Roma en 5 días

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Me ha costado mucho ponerme a escribir esta opinión a pesar de que tengo muchas ganas de contaros mi experiencia en Roma, lo que ocurre es que hay mucho por contar y me gustaría expresarlo tal y como lo tengo en mi cabeza y es difícil, así que de la forma más humilde posible voy a relataros los días que he vivido en Roma, las sensaciones que me ha producido la ciudad, lo que me ha inspirado, así como lo que hemos visto y si puedo, proporcionaros de ese modo una pequeña guía de cómo ha sido nuestro viaje por si tenéis pensado ir.

En primer lugar, comentaros lo que ya os dije en la opinión del hotel, que mi intención habría sido ir a La Toscana, pero que por diferentes razones no pudo ser y nos decantamos por Roma, aún sin atraerme tanto como el primer destino. La verdad es que había leído tanto y tan bien sobre la ciudad y me habían hablado tan bien los viajeros que habían estado, que realmente pensé que debía ser un sitio magnífico y me fue ilusionando poco a poco y no había día que no buscara un sitio donde ir, algún monumento, plaza o lugar que visitar nuevo en tierras italianas. Sinceramente, no esperaba que Roma fuese tan bella. No tenía la más remota idea de que un sitio me sorprendiera tanto, e incluso me hiciera pensar que vivir allí sería una gozada. Roma es eterna y maravillosa.

Por tanto, basaré esta opinión dividiéndola en los días que permanecimos allí y lo que vimos cada día, para poder a continuación explicaros algo de mis sentimientos sobre todo aquello que vimos. No voy a explayarme en contaros la historia de cada sitio, pues creo que para eso están las enciclopedias, Internet, y todo tipo de libros, y aunque os puede aportar conocimientos, la historia de cada sitio o monumento no forman realmente la opinión. Por tanto, me voy a centrar en sensaciones y experiencias de cada momento. Además, si con esta opinión ayudo a alguien a organizar su ruta por Roma, mejor que mejor.
Antes de empezar, os cuento que nos fuimos cinco días, del día 1 de agosto (viernes), hasta el miércoles 6.
Allá vamos…

Día 1: viernes

El viernes fue el último día de trabajo antes de irnos de vacaciones (qué lejos suena ya), un poco antes de las 15 horas nos dirigimos a Barajas. Nuestro avión de la compañía Ryanair despegaba a las 17.30, con llegada al aeropuerto de Ciampino a las 19.30 aproximadamente.

Un pequeño inciso para comentaros que era la primera vez que Alex y yo volábamos con esta compañía; supongo que algunos de los que me leéis, la habréis probado, bueno pues un inciso para contaros que los asientos no son numerados y que la separación entre ellos es mínima, incluso yo que soy bajita, casi no podía cruzar las piernas. Por otra parte, aquello es un poco como una tómbola, te venden tarjetas, loterías, etc, informando de esto a los pasajeros constantemente a través de los altavoces y haciéndose incluso un poco pesados. Pero a mí por otra parte me gustó mucho, los auxiliares de vuelo fueron bastante simpáticos, incluso gastando alguna broma y el viaje se me hizo cortísimo, tanto a la ida como a la vuelta. Los asientos cómodos, normales más bien, para vuelos cortos no están mal. Luego al aterrizar ponen una música como del séptimo de caballería, que da a entender que hemos llegado sanos, jaja. En general, el viaje bien, podíamos haber ido más cómodos, ya que a pesar de ser un vuelo de bajo coste, no nos salió barato, pero eso ya sería cosa de otra opinión.

Una vez que aterrizamos y cogimos nuestra maleta, nos esperaba un autobús de Terravisión que nos llevaba hasta Termini. Este servicio de autobús lo habíamos reservado online desde España antes de irnos, y además tuvimos la suerte de que estaba de oferta, ya que nos llevó a Termini y nos recogió el día 6 por 10 euros cada uno (el precio normal son 20). La duración desde el aeropuerto a Termini fueron unos 40 minutos, algo menos quizás, con lo cual llegamos al hotel cerca de las 21 horas entre unas cosas y otras. Esa noche, como podéis haceros una idea, no hicimos mucho, ya que estábamos un tanto cansados de todo el día. Nos dirigimos al hotel, que nos quedaba al lado de la estación, dejamos la maleta e inmediatamente nos fuimos a un Spizzico que quedaba en una calle al lado del hotel. Se trata de una cadena de comida italiana, donde básicamente se sirven pizzas. Allí nos tomamos tres porciones bastante grandes y dos bebidas por 14 euros, un precio bastante razonable ya que nos llenamos y además estaba muy bueno. El sitio no es precisamente maravilloso, más bien, es un sitio cutrecillo en una calle con gente muy variopinta, pero vamos, como es la zona de Termini al fin y al cabo. Después de cenar nos dirigimos a ver Santa María la Mayor, ya que nos quedaba a dos calles del hotel. Tengo que confesar que yo iba un poco asustada conforme nos dirigíamos a la basílica, en el sentido que las calles son oscuras y hay gente con una pinta un poco rarilla por allí, pero vamos, que no nos pasó nada, llegamos estupendamente bien y contemplar Santa María de noche fue una delicia. El primer bocado de un plato exquisito.

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Esa noche no dio para más, tras hacer unas cuantas fotos en Santa María, preferimos ir al hotel y acostarnos pronto para tener fuerzas el día después.

Día 2. Sábado

El sábado nos levantamos relativamente temprano, a las 08.30, nos duchamos, bajamos a desayunar y nos fuimos. Nos esperaba un día lleno de cosas por ver y hacer. Lo primero que hicimos fue ir hasta la estación de Termini y allí acercarnos a la oficina de turismo donde compramos la Roma Pass, una tarjeta que permite el uso ilimitado de viajes en transporte público durante 3 días una vez activada, así como la entrada gratuita a dos museos de Roma (no se incluyen los museos vaticanos), y tras haber agotado las dos entradas gratuitas, un 40% de descuento en la entrada a sucesivos museos y lugares de interés. También incluye un mapa de Roma que acabó destrozadito de tanto uso como el dimos. Cada Roma Pass tiene un precio de 20 euros.

De la estación nos fuimos a Santa María la Mayor para poder verla de día y por dentro; para entrar hay que llevar los hombros cubiertos, yo no los llevaba, pero lo bueno es que en la puerta hay una cesta con una especie de pañuelos blancos con los que cubrirse los hombros. Santa María la Mayor es una iglesia realmente bonita, a mí me encantó su baldaquino y sus adornos en el techo y en las paredes. Por fuera también es muy bonita, muy pura, no sé, me transmitió pureza, allí en medio de Termini, entre pequeñas calles, se alza majestuosa.

De Santa María la Mayor fuimos bajando por la calle de la izquierda (si te pones frente a la fachada), vimos su parte posterior y caminando llegamos hasta una calle que en su parte izquierda presentaba unas escaleras bastante altas que nos llevaba directamente hasta San Petro in Vincoli, allí entre paredes blancas de mármol, adornando la tumba de Julio II, hallamos El Moisés de Miguel Ángel, la escultura mejor hecha a manos del hombre por la fuerza que transmite, por la mirada dura del Moisés, por su manera de mesarse la barba, por sus venas marcadas en los brazos, realmente, El Moisés es impresionante.

En San Pietro in Vincoli también podemos ver en una urna las cadenas que amarraron a San Pedro cuando estuvo preso, algo que a mí me chocó bastante pues no logro imaginar a San Pedro como a alguien que existió de verdad, me parece una leyenda.

Tras hacer un cargamento de fotos, salimos de la iglesia y bajamos las escaleras que habíamos subido al principio, dirigiéndonos calle abajo, de pronto, al ir a cruzar la calle y mirar a la izquierda, de fondo aparece parte del Coliseo y ya se exclaman: «oohh», y es que Roma tiene eso, que vas a andando y de pronto tienes un tremendo monumento, iglesia, fuente, columnas, ruinas… frente a ti.

foros imperiales roma

Pero no nos dirigimos al Coliseo, aún no. Nuestra primera parada es el Foro Romano, ya a los lejos divisamos las columnas y conforme nos acercamos, las excavaciones de la zona. Hace muchísimo calor, muchísimo, jamás he pasado tanto calor como en los días que he estado en Roma, el termómetro no debió de bajar de los 35 durante el día en ningún momento, de hecho el día que nos íbamos, en el aeropuerto había 39 grados. Pero a lo que iba, caminamos por Via la Curia hasta la entrada del Foro, entramos gratuitamente gracias a la Roma Pass, y una vez dentro del recinto, se puede decir que entramos a una época lejana, y nos imaginamos a los romanos con sus capas rojas y sus corazas plateadas, a los emperadores con sus túnicas blancas, los caballos a la espera de sus dueños que están dentro de los foros… Una gozada.

En el Foro pudimos ver el arco de Severo Séptimo y el Arco de Tito, lo que queda del Palatino, así como el museo del mismo nombre, la casa de Augusto (increíble como se conserva la pintura y dibujos de las paredes), aunque eché de menos alguna explicación de ésta última, porque hicimos cola para entrar como 20 minutos y luego estás viendo allí lo que queda de la casa y estás un poco perdido y sin darle la importancia que realmente tiene. El foro es precioso, además parece que estás fuera de la ciudad, alejado, sin ruidos de coches (aunque mucho turista), atrapado muchos siglos atrás. Eso sí, reconozco que fue un poco locura porque hacía muchísimo calor y ponerse a andar por allí a plena mañana, con el sol dándote de lleno, es mortal, no dejamos de beber en ningún momento, ni de abanicarnos, todo el mundo estaba hecho polvo en ese sentido.

