy apañados. Por ponerle un defecto que son muy tranquilos sirviendo, dan la impresión de no tener prisa ninguna.

Cuando nos íbamos, camino ya de Sevilla, me fijé en el detalle de lo poco explotada turísticamente que está Estepa. No vimos ningún hotel de importancia, salvo algunos hostales y pensiones. Puede que desde entonces se haya construido alguno, pero entonces no los había. Tampoco vimos paneles informativos ni alguna oficina de información. El ambiente era más que tranquilo, sofocante, y éramos muy pocos los que pisábamos la calle. Pero se notaba que no había ambiente. Calles formadas por edificios religiosos de granito, portadas palaciegas y casas de vecinos. Incluso recuerdo que me llamó la atención la escasez de bares. Las tiendas de importancia son raras, los negocios familiares también escasos.

Por último os recomiendo visitar el pueblo porque realmente vale la pena ir, lo único malo es la temperatura, pero si elegís primavera u otoño para visitarla no pasaréis ni excesivo calor, ni insoportable frío.

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