Palacio del Descubrimiento

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Aunque no soy muy aficionado a visitar museos (prefiero disfrutar de las ciudades callejeando y no encerrado entre cuatro paredes) tengo cierta debilidad por aquellos dedicados a la ciencia y la tecnología, quizá por andar bastante cojo en estas áreas.

En los últimos decenios hemos visto como surgían varios de ellos en las principales ciudades españoles, algunos de ellos de un nivel altísimo y comparables a los mejores del mundo, por lo que esta clase de instituciones están ahora mismo muy al alcance de gran parte de la ciudadanía. No siempre fue así, por supuesto; hubo una época en la que en España, ciencia y tecnología sólo estaban en los libros y los museos de ciencias naturales eran vetustas colecciones de bichos disecados que parecían sacadas de algún documental de cuando Ramón y Cajal estaba cursando la carrera.

En otras grandes capitales europeas, París y Londres notoriamente, en cambio, la ciencia se vendía ya como espectáculo y cultura cuando los únicos museos españoles de una temática parecida estaban tan repletos de frascos de formol y de fantoches polvorientos que los convertían en auténticos emporios de la taxidermia. Por esta razón, en ninguno de mis viajes a la capital francesa he dejado nunca pasar la ocasión de disfrutar de las instalaciones del Palais de la Découverte (Palacio de los Descubrimientos), aunque en el futuro es poco probable que repita…

Localización

Justo al final de los Campos Elíseos, frente al Petit Palais y al borde del Sena, en una de las zonas monumentales por excelencia de la ciudad, también conocida como ‘eje republicano’. Ocupa el ala Oeste del Grand Palais, cuya silueta junto al río es inconfundible.

Un poco de historia

Este museo fue fundado en 1937 en el marco de la Exposición Internacional. De forma provisional se le atribuyeron 25.000 m2 del ala oeste del Grand Palais de las Artes. Su éxito fue tal que tras la clausura de la Exposición, el museo volvió a abrir sus puertas, esta vez de forma permanente.

En 1993 el Grand Palais fue cerrado por razones de seguridad, ya que su estructura de acero y cristal estaba muy deteriorada y se encuentra en proceso de restauración. Sin embargo, el Palais de la Découverte se libró de la misma suerte y sigue con sus puertas abiertas, a pesar de que la apertura en 1986 de un gran complejo dedicado a la ciencia y la industria en La Villette dejaba su exposición permanente bastante obsoleta.

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El museo

Palais de la Découverte

Rancio en su aspecto arquitectónico. Los años no pasan en balde y a pesar de periódicos esfuerzos de renovación, es inevitable percibir que el marco físico no es el más adecuado a este tipo de actividades, por más solera que tenga el lugar. Se trata de un gran palacio de esos con columnatas y artesonados, impresionante en su aspecto solemne pero muy frío y desangelado. La exposición permanente, sin embargo, es bastante completa y las exposiciones temporales suelen ser muy interesantes y atraer a bastante público.

La exposición fija está dividida en seis secciones: astronomía, química, física, matemáticas, geología y biología. Cada una de ellas tiene varias subsecciones. Por ejemplo, la sección de Matemáticas tiene una sala consagrada exclusivamente al número Pi.

En términos generales, se trata de una exposición muy completa en la que, aparte de la información, se permite interactuar al público con numerosos principios físicos y químicos. Lo que es yo, no me cansaré nunca de experimentar las fuerzas electrostáticas en la jaula de Faraday… ¡me pone los pelos de punta!

El museo está concebido de una forma muy didáctica y se organizan numerosos talleres para la gente menuda. Las visitas escolares son frecuentes, especialmente entre semana. Las instalaciones son muy correctas e incluyen un moderno planetario, además de numerosos terminales de ordenador que permiten reproducir experimentos y obtener información adicional.

No se trata de una institución puntera, aunque sí se nota un esfuerzo por mantenerla al día y, para quienes deseen visitar una institución modélica, especialmente si se va con niños, La Villette es mucho más recomendable (aunque menos céntrica).

Hay que reconocer a este museo, no obstante, el mérito de haber sido el precursor de muchos otros que ahora están abiertos a lo largo y ancho del mundo. De todos modos, yo en un sitio así me puedo pasar horas y horas.

Supongo que ese mal alumno de ciencias que fui tiene curiosidad por conocer las cosas que en su momento dejó de aprender…

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