Visitamos después la cárcel donde estuvo preso San Pedro, para entrar hay que dar «la voluntad», hay una pequeña estancia de piedra con un altar y bajando unas escaleras está el propio zulo, que a mí me dio cierto reparo al pensar que alguien pudiera estar ahí. En él, hay otro altar con una foto pequeña en blanco y negro de «La piedad» y a la izquierda de éste se encuentra una estructura de hierro y lo que me parecieron unos grilletes, en la que San Pedro estaría amarrado con las cadenas que previamente habíamos visto en San Pietro in Vincoli. También había una especie de pozo en el suelo, imagino que haría las funciones de retrete. Un sitio lúgubre y oscuro, que en su época aún lo sería más; olía bastante a humedad y las paredes son de piedra. Intenté imaginar como alguien podría haber estado ahí rodeado de ratas y bichos, supongo, en total oscuridad. Una visita curiosa, desde luego.

Prácticamente rozando el mediodía nos encaminamos hacia el Coliseo, pasando junto al Arco Constantino donde inmortalizamos el momento con varias fotos. El Coliseo ciertamente es impresionante, colosal, como su nombre indica. Pero como era mediodía y estábamos matados, preferimos ir a comer a algún sitio cercano y después verlo tranquilamente.

Enfilamos una de las calles que quedan alrededor del Coliseo, y nos decantamos por un italiano regentado por unos indios o paquistaníes, no sabría diferenciarlos, que tenía mesitas en la calle con los típicos manteles de cuadros rojos y blancos. La calle era de sentido único para los coches y no había mucho tránsito de estos, lo mejor es que mirando a la derecha, comimos viendo el Coliseo.

Nos os puedo indicar el nombre del restaurante, pero sí lo que comimos. Había un menú que incluía un plato y una bebida (no cerveza), los dos comimos lasaña y yo pedí dos lemon soda (como la fanta, pero a mí me gustó más y por cierto, la primera vez en mi vida que me acabo una lata! Y encima me pido otra!! Pero es que estaba totalmente deshidratada después de la paliza de la mañana), Alex pidió cerveza y luego otro lemon soda. Mención especial a la lasaña, que estaba muy buena y tenía muchas capas, además es curioso porque la carne no está entre las capas, sino que queda por encima y los alrededores. En total, los dos platos, los tres refrescos y la cerveza, costaron unos 20 euros (euro arriba, euro abajo). El menú creo que eran 7.5 cada uno. No tomamos postre porque nos quedamos llenísimos, sobre todo yo con las dos latas que me bebí.

Tras llenar la barriga y reponer fuerzas, nos dirigimos al Coliseo o Teatro Flavio. Allí, gracias a la Roma Pass no tuvimos que hacer una cola bastante larga, sino que entramos directamente y de forma gratuita.

El Coliseo me pareció colosal, valga la redundancia, pero es que es tan inmenso, tan grande, con tanta historia y tan famoso, que de pronto ubicarte allí entre las gradas, viendo los pasadizos subterráneos donde aguardaban los animales que iban a la lucha y los esclavos, bajo la arena donde se producía tan horrendos espectáculos, rodeados por piedras con tanta historia, que sinceramente, es del todo impresionante. Imaginaros la de fotos que nos hicimos. Además, gracias a la audioguía pudimos conocer más a fondo su historia, llena de calamidades por otra parte, desde terremotos a fuegos que asolaron Roma y lo expusieron a su destrucción, y sin embargo, ahí sigue.

No me podéis negar que no es maravilloso que en el centro de tu ciudad haya un monumento como el Coliseo, realmente increíble.

boca de la verdad

Tras recorrernos el Coliseo y hacer tantas fotos como pudimos, salimos de allí totalmente romanizados, y aunque, estábamos algo cansados, nos pusimos en marcha y tomamos camino hacia el Circo Máximo, donde se celebraban las carreras de cuadrigas. El Circo Máximo es completamente distinto a como era en su momento, en su caso, el paso del tiempo ha sido más fuerte. De todas formas, tiene una gran longitud que hicimos andando hasta llegar a Santa María in Cosmedin, donde se ubica la famosísima Boca Della Veritá. Allí, la entrada es gratuita y en el pequeño pórtico donde se ubica había bastante cola, aunque para nada comparable con la que había el lunes que salía del recinto bordeaba la iglesia. Mientras haces cola puedes comprar un souvenir de la boca Della Veritá en un pequeño puestecito que allí dentro. La cola va bastante rápida y hay mucha gente que incluso llegan a hacerse la foto de cuatro en cuatro, aunque había un cártel que especificaba que las fotos se hacían con una sola persona, sin embargo, nosotros nos pusimos juntos. Posteriormente entramos en la pequeña iglesia y en la tienda de souvenir, donde destaca un mosaico del siglo XI, si mal no recuerdo, muy bien conservado.

Luego nos sentamos un rato en uno de los bancos que bordeaba la fuente que queda frente a Santa María in Cosmedin y que dejaba a nuestra izquierda el templo de las vestales. Reconozco que yo estaba bastante cansada, sobre todo porque el calor era tan húmedo y pegajoso, que creo que atontaba.

Tras unos minutos de recuperación, andamos calle arriba (siento no poder especificar el nombre de las calles), topándonos con el Teatro Marcelo y más arriba con el Campidoglio, donde subimos las escaleras de la derecha (las de la izquierda eran altísimas) y nos hicimos unas fotos. Ela ambiente era realmente festivo, ya que, además de los turistas, había dos bodas, y en una de ellas hasta con guardaespaldas mientras el novio se hacía las fotos, jaja.

En un puesto típico, de los muchos que había por las calles, compré algunas cosillas de recuerdo a muy buen precio y de ahí caminamos hasta Plaza Venecia donde contemplamos la grandiosidad del monumento a Vittorio Emmanuelle, primer rey italiano. Aunque su parte derecha (visto de frente) estaba en obras, el monumento en sí mismo es grandioso. Hay un ascensor panorámico para subir a la parte alta del monumento, aunque no llegamos a utilizarlo, una lástima esto de tener vértigo.

De ahí decidimos ir hasta Plaza Venecia y coger un autobús que nos llevara hasta Termini y de ahí al hotel, ya que necesitábamos ducharnos de nuevo y descansar aunque fuera media hora. Cuando llegamos al hotel, acabamos con las existencias de agua del minibar, poco importaba que fuera con gas o sin él, estábamos sedientos. Nos duchamos, nos cambiamos de ropa y descansamos algo y de nuevo nos echamos a la calle a seguir andando y descubriendo Roma.

La verdad es que utilizamos mucho el autobús, sobre todo por las tardes para ir a nuestro destino y luego allí ya nos movíamos a pie. Cogimos un autobús que nos dejó de nuevo por Plaza Venecia y de ahí nos fuimos caminando hacia Plaza Navona. Realmente es una ciudad que se anda muy bien, lo que pasa que como turista uno acaba machacado porque quiere verlo todo, y al final lo cerca parece lejos.

En Plaza Navona había muchísimo ambiente, nos encontramos incluso con gente de nuestro mismo vuelo. Es una zona con muchos restaurantes, con mimos, con artistas callejeros y presidida por su bonita fuente y su obelisco, a pesar de que su base estaba en obras y no se podía contemplar bien del todo. Además, por la zona hay muchas tiendecitas, hubo una que tenía unos peluches preciosos y a tamaño real de cualquier animal, así como hadas, duendes, etc, lo que pasa que era muy cara. También había tiendas más enfocadas a los turistas donde se podían encontrar pastas italianas de mil formas, botellas de limoncillo, dulces típicos italianos, etc.

fontana di trevi

De Plaza Navona caminamos hacia la Fontana di Trevi y creedme cuando os digo que es el sitio donde más turistas había!! Quedé casi tan impresionada por la fuente misma, como por la cantidad de gente. La Fontana es… preciosa, preciosa, preciosa y se me llena la boca al decirlo, fue junto con el Panteón, lo que más me gustó. Tanto me emocionó, que fuimos todas las noches que estuvimos allí, parece que si no nos acercábamos un día, me faltaba algo.

Por supuesto, hicimos mil fotos y tras coger un sitio abajo del todo y mojarme las manos, tiramos la famosa moneda a la fuente, esperando que algún día podamos volver. Como anécdota os cuento que llegó uno con muy malos modales y medio me empujó a un lado, yo me quedé alucinada y Alex igual, que además en ese momento intentaba hacerme una foto, total que el tío lleva una varita con un imán y se puso a recoger las monedas de la fuente!! Alucinante, eso mismo se lo había dicho yo a Alex unos minutos antes, pero no pensaba que lo hicieran de verdad, en fin, que hay gente para todo.

