Museo Napoleónico

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Cuando estuve en Roma me hinché a visitar museos y palacios. Allí todo es visitable, hasta la casa del Papa, previo pago. Pero una de las visitas que más impresión me hizo fue la del Museo Napoleónico. Porque no me lo esperaba, llevaba tanto tiempo viendo ruinas de la época de los romanos, pinacotecas, pinturas en paredes del tiempo de Miguel Angel e iglesias clásicas, que este museo me pareció fuera de órbita.

Está en la plaza del Ponte Humberto I, en el número uno, en todo el centro urbano. Es fácil de distinguir porque se halla en la planta noble del palacio Primoli, un edificio del siglo XVI que fue remodelado posteriormente elevando la fachada sobre el nivel de la calle. Está en muy buen estado porque este detalle de sobreelevarlo se hizo a principios del siglo XX.

Ahora pertenece al ayuntamiento y conserva parte de las pinturas en paredes de los siglos medievales. Yo no distingo entre las pinturas antiguas y las nuevas, pero según el guía el león rampante y el águila pintados en dos de las habitaciones son de 1848, un detalle que se pintó para decorar los camerinos de Giuseppe Primoli y Carlota Bonaparte, casados ese año.

En realidad lo que se puede contemplar en este palacio no es el original. Se han hecho, como en todos los demás, recapitulaciones con lo que se ha ido encontrando en otros. Así de edificios que en su día se demolieron, como el palacio Porcari o el Hospital de Pío VI se han traído el suelo de cerámica y una portada.

Lo bueno de este museo es que funciona como una fundación, por lo que siempre hay actividades paralelas. Tiene una biblioteca con más de 30.000 libros. También acoge, en el tercer piso, el Museo de Arte Moderno, por lo que podéis aprovechar el viaje y ver dos museos juntos.

Abre todos los días desde las nueve de la mañana a las siete de la tarde, excepto el lunes. Cuesta la entrada tres euros, aunque hay muchos descuentos en función de la edad, del grupo o de las actividades paralelas.

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Lo que más me gustó es que no es un museo como los españoles, que te dedicas a ver cuadros en la pared. Aquí todo es de gran valor, desde el suelo que pisas a las lámparas. Puedes meterte dentro del ambiente en que vivía la élite de la época napoleónica.

En total el museo tiene doce salas, de las que más me gustaron la novena donde vivían Zenaide y Carlotta, hijas de Jose Bonaparte y Julie Clary y la cuarta. Las demás se llaman así:
Salas I y II (estilo I Imperio), III (estilo II Imperio), V (República romana), VI (Paulina Bonaparte), VII (Reino de Nápoles), VIII (Mito y sátira), X (Luciano Bonaparte), XI (Carlos Luciano y Zenaide Bonaparte) y XII (Giuseppe Primoli y Matilde Bonaparte).

Total, una forma distinta de aprender a conocer los estilos artísticos franceses de la época napoleónica, meterse dentro de ellos. Una gozada, vamos. Y en Roma nada menos.

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