Tras el Tíber (en italiano, Tevere), que en latín se dice «trans Tiberim». De ahí procede el sonoro y evocador nombre Trastevere. Así se denomina el XIII rione (distrito histórico) de la eterna ciudad de Roma. Se alude, por tanto, a su ubicación al oeste del río Tíber, separado por la corriente fluvial del gran núcleo histórico romano, y quedando excluida también la Isla Tiberina y su Ponte Roto, el primer puente de piedra que conectó ambas orillas.
El Trastevere ha sido mi primera toma de contacto con Roma, y mi hogar en esta ciudad durante los 9 días que la he visitado este verano. Desde el aeropuerto de Fiumicino tomamos un tren que nos dejó en la estación de Roma-Trastevere, y a partir de ahí comenzó el encantamiento. Sí, porque este barrio tiene un encanto especial, un duende, un espíritu que domina a todo el que pasa por él. Una belleza embaucadora y una suerte de perfume inodoro que embriaga al que respira su aire.
Es un barrio lleno de tipismo y sabor popular, muy especialmente el dédalo de callejuelas en torno a la iglesia y plaza de Santa Maria in Trastevere. Esta plaza es el centro, siempre vivo y en constante movimiento y cambio, donde permanentemente hallaremos actuaciones callejeras de músicos, bailarines, mimos y todo tipo de personajes que animan y llenan de actividad y espíritu creativo y joven el lugar, de día y de noche. Trastevere está lleno de extranjeros de todas las nacionalidades y transeúntes variopintos, dotándolo de un ambiente que podríamos calificar de bohemio en un sentido amplio.
Santa María y Santa Cecilia in Trastevere se cuentan entre las iglesias más antiguas de Roma. En ambas nos llamarán la atención sus mosaicos de aires bizantinos, y en la segunda, sobre todo, la magnífica escultura barroca que representa el cadáver decapitado de Santa Cecilia, realizada por Stefano Maderno. Impresiona por su crudo realismo.
Hay que recordar que para visitar las iglesias romanas, es preceptivo para las mujeres cubrirse los hombros y las rodillas, y las de Trastevere no son una excepción (en algunas he visto expulsar a quienes no cumplían tan absurda norma). Podemos criticar tan represiva tradición, llena de sinsentido en la actualidad, pero hemos de ser conscientes de que debemos acatar estos requisitos, nada difíciles de cumplir, si queremos visitar tranquilos los edificios religiosos de la ciudad, ya que si nos rebelamos sólo vamos a conseguir pasar un mal rato que nos amargue el viaje o parte de él.
Otro lugar santo de gran importancia, mayor incluso por su valor artístico, es la iglesia de San Pietro in Montorio. Sede de la Academia de España, en su claustro acoge el famoso templete circular realizado por Donato Bramante por encargo de los Reyes Católicos. Se trata del primer edificio realizado según los cánones clásicos en el Renacimiento romano, y constituye una graciosa construcción, pequeña y coqueta, desarrollada con planta circular y cúpula. El motivo del encargo de los monarcas españoles es que la tradición atribuía al lugar el hecho de haberse realizado allí la crucifixión de San Pedro, tradición que más tarde se trasladó un poco más al norte, al Vaticano, donde se construyó la famosa basílica sede de la Cristiandad hasta nuestros días.
En Trastevere encontraremos todo tipo de restaurantes, bares, heladerías, trattorias, etc., de todos los precios. Es un lugar ideal para cenar en las calurosas noches de verano en cualquiera de sus numerosos veladores, disfrutando de cualquier tipo de pizzas, pastas, y todo el repertorio culinario italiano e internacional. Es recomendable mirar precios antes de elegir, porque puede haber grandes diferencias incluso entre locales vecinos, y muchos son caros, pero también hay lugares económicos que merece la pena descubrir callejeando, sobre todo porque la comida es siempre buenísima.
En la zona sur de Trastevere se encuentra la Porta Portese, donde los domingos por la mañana se establece un famoso mercadillo. Lo visitamos atraídos por los comentarios de alguna guía, que lo comparaba al Rastro madrileño. Esperábamos puestos de antigüedades y, aunque alguno había, la verdad es que la mayor parte es un mercadillo similar a los que podemos encontrar en muchos pueblos y ciudades de España, con ropa barata en montones, bisutería, bolsos de imitación, perfumes de dudoso origen, etc. Algún puesto de libros viejos y de ocasión que casi nadie compra, otros de muebles y baratijas diversas, e incluso de menaje de hogar, o recambios para coches y motocicletas. Compramos unos candados para las maletas que luego olvidamos usar, y un bonito florero metálico con forma de lechera, entre otros objetos.
Uno de los puestos era el de un señor que se dedica a vender curiosos artilugios, «made in Italy», que permiten cortar verduras de manera decorativa para adornar nuestras recetas, haciendo demostraciones in situ bastante pintorescas y que atraen a buen número de curiosos, entre ellos nosotros, porque son todo un espectáculo adornado con no pocos golpes de humor. Le habíamos visto días antes con el mismo «show» en el mercado de Campo de’ Fiori, pero el precio era notablemente más caro, obviamente orientado a los turistas. Aquí, en este mercadillo «de barrio», tenía precios más populares y nos decidimos a comprar el curioso aparatejo, que permite pelar y cortar de muchas artísticas formas de manera sencilla.
En Trastevere vivió la famosa Fornarina, protagonista de un retrato realizado por el pintor renacentista Rafael Sanzio de Urbino. Se dice que el artista y su modelo fueron amantes, y la casa donde residió la seductora muchacha es una incógnita, aunque se sabe que se encontraba en el barrio y dos o tres casas actuales se atribuyen, sin seguridad absoluta que dirima la disputa, tal privilegio. Una de ellas se encuentra en el Vicolo del Cedro, y fue donde nosotros nos alojamos. Originaria del siglo XVI, la casa acogía un hermoso apartamento con techos de vigas de madera y chimenea en el salón, con una puerta de antigua cerradura y enormes llaves que se encasquillan, y las típicas contraventanas de madera que proliferan por el casco antiguo de Roma.
Otra de las casas es la que se encuentra junto a la Porta Settimiana, de la que parte hacia el norte la Via della Lungara que conecta directamente con el distrito de Borgo y el Vaticano.
En cualquier caso, una más de las múltiples leyendas que pueblan la nebulosa historia trasteverina y la dotan de ese misterioso encanto que hace al barrio tan especial y tan diferente al resto de la ciudad de Roma.
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