Tras el deleite que supuso presenciar de cerca la Fontana, nos picaba el gusanillo del hambre, así que decidimos ir a buscar algún sitio que estuviera bien para cenar. La verdad es que por la zona de la Fontana y el Panteón hay muchísimos restaurantes y sitios donde parar a comer, por supuesto los hay más caro cuanto más cerca estemos de dichos monumentos, pero en general, podemos encontrar sitios que están bien de precio. Fuimos a parar a un pequeño restaurante llamado «L’allegro Pachino»que tenía toda la pinta de un Macdonald, pero no era de comida rápida, me recordó por cómo se distribuían la mesas y a la forma en sí del restaurante, sin embargo había tanto turistas como oriundos de la zona, con lo cual decidimos entrar y quedarnos a sólo unos metros de la Fontana. Yo a esas alturas ya me había hartado un tanto de la pasta y la pizza, jaja, y de tanto beber tampoco tenía un hambre increíble, con lo cual pedí una insalata allegro (me vais a crucificar: «Esta tía se va a Roma a comerse una ensalada!!!»), Alex por el contrario se pidió una pizza funghi. Mi ensalada era muy normal, con lechuga, tomate, judías, maíz y alguna cosa más que no recuerdo, muy grande por cierto, al final me llené, ya que me pusieron un bol bastante contundente, aunque normal, me gustó mucho. La pizza de Alex era de jamón y funghi, y de beber agua y cerveza. No tomamos postre y nos salió todo por 21.50 euros. Como curiosidad os comentaré que el restaurante tenía mesas dentro y fuera, a mí me hubiera gustado sentarme fuera, pero finalmente pasamos dentro porque hacía mucho calor en la calle (y eso que serían las 22), el caso es que nos sentaron a dos centímetros separados de otra mesa donde había una pareja de italianos. Notamos que la pareja no se sentía muy cómoda al tenernos tan cerca y a mí la verdad es que tampoco me gusta mucho, pero en fin, era eso o nada, porque no había más mesas. Lo bueno es que el idioma nos separaba…

Tras la cena, nos dirigimos a una heladería que había por la misma zona, aunque no fuimos a la que hay justo enfrente de la Fontana donde la tarrina mediana costaba 4.5 euros, decidimos andar como diez metros y encontramos una que si mal no recuerdo se llamaba BlueIce, y por dos euros y medio nos tomamos unas tarrinas medianas con dos sabores que se salían por todos lados. De hecho pedías sólo un sabor y las dependientas nos miraban extrañados y nos preguntaba si sólo queríamos uno, a lo cual yo pedí dos, jaja, para algunas cosas soy bastante fácil de convencer, pero claro, no fui capaz de acabármela y se la comió Alex que sólo pidió un sabor. El helado estaba buenísimo por cierto y nos cobraron 2.5 por una tarrina mediana enorme, mientras que el otro en Alicante por una mediana de dos sabores que no era tan grande, ni rebosaba por ningún lado me cobraron 4.20 por pedir dos sabores en vez de uno. En fin, para que luego digan que Roma es cara.

Tras un pequeño paseo mientras nos comíamos el helado por los puestos típicos llenos de figuritas de todos los monumentos, láminas de cuadros, anillos hechos por cristal de Murano, calendarios y todo tipo de souvenirs, llegamos a la parada de bus de Plaza Venecia donde nos pusimos a esperarlo para que nos llevara de vuelta al hotel. Por ese día había sido bastante, teníamos que asimilar lo que habíamos visto, no tragar sin masticar, por no decir que estábamos hechos polvo literalmente.

Día 3: Domingo

El día anterior ya habíamos planificado más o menos la ruta que íbamos a seguir el domingo. Esa mañana cogimos un bus que nos llevó cerca del Castillo de Sant’Angelo o Mausoleo de Adriano, ya que desde el hotel era una buena distancia a paseo y el día se presentaba ajetreado. Una vez por la zona, cruzamos el famoso puente de Sant’ Angelo lleno de estatuas a cada lado que representan a diez ángeles que sostienen los instrumentos de la Pasión, creados por Bernini y por si el conjunto no fuera bello, el río Tíber queda a nuestros pies. Una estampa realmente bonita. Una vez frente al Castillo, a lo lejos, se divisa la cúpula de San Pedro.

Entramos gratis, ya que aún nos quedaba una «entrada gratuita» de la Roma Pass, aunque creo que el precio está alrededor de los 5.5 euros para aquellos que la paguéis. El Castillo la verdad es que enorme por dentro y por fuera, y entre las salas y los pasillos exteriores, se van un par de horas perfectamente para verlo todo. Se trata del Mausoleo de Adriano que posteriormente se convirtió en un edificio militar, de hecho en los patios internos podemos ver amontonadas bolas de los cañones. Su nombre actual, Castillo Sant’ Angelo, proviene de la aparición del Arcángel San Miguel al papa Gregorio I. El Arcángel apareció sobre la cima del castillo envainando su espada, lo cual significaba el fin de la epidemia de peste que golpeó a la ciudad de Roma en el año 590.

Lo mejor para mi gusto del castillo son las vistas que tiene, unas preciosas panorámicas de Roma, del Tíber, de la Cúpula de San Pedro… Sobre todo en la cima del castillo, donde se puede acceder por unas escaleras internas y donde una estatua de bronce del Arcángel San Miguel de Pierre van Verschaffelt, sobre un dibujo de Bernini, corona la cima del castillo. Allí hacía muchísimo calor porque el sol daba de lleno y cuidado al bajar las escaleras, que son bastante estrechas y una chica se cayó.

Aparte, hay algunas salas interesantes, como la habitación del Papa, por ejemplo, donde no está permitido hacer fotos o los salones interiores. Hay un bar que queda en uno de los pasillos externos, a modo de terraza, con hojas que cubren a modo de techo y donde la verdad apetecía estar, pero cuidado, una cocacola la cobraban a 6 euros, demasiado cara teniendo en cuenta que en el patio de salida había una fuente con agua fresca y con muy buen sabor.

Tras la visita al Castillo, anduvimos el puente de nuevo, pero esta vez en dirección contraria en busca del mercado del Campo di Fiori. Unos amigos nos habían dicho que es un mercado en el que se vende una fruta que tiene una pinta deliciosa, que está muy bien colocadita y luego allí te puedes sentar en una terracita a tomar algo. Andamos hasta llegar allí, pasando por callecitas de piedra y casas bajas, y nos quedamos un poco decepcionados cuando llegamos y no había mercado… No sé si es que no se celebra los domingos y nosotros pensamos que sí, el caso es que estuvimos por la plaza un rato y continuamos andando con muchas ganas de haberlo visto. Calor y más calor, eso sí.

plaza navona

De pronto bajando por unas calles peatonales que quedaban detrás de Plaza Navona, más o menos, giramos la esquina y aparecemos en la Plaza de la Rotonda, y a la derecha, como si de una aparición se tratara aparece ante nuestros ojos el Panteón!!! No puedo deciros todo lo que me impactó, si la Fontana di Trevi me pareció grandiosa, el Panteón me pareció espectacular, fueron los dos sitios que más me gustaron sin lugar a dudas, ningún otro monumento me causó tanto asombro como estos dos. El Panteón de Agripa es un edificio increíble y además, escuchando la audioguía, aún impacta más conforme se conoce su historia. Si por fuera es de impresión, cuando penetras en el interior y ves ese agujero enorme en la cúpula y todo iluminado y lleno de columnas de hace muchísimos siglos, uno no puede sino admirarlo y disfrutarlo.

Estuvimos sentados cerca de media hora en un banco, observándolo todo mientras escuchábamos la audioguía y hacíamos fotos. A partir del Renacimiento el panteón es utilizado como sede de la Academia de los Virtuosos de Roma, sirviendo de sepulcro a grandes artistas italianos como Rafael, el gran Rafael!! Y por otro lado, alberga la tumba de Vittorio Emmanuelle, como dije antes, primer rey de Italia. El panteón es un templo pagano, dedicado a todos los dioses, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Es totalmente alucinante pensar que estamos pisando un suelo de hace tantísimos siglos, tocando unas columnas que llevan aguantando el peso de la bóveda durante cientos de años y ahí siguen, como si no les afectara el tiempo.

Lo que más me llamó la atención fue percatarme de algo obvio y es que el óculo está abierto, claro y por él entra tanto el sol, como el agua de lluvia, aunque por ello el pavimento es ligeramente convexo, sin embargo no deja de asombrarme que se conserve tan bien su interior a pesar de las inclemencias del tiempo durante tantos siglos.

Por supuesto, cuando salimos a la calle lo recorrimos alrededor fijándonos en los arcos «escondidos» que alberga y que hace posible que el peso de la bóveda y el friso aguanten año tras año. Dicen que cuando caiga el Panteón, caerá Roma y cuando Roma caiga, caerá el mundo. Con eso os digo todo.

En la parte derecha del Panteón (visto desde enfrente), se encuentra la Plaza de Minerva, bueno en realidad no sé si se llama así, pero creo que había una pequeña iglesia que sí tiene ese nombre y en la plaza hay un obelisco que me resultó muy simpático porque se sitúa encima de un pequeño elefante de piedra.

Yo me quedé tan sumamente impresionada que me sentía abrumada y feliz, aunque con hambre, jaja, ya que serían como las 15 horas y no habíamos dejado de andar durante toda la mañana, así que nos dirigimos hacia la misma calle por la que habíamos venido y nos sentamos en un pequeño bar donde servían pizzas al taglio y donde comimos como tres trozos cada uno, más las bebidas por poco más de 15 euros.

Tras comer y volver a la Plaza de la Rotonda, atestada de gente por otra parte, ya que hay muchas mesas de restaurantes y cafeterías alrededor (si no recuerdo mal, justo enfrente del Panteón hay un Macdonald), nos dirigimos a la calle que quedaba a la derecha (si nos ponemos de espaldas al gran edificio), y recorrimos camino hasta llegar a la Fontana, que está apenas a unos metros. Nos acercamos de nuevo allí para contemplarla de día y de nuevo estaba abarrotada de gente, es impresionante! Nos hicimos unas cuantas fotos más aprovechando la nitidez y la luz del día y tras estar allí un rato, nos dirigimos hacia Plaza Barberini, pero antes de llegar no pudimos evitar la tentación de entrar en una heladería (donde también se podía comer) que estaba al lado de la plaza y tomarnos un granizado de limón. Allí descansamos un poco y tras un refrescante limón que nos supo a gloria bendita, hicimos unas fotos a la fuente de la Plaza Barberini, la Fuente del Tritón, de Bernini, aunque no fue fácil, ya que había un hombre bastante ido que no dejaba de gritar a todo el que se acercara. De ahí, cruzamos la calle y aparecimos en otra fuente con forma de concha y unos metros más adelante nos encontramos con la famosa «Cripta de los capuchinos», que unos amigos nos habían recomendado visitar.

Para entrar a la cripta hay que dar la voluntad, pero tiene que ser mínimo un euro, de forma que es una voluntad relativa. Está prohibido hacer fotos (tanto con flash como sin él) y grabar con cámara. La cripta es un pasillo y a la derecha nos quedan las celdas. De verdad que es una de las visitas que más impacto me causó, si podéis buscar algunas fotos por Internet para comprobarlo, y es que todo está decorado con huesos humanos, todo! Las lámparas, las figuras en las paredes a modo de adorno hechas de hueso, en fin, es increíble. Luego, en cada celda, podemos ver los cuerpos de los monjes capuchinos, algunos esqueletizados, pero hay otros que todavía conservan algo de carne y es realmente impactante. Algunos están acostados, pero hay otros que están de pie y justo frente a nosotros, lo cual me dejó bastante pasmada. Además, de que las celdas están totalmente decoradas con huesos, pudiendo apreciar vértebras a modo de columnas, huesos pélvicos, mandíbulas, etc. En parte es un tanto desagradable, de hecho a mí me lo pareció bastante, y pensé que es incluso macabro, pero visto en la distancia, no puedo dejar de reconocer que es muy sorprendente y los elementos decorativos están tan bien hechos con los huesos que cuesta creer que sean de verdad. Además, la iluminación es más bien tenue, con muchas lámparas de aceite y velas y no huele mal, a pesar de todo, había un vago olor a incienso. Muchas de las celdas además tienen tumbas, con sus cruces clavadas sobre cada montículo de tierra. A la salida (o entrada, depende) estuvimos leyendo un poco la historia de los capuchinos, ya que está en varios idiomas, lo cual es de agradecer, y de quién son algunos de los cuerpos que se exhiben en las celdas. Os comento a modo de anécdota que uno de los cuerpos de la primera celda pertenece a una princesa que era sobrina de un monje capuchino.

A todo eso, serían las 5 de la tarde y necesitábamos refrescarnos de verdad, así que esta vez cogimos el metro (la única vez; por cierto, nos sorprendió cuánto descienden las escaleras mecánicas, imagino que es bastante complicado en una ciudad como Roma excavar sin encontrarse con ruinas) que nos llevó hasta Termini y de ahí al hotel, donde pudimos ducharnos y descansar. Los planes para esa tarde eran ir al Trastevere y ver el barrio de noche, pero se truncaron porque cogimos un autobús sin tener mucha idea de donde paraba y nos bajamos en una parada equivocada que nos dejó en la Plaza de San Pedro, de forma que estuvimos paseando por ella y haciéndonos fotos. Me causó impresión, aunque de otro modo, estar allí, en esa plaza que tanto sale por la tele y tener enfrente la grandiosa Basílica de San Pedro, rodeada de columnas.

Bajando por Via la Conciliazione, que me hacía mucha gracia ir paseando por esa calle, nos dirigimos a una parada de autobús para que nos llevara al famoso Trastevere, pero el autobús que debía venir era uno de estos que pasan cada tanto, de forma que estuvimos esperando cerca de media hora y decidimos dejar la visita para el día siguiente. En parte fue un chasco porque nos apetecía ver el ambiente del Trastevere de noche, pero bueno, al final no estuvo mal la noche.

El caso es que nos dirigimos hacia la zona de la Fontana y Panteón buscando un sitio donde cenar, queríamos ir a un restaurante que nos habían recomendado y que yo había leído que está muy bien, pero no lo encontramos, algo que nos pareció raro porque pasamos por toda la calle fijándonos en todos los números, por lo que llegamos al famoso DaBaffeto, casi sin comerlo ni beberlo, y decidimos quedarnos allí. Serían las 21.30 aproximadamente, había bastante cola, lo que había leído era cierto y la mayoría eran italianos. Estuvimos esperando como 15 minutos hasta que nos llamaron. Avanzaba rápida.

La verdad es que el da Baffetto viene a ser como un bar cutrecillo en España, pero con mucha fama, se nota que es antiguo, que tiene solera, como dirían. El restaurante hace esquina, en las paredes había luces de colores en plan luminosos y plantas que ascienden, la fachada es bastante vieja. Nos sentaron fuera, así que no os puedo comentar cómo es por dentro, pero por lo que vimos sí se ve que tiene sus años, de hecho el dueño era un viejecito que no dejaba de dar gritos para ir sentando a la gente.

Empecemos a describir cómo fue nuestra experiencia en el da Baffetto, en primer lugar, nos sentaron fuera como he dicho, había mucha gente, así que lo hicieron fue sentarnos en una mesa de seis personas con un grupo de cuatro en el que iban dos parejas italianas. Reconozco que estábamos un tanto incómodos porque la noche anterior habíamos cenado en L’allegro Pachino y aunque estábamos casi pegados a la pareja de al lado, no estábamos en la misma mesa, algo que cambia bastante. Pero se notaba que no sólo nosotros estábamos regular, sino las dos parejas de jovencitos también. Al final nos relajamos, porque total no nos entendamos y para qué íbamos a estar mal… La verdad es que había leído bastantes buenas críticas sobre este sitio, pero reconozco que no me pareció nada del otro mundo, comimos una pizza cada uno, que recuerdo estaba rica, pero no más que otras que hubiéramos probado, de beber agua y cerveza y de postre un tiramisú, que fue lo mejor de toda la cena. A mí el tiramisú no me gusta mucho, pero este estaba delicioso, parecía natillas, me encantó. El total de la cuenta fueron 25 euros, no me pareció tan barato como había leído en páginas web, pero bueno, como experiencia no estuvo mal y el tiramisú mereció la pena. Además, destaco el pasotismo del camarero que nos atendió, nada amable, me tiró la pizza a la mesa, ya que no llegaba al estar nosotros situados al final de la mesa y pegados a una pared, el plato debía estar caliente y como la separación con las mesas de detrás y delante es mínima y no podía pasar, tuvo que «tirarla». Los vasos y cubiertos nos los dio para que nos lo colocásemos nosotros y no fue demasiado cortés en ningún momento, por no decir, que no lo fue. Así que sinceramente, el tiramisú lo mejor, pero en general, no recomendaría este sitio. Me parece caro para el servicio que ofreció en cuanto a atención, sobre todo.

Esa noche, estuvimos dando una vuelta por la zona, nos dirigimos a Plaza Venecia donde estuvimos viendo el monumento a Vittorio Emmanuelle de noche, cubierto de pájaros que lo sobrevolaban, y es que si los monumentos son bellos de día, de noche tienen magia.

coliseo de roma

Tras dar un pequeño paseo por la zona, decidimos ir hasta el Coliseo para verlo de noche también, de forma que cogimos un autobús que nos dejó a los pies del mismo. Es una maravilla poder apreciar tan inmensa obra de arquitectura en la oscuridad, evidentemente está iluminada, pero de una forma muy sutil. A mí me encantó, me parecía mucho más intenso y cercano, quizás al no poder apreciar todo su tamaño de golpe, como cuando nos impacta la vista siendo de día. Estuvimos dando un paseo por allí, había ambiente, sobre todo de gente joven y vendedores de rosas que se acercaban continuamente a las parejas, cuidado con estos que son unos pesados, te insisten hasta la saciedad y luego te ponen la rosa en la mano y vaya como se la cojas! Son iguales que las gitanas con las ramitas de romero… Además es que dices que no, y siguen, y así hasta que me harté y le «grité» al tío que no, y me dejó en paz, jaja.

Hubo una cosa que me resultó muy curiosa y es que luego esperamos el autobús justo enfrente del Coliseo y yo decía: «Pero Dios, que tengo el Coliseo delante y estoy esperando el bus!!!», esa magia entre lo antiguo y lo moderno, no sé, me pareció una situación muy peculiar, de hecho pensé que la mayoría de los romanos estarían tan acostumbrados que estarán delante del mismo y como quien tiene un edificio cualquiera delante, oye.

Con una sonrisa en los labios, decidimos dar un descanso al cuerpo y que mejor forma de hacerlo, que yéndonos a dormir. Mañana de nuevo estaremos aquí.

Día 4: lunes

A estas alturas teníamos ampollas en los pies e íbamos arrastrando el cansancio de los días anteriores. Habíamos planeado ir a pasar la mañana al Trastevere, pero antes, queríamos ir a visitar la catedral de Roma, y para eso nos dirigimos hacia la Plaza San Giovanni in Laterano o San Juan de Letrán.

El nombre oficial es Archibasilica Sanctissimi Salvatoris, es la más antigua y la de rango más alto entre las cuatro basílicas mayores o papales de Roma, y tiene el título honorífico de «Omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput» (madre y cabeza de toda las iglesias de la ciudad de Roma y de toda la tierra), por ser la sede episcopal del primado de todos los obispos, el Papa. Fue consagrada por el Papa San Silvestre I. Las otras tres basílicas mayores, todas caracterizadas por tener una Puerta Santa y un Altar Papal, son: la Basílica de San Pedro del Vaticano, la Basílica de San Pablo Extramuros y la Basílica de Santa María la Mayor. Anexo a la archibasílica hay un claustro con jardines y arquerías, y un palacio (el Palacio de Letrán), propiedad del Papa. Antiguamente, todo este complejo lateranense fue la sede del Papa y del gobierno eclesiástico, hasta el tiempo en que la corte pontificia se mudó a Aviñón (Francia), periodo conocido como Cautiverio de Babilonia. Al regresar los Papas a Roma, se establecieron en la colina vaticana, donde actualmente está la Santa Sede.

Esto os lo copio tal cual de Wikipedia, porque es justo lo que nos contaba la audioguía.

La verdad es que esta catedral es impresionante, enorme y tiene un baldaquino precioso, en la parte superior de éste se guardaban las cabezas de San Pedro y San Pablo, que ahora están resguardadas en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Bajo el baldaquino, en el altar mayor, está enterrado el Papa Martín V bajo cuyo pontificado se abrió por primera vez la Puerta Santa en esta basílica.

A mí me gustó especialmente, entendí porque se la considera la madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad de Roma y de toda la tierra, ya que es impresionante. Justo enfrente, saliendo de la catedral, encontramos el edificio que alberga la Scala Santa, el Sancta Sanctorum, conocida así por guardar en su interior alguna de las antiguas reliquias más apreciadas de la cristiandad, entre ellas las cabezas de los apóstoles San Pedro y Pablo, contenía también una veneradísima imagen del Salvador llamada «akeropita», es decir, «no pintada por mano de hombre», los historiadores auguran que esta capilla era el santuario más venerado de la Roma medieval, salvada por Sixto V. En el friso sobre el altar, el Papa hizo poner la inscripción «No hay lugar más santo en toda la Tierra». Otro elemento salvado de la destrucción y trasladado por el arquitecto Fontana a la pequeña basílica, fue la célebre Scala Santa, hoy sirve de acceso junto con dos escaleras más laterales a la capilla de los papas y es la que da nombre a todo el edificio. Algunos siguen identificando la Scala Santa como la escalera del pretorio de Pilatos en Jerusalén por donde Cristo subió varias veces el día de su pasión y que Santa Elena, la madre del emperador Constantino, mandó trasladar a Roma. Aunque esta tradición carece de fundamento histórico, los peregrinos suelen subir de rodillas sus 28 escalones al final de los cuales a través de unos barrotes se puede ver el Sancta Sanctorum con la venerada imagen «akeropita» del Salvador. Los escalones están protegidos por tablones de madera debido al desgaste continúo producido en el mármol por los numerosos de peregrinos que acuden a ella.

barrio trastevere

Para aquellos que queramos subir sin hacerlo de rodillas, anexas a la Scala Santa, hay dos tramos de escaleras que suben hasta el altar también, como ya he dicho antes. El lugar está custodiado por los Pasionarios, de la orden de Santa Gema. Os añado una foto porqué me resultó muy curiosa esta visión.

De allí nos fuimos en autobús hasta las Termas de Caracalla que vimos por fuera y no muy de cerca, y desde esa zona, nos fuimos directos al Trastevere. Al Trastevere no se puede llegar en autobús, así que éste nos deja en unas calles más o menos cercanas y de ahí ya vamos andando. La verdad es que se nota mucho el cambio cuando nos sumergimos en el barrio, ¿cambio en qué sentido? Pues en la tranquilidad, es una zona con mucho menos turismo, con muchísimos menos coches y de gente de toda la vida, con pequeñas tiendas de arreglos, que a la vez venden souvernirs, panaderías, casas y edificios añejos… Otra Roma. En el Trastevere vimos dos iglesias principales, la Basílica de Santa Cecilia y la Basílica de Santa María in Trastvere.

La basílica de Santa Cecilia está situada en pleno barrio del Trastevere, y cuando apareces delante de su fachada no parece una iglesia como tal, parece algún edificio donde se albergue la sede de algo, el caso es que al entrar a través de sus puertas aparecemos en un patio decorado con columnas, jardines y una fuente con un cántaro en el centro. El color de la iglesia es blanco, muy pura también, en el pórtico está el escudo de armas y la dedicatoria del cardenal titular que financió la construcción de la fachada, Francesco Acquaviva d’Aragona.

El interior de la basílica es pequeño, en vez de bancos hay sillas (aunque esto abundan en muchas otras, como Santa María la Mayor), al contrario que en el resto, apenas había nadie, cuatro personas y una monja anciana que se sentó en el altar. Precisamente en el altar se encuentra una escultura de un cuerpo que a simple vista nos sorprende (e incluso nos puede pasar desapercibida, sino reparamos demasiado en el altar), se trata de una escultura del autor Stefano Maderno, que según he leído fue modelada sobre el cuerpo de la propia Santa Cecilia cuando se abrió su tumba en 1595 y donde se aprecia la decapitación que sufrió, ya que alrededor del cuello se puede ver el corte en el cuello.

Tras hacernos unas fotos allí y en el patio exterior, nos dirigimos con paso firme hacia la basílica de Santa María in Trastevere, la más importante de este barrio. Para llegar a ella pasamos por las calles típicas de la zona, adoquinadas, con casas adornadas con flores, restaurantes que ofrecen sus menús a los turistas, alguna tienda de souvenirs, con postales en sus puertas… El ambiente es muy sosegado, se nota que no estamos en el centro.

Llegamos entonces a una plaza con una fuente en el centro, como no, que de lado parece adornada por ranas gigantes, aunque de cerca son similares a escudos. Justo frente a la fuente queda la basílica. Cuando penetramos en ella, nos llama la atención su techo de madera; en el altar, una imagen que me recordó a la famosa Santa Faz de Alicante, y en la nave de la izquierda (la basílica está dividida en tres naves), al final, nos encontramos con una escultura de San Antonio que me llamó mucho la atención porque estaba atestada de peticiones y oraciones. No sólo a los pies, sino en los propios brazos del santo y entre los huecos que quedan en sus brazos al coger al niño. Yo quise dejar una, a pesar de que no soy muy católica, pero no tenía lápiz ni papel y luego Alex no quiso volver…En Santa María in Trastevere hay bastante más gente que en la basílica de Santa Cecilia, pero no llega a ser la masificación que hay en otras iglesias del centro de la ciudad.

Como podéis suponer, a esas horas ya nos moríamos de hambre, así que buscamos algún sitio por el barrio para comer. La oferta es bastante amplia, desde sitios baratos con comida para llevar, hasta restaurantes más «finos». Decidimos probar en uno (de este no recuerdo el nombre), que estaba muy bien situado, ya que daba a una placita semicircular que quedaba cerrada por casas. El restaurante tenía mesas en el exterior, quedaban un par libres para dos personas, si mal no recuerdo, y decidimos sentarnos en una. Se puede decir que fue el restaurante más fino al que fuimos durante nuestra permanencia allí.

Os comento cosas sobre él, en primer lugar la mesa estaba cuesta abajo, no de manera significativa, pero si un poco como para que temiéramos porque se nos cayeran los vasos. Lo malo de los restaurante allí es que aprovechan al máximo al espacio, produciendo cierta incomodidad en ocasiones a los clientes, en nuestro caso no podíamos mover la mesa para enderezarla ni a un lado ni a otro, ya que a la derecha nos quedaba la pared y a la izquierda unos pocos centímetros hasta la mesa que estaba al lado y por ese mini pasillo era por donde debía moverse la camarera, con lo cual tuvimos que comer un poco torcidos. No es una gran desventaja, pero bueno, siempre se puede estar mejor.

A esas alturas del viaje, aún no habíamos probado la famosa pasta italiana (sí la lasaña y la pizza, pero no la pasta en sí), de forma que decidimos que ya era hora, así que Alex pidió un plato de pasta a la matriciana y yo pedí pasta a la carbonara, que había leído que está deliciosa y es muy distinta a la que comemos aquí. Efectivamente, los dos platos nos gustaron mucho, yo casi recuerdo el sabor del mío, y eso que la carbonara no es una salsa que me guste especialmente. Pedimos para beber, agua y cerveza y aquí sí pedimos postre, en concreto unos profiteroles, que tenían un precio de 3 euros y que nos parecieron bastante baratos, pero claro, pensando en la cantidad que te ponen en España, allí nos pusieron sólo dos y claro, 3 euros por dos profiteroles sí me parece caro. Eso sí, estaban buenísimos, la cubierta de chocolate estaba para mojarse los dedos y llevaban también chocolate en polvo blanco.

La comida en general nos gustó, sin embargo, la atención por parte de las camareras dejó mucho que desear y no salimos muy contentos de allí, en primer lugar, por lo que os comentaba de la mesa cuesta abajo donde estábamos, ya que la mesa de al lado (eran cuatro y habían juntado dos) se fueron, de forma que separaron las mesas, quedando una de tres y otra de dos más cercana a nosotros, con lo cual le pedimos a la camarera si podíamos cambiarnos y nos dijo que «un momento», sin embargo, desapareció y ya no nos dijo nada durante toda la comida, de forma que nos trajeron los platos y pensamos que ya no hacía falta. Por otra parte, cuando ya acabamos de comer, y pedimos la cuenta… menudo pasotismo!

Estuvimos esperando media hora a que nos la trajeran y eso que la pedimos dos veces, pero nada, que las tías pasaban y no os creáis que estaban desbordadas, más bien al contrario, a todo esto, en la mesa de al lado, llegaron unos españoles y estuvieron la misma media hora esperando a que les tomaran nota. Alex y yo estábamos por irnos sin pagar, hasta que la camarera se dignó a traernos la ansiada cuenta, en total, unos 25 euros, más o menos, creo que nos cobraron el servicio de los cubiertos (2 euros), aunque esto es bastante típico.

Tras comer, salimos del Trastevere en dirección a la Isla Tiberina, que queda al lado prácticamente, pasando a través del Ponte Fabricio. La isla es pequeñita, yo me imaginaba que era mucho más grande y el puente que la cruza es por tanto de corta longitud, sin embargo, no deja de ser curioso verla ahí en medio.

En aquellos momentos decidimos tomarnos la tarde muy tranquilamente, dejándonos llevar, así que nos pusimos a andar y dimos de frente con la Fuente Taruga o fuente de las tortugas, muy curiosa, por cierto. No muy lejos de allí, paramos en un bar no demasiado turístico llamado «Bar Toto’dal 1890» y situada en Vía Portico D’Ottavia 2, donde nos tomamos dos capuchinos, los famosos capuchinos de Roma!! Realmente estaba delicioso y os lo dice una que no es nada amante del café. Ambos costaron 4 euros, nada caros. Estuvimos un rato sentados en una mesa situada en la calle, tranquilamente, sin agobios, charlando y disfrutando. Al final, las prisas por verlo todo te dejan machacado y nosotros no íbamos con esa intención (aunque lo parezca), por eso los dos últimos días nos relajamos y en muchos momentos nos dejábamos llevar.

Tras un pequeño descanso, deambulamos hasta Torre Argentina, cerca de Plaza Venecia y de pronto me dice Alex: «¡Mira!», y yo que iba delante, me giro y veo un cartel que pone «Cat Sanctuary» en las propias ruinas romanas de Torre Argentina. Os cuento, el cartel estaba a la entrada de unas escaleras que bajaban hacia las propias ruinas, o eso parecía al principio, el caso es que bajamos y nos encontramos una mesa con varios artículos a la venta: tazas, monederos, figuras, relojes, etc, todo de gatos y a la derecha la entrada a una especie de casa, por la zona había muchos gatos durmiendo u observándonos, algunos se acercaban para que los acariciásemos y otros no invitaban a entrar a la casa propiamente dicha pasando ellos primero.

Dentro de ésta, nos encontramos con más artículos a la venta y de mayor variedad y allí ya conocimos a varios voluntarios que se acercaron a nosotros en seguida y nos contaron un poco qué es «Cat Sanctuary», cuál es la labor que ellos desempeñan, la historia de alguno de los gatos que tienen allí, etc. Hablaban en inglés y ofrecen la posibilidad de hacer una pequeña ruta por las excavaciones de Torre Argentina en inglés también, a modo de guía.

Os comento más detalladamente que dentro de la casa, digamos que en la entrada, están los artículos que hay a la venta y a la izquierda hay una pequeña sala cerrada donde nos permitieron la entrada, porque en todo momento fue gente muy amable y considerada. En esta sala hay gatos que están enfermos y no pueden estar sueltos por las ruinas, ya que no sobrevivirían, en la sala hay jaulas donde hay algunos gatos que están curándose de heridas o tienen algún problema de salud, más o menos, grave. Disponen de comederos, cuencos con agua, areneros y muchos juegos para que estén felices dentro de esa sala, ya que hay que tener en cuenta que esos gatitos no salen de allí. La verdad es que la labor de esta gente nos impresionó muchísimo, la simple visión de los gatos, cada uno con una historia y viéndolos allí felices, me dejó contenta por una lado, ya que hay gente que se preocupa por ellos, pero por otra parte mal, ya que había algunos enfermos con muy mala calidad de vida (a pesar de lo bien tratados que están allí), que posiblemente nunca sean adoptados por nadie. Si no llega a ser porque estamos en Roma y era un poco locura, os prometo que me habría traído a cualquiera de ellos.

Después de pasar allí un rato con los voluntarios y estar con los gatos acariciándolos y jugando, compramos algunas cosas de la tienda (cuyo dinero va a la manutención de los mismos), y nos dirigimos hacia Via del Corso, pasando por la Plaza del Corso, donde se ubica el edificio del Templo. En Via del Corso entramos a algunas tiendas (allí nos encontramos con tiendas como Zara, Disney Store, de regalos etc.), más normales que las que hay en la exclusiva Vía Condotti, donde nos encontramos con Gucci, Armani, Yves Saint Laurent, Bvlgari,etc.

Por supuesto, tras una mañana-tarde tan movida, estábamos bastante cansados, con lo cual cogimos un bus por la zona que nos llevó hasta el hotel. Qué cansancio!! Cuánto por ver hay en Roma, es increíble y además, siendo turistas vas con los ojos abiertos y cualquier cosa te sorprende y te llama la atención, a estas alturas no sé cuantos cientos de fotos habríamos hecho.

plaza de españa roma

Los planes de esa noche eran ir a la Plaza de Spagna y a la Plaza del Popolo, aunque sólo fuera de pasada, pero teníamos que verlas, así que ese fue el recorrido que hicimos la noche del lunes, fuimos primero a Plaza Spagna, que estaba atestada de gente y es que en la zona de la fuente Barcaccia, había un piano y por lo visto iba a haber una actuación o espectáculo. La plaza de Spagna nos gustó mucho, aunque siempre te haces una idea previa de cómo será cada plaza y al final sorprende su arquitectura o forma (o eso me pasaba a mí). Me gustó mucho, la verdad, aunque el hecho de verla de noche quizás hizo que no nos fijáramos bien en todos sus detalles. Bajando las enormes escaleras, nos encontramos de lleno con las tiendas de las firmas más exclusivas, como ya os comenté antes, y es que en Plaza de Spagna se inicia Via Condotti.

Metiéndonos por calles adyacentes, llegamos a una avenida bastante amplia (no sabría deciros si sigue siendo Via Condotti, yo creo que no) y llena de tiendas también (aunque aquí ya va decayendo un poco la exclusividad de las tiendas en comparación a lo visto anteriormente), de pronto, al fondo se oye un rumor que se hace más tangible conforme llegamos a la famosa Plaza del Popolo y es que bajo el obelisco hay dos sopranos y dos tenores, hay un pequeño espectáculo de ópera!! Yo que siempre he querido ir a una, de pronto me veo en Roma, en plena Plazza del Popolo, escuchando unas voces divinas!! Además, era curioso porque iban elegantemente vestidos, ellos con esmoquin y ellas con fastuosos vestidos, entre turistas con ropas comunes. Al frente la ópera bajo el obelisco egipcio dedicado a Ramsés II, de espaldas las iglesias gemelas Santa Maria dei Miracoli y Santa Maria in Montesanto. Fue un momento único porque realmente me sentí en Italia, me sentía feliz. Cantaron juntos y luego cada uno entonó su ópera, aunque no estuvimos mucho tiempo, sí el suficiente para apreciar el momento y sentirnos muy integrados en la ciudad.

No nos quedamos mucho porque eran cerca de las 21.30 y estábamos muertos de hambre, jaja y la verdad es que los restaurantes que había por la zona nos parecieron caros, supongo que el hecho de encontrarse tan cerca de tiendas tan caras y en una zona tan pija, influía. Así que nos dirigimos de nuevo hasta nuestra zona predilecta, la Fontana y el Panteón. Caminando por las calles y cruzándonos con muchísimos turistas y juglares al estilo moderno, llegamos a un restaurante llamado «Il Pichio» o algo similar (no lo recuerdo con exactitud), lo que os puedo decir es que si os ponéis de espaldas a la Fontana, tomáis la calle que queda a vuestra izquierda y andáis unos metros y es uno de los que queda en esa calle, a escasos 30 metros de la Fontana. Está pegado a uno donde sirven pizza al taglio. Este restaurante nos gustó mucho, de hecho cenamos allí la noche del lunes y la del martes, además de que el camarero que nos atendió fue el mismo los dos días y era muy agradable, por fin encontrábamos a alguien simpático trabajando de cara al público!! No sé si es que en Roma están tan hartos de los turistas que acaban tan acostumbrados que no se esmeran por tratarlos con una mínima cortesía, puede ser, o quizás es que nosotros no dimos con los lugares más adecuados.

En fin, que me voy del tema, el caso es que cenamos allí. Yo tenía mono de lasaña y Alex pidió una pizza, y de beber, agua y cerveza. De postre, un brownie que estaba, mmm, cómo estaba!!
En total, unos 23 euros, la cuenta hecha a boli, muy casero todo y nada caro.

Como os digo cenamos muy bien, la lasaña estaba exquisita, tenía muchísimas capas y la pizza de Alex muy rica también, aunque no recuerdo de qué era, pero vamos, que a él le gustó mucho. Como dije antes, el camarero fue muy agradable y simpático en todo momento y valoró que le hablásemos un mínimo de italiano, jaja, ya que siempre nos devolvía una sonrisa de aprobación. A ello se une que está en una calle muy céntrica, y quizás no os guste demasiado comer con público, ya que hay un chorro continuo de gente paseando, pero a la vez está bien porque ves el ambiente e incluso algún pequeño espectáculo callejero mientras cenas. De precio nos resultó bien también, creo que cobraron también los servicios de los cubiertos, en la media de lo que nos iban costando todos los restaurantes a los que habíamos ido hasta el momento.

De vuelta, el autobús nos llevó con su traqueteo característico hacia el hotel. Sólo nos quedaba un día en Roma… Qué cansados estábamos, pero que dichosos nos sentíamos a la vez. El cansancio del viajero mezclado con la gratitud de haber podido pisar esas tierras.

Día 5: martes

En nuestro último día en Roma no podía faltar una visita a los museos Vaticanos y a la catedral de San Pedro. Por tanto, sabíamos que el día no iba a dar para mucho más, ya que sólo la visita al museo nos iba a llevar toda la mañana.

Se dice mucho que la visita al museo Vaticano debe guardar un decoro, sobre todo en cuanto a la ropa de las mujeres se refiere, yo me lo creí y claro, así lo sufrí después.

Las normas de vestimenta indican que no se puede entrar con faldas o pantalones por encima de la rodilla, con los hombros al descubierto y con grandes escotes, pues he de deciros que esto es más bien una mentira. Os cuento porqué. Yo que pensaba que esto era así y además que todo el mundo decía: «debes entrar con los hombros cubiertos, no puedes ir con pantalones cortos, etc., etc.», me puse unos vaqueros y una camisa que me tapaba los hombros. Además, llevé unas sandalias en el viaje, pero con las heridas que tenía en los pies, no quería ponérmelas sabiendo que íbamos a estar todo el día fuera, ya que me rozaban, de forma que me puse unas zapatillas de deporte con mis calcetines incluidos, así que a 30 y tantos grados y con la humedad que hay en Roma os podéis imaginar el calor que pasé… horrible.

No hubieran sido más que unas cuantas quejas por mi parte si no fuera porque al llegar a la cola (que daba la vuelta a la manzana, eran como las 10 de la mañana), vi que las chicas no iban precisamente ataviadas con mucho decoro. La chica que iba delante de mí llevaba una camiseta de tirantes (con lo cual iba enseñando hombros y escote, aunque esto último no de forma exagerada, eso sí), y unos pantalones cortos en los que prácticamente se le veían los cachetes!! Yo cuando la vi, porque iba detrás y me dio tiempo a mirarla bien, pensé que posiblemente no la dejaran entrar. La cola avanzaba rápido, estaríamos como 20-25 minutos, y cuando llegamos a la entrada, un guardia decía que hay que taparse los hombros (nada de las piernas), con lo cual, las chicas que iban con sus camisetas de tirantes (y sus pantalones cortos), se tapaban con un pañuelo o utilizaban una chaquetita. La chica que iba delante de nosotros se puso una chaqueta larga que le tapaba parte de las piernas (por encima de las rodillas) y así vestida pasó. Yo me quedé alucinada. La verdad es que me molestó y sinceramente no disfruté demasiado de la visita.

Lo más fuerte del asunto es que una vez dentro, todo el mundo se quita las chaquetas, los pañuelos o lo que llevara encima y se quedaban con sus mini pantalones y sus mini camisetas y yo, que fui tonta, iba tostándome porque no hay aire acondicionado en prácticamente ninguna sala, sólo ventiladores que la gente utiliza para ponerse delante.

capilla sixtina

En fin, que un desastre en ese sentido, me sentí un tanto estafada. La entrada tiene un precio de 14 euros, y aunque no somos muy partidarios de pagar a la Iglesia, nos parecía un delito irnos sin visitar la Capilla Sixtina. Como dije, la entrada no está incluida en la Roma Pass ni tampoco se le aplica descuento con la misma.

Para seros sincera, el museo vaticano fue lo que menos me gustó de todo lo que vimos durante el viaje. Influye el hecho de que yo pasé mucho calor e iba molesta por lo de la ropa, pero es que además, es un sitio que incluye tantos museos, donde hay tanto por ver, que acabas totalmente saturado. Entras con muchas ganas, haciendo fotos a todas las estatuas, pero cuando vas por la cuarta sala caminas por caminar, o eso me pasaba a mí. Es algo que se ve en la cara de la gente, el cansancio, que sumado a que agosto no es uno de los mejores meses para ir a Roma, pues…Lo que más me gustó fue el museo de los animales (algo raro en mí 😉 y la Capilla Sixtina, con su celebérrima imagen de Jesús y Dios poniéndose en contacto a través de sus dedos. Para cuando llegamos a la Capilla Sixtina estábamos realmente cansados, ya que pasamos por el museo egipcio, el etrusco, la sala de las estatuas (que no sé cómo se llama), y multitud de salas más. En fin, que se nos fueron como tres horas viéndolo todo.

En la Capilla Sixtina estuvimos un rato, y no hicimos fotos, a pesar de que la gente dice que se pueden hacer de forma disimulada, pero no nos atrevimos ya que uno hizo una y el guardia casi se lo come, aunque luego una chica hizo otra con flash y todo y el guardia se limitó a decirle: «No fotos». Sin lugar a dudas, ver la imagen que os comentaba antes nos deja un tanto estupefactos porque la tenemos tan interiorizada y es tan familiar, que verla en persona llama mucho la atención.

Después de estar allí, nos dirigimos a la oficina de correos del Vaticano y mandé una postal a mi amiga Marta, con el célebre dibujo de la Capilla Sixtina, una postal muy bonita por cierto. La postal la compré en una tienda que queda justo enfrente de la oficina por 0.50 euros y el sello costó 0.65 euros, si no recuerdo mal.

Cuando salimos de allí, a eso de las 15 horas, estábamos hambrientos y no teníamos demasiadas ganas de andar buscando un sitio donde comer, de forma que cruzando un par de calles encontramos un restaurante donde había dos chicas muy jóvenes atiendo a la gente, no recuerdo como se llamaba, pero tenía mesas en la calle bajo un cenador con publicidad (de Coca cola, creo), el sitio era recogido, tenía plantas trepadoras (me parece que eran artificiales, pero daban el pego), sobre las mesas había unas florecitas en jarrones y luego había figuritas de gnomos también. Un lugar pequeño pero coqueto. Yo tenía muchas ganas de tomar lasaña (otra vez) y Alex tomó un plato de pasta a la carbonara. Alex precisamente me comentó que las pizzas le parecían más artificiales que en los otros sitios donde habíamos comido, ya que la masa era más gruesa y parecía congelada (aunque no podemos confirmarlo), y allí las pizzas se caracterizan por el contrario, por su fina masa.

Al final, él disfrutó mucho con su plato de pasta y yo disfruté mucho con la lasaña, de hecho fue la que más me gustó de todas las que comí, estaba deliciosa. A mí la lasaña de Roma me parecía chicle, por cuanto se estiraba y luego a la hora de masticarla, no sé, pero no por eso es peor, al contrario, se caracteriza por su gran cantidad de capas, que metes el cuchillo para cortarla y parece que no tiene fondo. Nos cobraron el servicio de cubiertos, al final unos 20 euros, como en todos lados.

Volviendo a mi vestimenta, os comento que los calcetines por el calor me hicieron una rozadura que me hacía cojear, de forma que tuvimos que volver al hotel. Allí nos duchamos y descansamos un poco, me curé y volvimos a salir. No podíamos tardar mucho porque a la basílica de San Pedro sólo se puede entrar hasta las 19 horas, de forma que llegamos allí un poco antes de las 18. En San Pedro, después de pasar los tornos, llegas a una especie de carpa donde hay unos gorilas que te dejan pasar o no según cómo vayas vestido. Os podéis imaginar que después de lo de la mañana, yo pasaba bastante de pasar calor, así que sí me puse otros vaqueros (ya que por la noche me solía poner algo más de vestir, si se puede decir así), pero esta vez en la parte de arriba opté por una camiseta sin mangas, «lo bueno» es que me cubría los hombros, porque todo el pasotismo que hubo en los museos vaticanos, aquí era un control total. Yo no sé si me dejaron pasar porque las mangas me cubrían los hombros (aunque dejaran los brazos al descubierto) o es que cuando yo entré, Alex que pasó delante y yo al ir detrás, me tapó y el portero no me vio. El caso es que luego dentro de la basílica la gente iba mucho más comedida que en los museos vaticanos e incluso algunas me miraba extrañadas!! Yo antes de entrar, vestida con mi camiseta de tirantes, me dije, aquí entro yo por narices… y entré.

La Basílica de San Pedro me gustó mucho, es grandiosa, enorme, miras a la derecha y ves que aún te queda un montón que ver, miras a la izquierda e igual. Lo más bonito para mi gusto fue el baldaquino, que es precioso, así como el altar mayor. Entramos también a un museo interior pequeñito, pero que me pareció bastante interesante. En él encontramos la vestimenta típica de los Papas, como los hábitos (no sé cómo se llama la túnica que se pone por encima) que llevaba Juan Pablo II, así como el gorro típico, con fotos que corroboran que los utilizó. También hay muestras de candelabros, cálices, etc., donde uno se da cuenta de cuán rica es la iglesia. En general, disfrutamos bastante con la visita a la basílica, más que con los museos vaticanos. Dentro de la basílica, por cierto, hay bastante seguridad.

Tras las fotos de rigor en la plaza de San Pedro, nos despedimos de allí en busca de un lugar donde reposar y no se nos ocurrió mejor lugar que los escalones de la fuente de la plaza de la Rotonda, donde estuvimos un largo rato descansando, hablando, observando a la gente, a los caballos, y con el Panteón delante. No quisimos tener prisas de ningún tipo, de hecho las dos últimas tardes intentamos descansar y disfrutar dejando pasar el tiempo sin sentirnos en la obligación de ver más cosas.

En una tienda que queda cerca del Panteón nos compramos unas bolsas de pasta italiana y una botella de Limoncillo, donde nos dieron un chupito para probar. Muy rico, un poco fuerte para mí gusto, pero de sabor agradable. Eso sí, con el Limoncello nos tomaron el pelo como a buenos turistas, ya que por la botella nos cobraron bastante (ahora no recuerdo), pero luego en el Duttyfree del aeropuerto, la misma cantidad era mucho más barata. En fin, tampoco podíamos hacer ya nada.

Tras las compras, decidimos cenar repitiendo en el restaurante de la noche anterior donde el camarero nos resultó muy simpático. Esta vez, Alex tomó pizza y yo ensalada (estaba ya un poco saturada de pasta y pizza), agua y cerveza de beber, y el total de la cuenta, unos 20 euros, más o menos, también.
Mientras cenamos vimos un pequeño espectáculo callejero de una chica que hacía malabares con fuego, que por cierto, la calle es bastante estrecha y como alguien se descuidara, salía escaldado.

Esa noche, después de cenar, fuimos a la heladería IceBlue de la que os hablé, y nos tomamos un helado de despedida, yo casi cené ensalada para hacer sitio al helado, jaja. Me permití el lujo de tomar un cucurucho de chocolate negro que estaba buenísimo. Tras eso, cogimos un bus que nos llevó al hotel y allí caímos rendidos y dormimos como troncos.

Día 6: miércoles

Poco que decir del último día, simplemente comentaros que cogimos un autobús de Terravisión que nos llevó al aeropuerto y allí nos compramos unos bocadillos con un pan que parecía de leche, que estaban muy ricos. En la sala del aeropuerto hacía demasiado frío, así que salimos a la calle donde había 39 grados, lo ideal para pillar un constipado.

Qué pena irse, me hubiera quedado muchos más días. Roma es una maravilla, un museo en sí misma, da la sensación de que estás metida en un museo gigante y alrededor tienes mucho por ver, todo inmenso y uno tan pequeño.

Bueno y hasta aquí mi experiencia en Roma, he escrito con rapidez esta opinión porque no quiero que se me olvide nada y sé que conforme pase el tiempo muchos detalles se me quedarán en el tintero.

Consejos en tu viaje a Roma

panteon de agripa

Por último, lo único que quiero comentaros es una pequeña lista de consejos o guía básica de lo que yo entiendo que puede ser útil para un futuro y primerizo viajero a estas tierras. Ahí os hago mi particular lista:

  • Comprar la Roma Pass os puede ser de ayuda. Nosotros la compramos, 20 euros cada uno, utilizamos el transporte público tantas veces como quisimos y la utilizamos para entrar al Coliseo/Palatino/Foro Romano y al Castillo de Sant’ Angelo gratuitamente (no fuimos a ningún museo más, pero en caso de haberlo hecho, habríamos tenido un descuento del 40%). Al final, la entrada a ambos sitios nos salía sin la Roma Pass por unos 20 euros, y diréis que entonces donde está la gracia, bueno pues, colarse en los autobuses y no pagar es facilísimo y nosotros nunca encontramos un revisor, de hecho la Roma Pass hay que activarla en un aparato que hay en el bus y no lo hicimos hasta el segundo día, de forma que «gorroneamos» todos los viajes que hicimos el primer día, pero lo que yo veo de utilidad es que si la llevas y un revisor te pide billete puedes justificarte sin problemas, mientras que de otra manera puedes tener problemas.
  • Lo mejor es ir con ropa adecuada, olvidarse de ir fashion y calzarse con unas buenas zapatillas o sandalias (depende de la época del año) y ropa cómoda y transpirable.
  • Yo creo que no hay que saturarse y nosotros hicimos bien cuando a mitad del día volvíamos al hotel, nos duchábamos, descansábamos y volvíamos a la calle. Es mejor ver poco y saborearlo. Sea como sea, lo mejor es no agobiarse.
  • Cuidado con las tiendas en las que venden bolsas de pasta, Limoncello y demás productos de la zona, son caras y luego en las tiendas del aeropuerto encontramos lo mismo por mucho menos precio. También es cierto que las tiendas que están cerca de grandes monumentos son más caras, pero es cuestión de buscar al final. A nosotros se nos echó el tiempo encima y las compramos en una tienda cara al lado del Panteón.
  • No me gustaron nada los coches de caballos, sí que es verdad que le dan un toque bucólico a la ciudad y es bonito verlos, pero sinceramente estoy totalmente en contra. De hecho muchos de ellos llevaban carteles que decían algo sobre los animalistas pero que no pude entender porque estaban en italiano, pero venían a decir que los animalistas estaban en contra y ellos hacían su trabajo o algo así. Cuando nos sentamos en los escalones de la fuente del Panteón había como cuatro o cinco coches parados, estuvimos cerca de tres cuartos de hora allí sentados y el caballo que estaba enfrente estaba totalmente sediento, no dejaba de sacar la lengua y relamerse y se notaba que tenía sed, sin embargo ningún cochero se acercó a darle de beber. Nos tuvimos que ir porque a mí me puso realmente nerviosa y empecé a despotricar. Exteriormente se les ve bien cuidados, con mucho brillo en el pelo y tal, pero imaginaros en la calle todo el día, a horas intempestivas donde el sol cae de lleno y sin que te den de beber. Vamos, que por mucho trabajo que sea, yo estoy en contra sin dudarlo y creo que no debería utilizarse este modo de transporte para no fomentarlo.
  • Si podéis, haced una visita al «Cat Sanctuary» no os llevara mucho tiempo y podréis ver la labor que lleva a cabo esta gente tan simpática y amable. Además sin compráis alguna cosa allí, todo va para el cuidado de los gatos que son adorables. Para aquellos amantes de los animales, recordad que se encuentra en Torre Argentina.
  • No es necesario comprar botellas de agua de forma constante, hay fuentes repartidas por toda la ciudad, el agua está muy buena y sale fresquita, así que no gastéis dinero a lo tonto, a no ser que os apetezca una de esas botellas «frozen» con agua congelada.
  • A la hora de comer hay sitios bastante baratos con pizza al taglio, nuestra intención era comer algo más a la ligera al mediodía y cenar en un sitio «mejor», sin embargo, acabamos comiendo y cenando casi todos los días en restaurantes, que sin ser de cinco estrellas, sí nos hicieron gastar más de lo que pensábamos, pero que aún así no resultan caros para lo que comimos. De todas formas lo mejor es alejarse un poco de los sitios más turísticos y no entrar al primero que veamos. La diferencia de precio es importante.
  • No os fiéis mucho cuando oigáis o leáis que a tal sitio no se puede pasar con una vestimenta de tal o cual manera, se entiende que cuando uno va a visitar una iglesia no va a ir enseñándolo todo, pero a mí me pasó que me tapé demasiado y luego todo el mundo iba como le daba la gana. Eso sí, como anécdota os comento que en Santa María la Mayor unas chicas iban a entrar, pero llevaban pantalones demasiado cortos y camisetas iguales, y el guardia ni siquiera las dejó pasar poniéndose un pañuelo de los que hay en la entrada, por eso me sorprendió tanto lo de los museos Vaticanos.

Yo creo que esto es todo, si tenéis alguna duda podéis preguntarme lo que queráis. Espero que este resumen os haya servido o al menos os haya gustado y entretenido, no ha sido mi intención hacer las opiniones demasiado largas para conseguir «excepcionales», simplemente me han salido así.

Gracias a los que me habéis leído y habéis dejado vuestros comentarios. Os lo agradezco mucho.

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