Vila de Gràcia

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Los barceloneses tenemos la suerte o la desgracia de vivir en una ciudad que resultó de la fusión de varias poblaciones cuando la ciudad medieval empezó a expandirse más allá de las murallas. Aunque esto no es nada excepcional, sí es relativamente infrecuente que este pasado haya sobrevivido hasta hace muy poco. Recuerdo de mi infancia que mucha gente se refería al centro de la ciudad como Barcelona. Cuando un vecino de Horta o Sarriá se iba al centro, lo común era decir: ‘me voy a Barcelona’, como si esos dos barrios siguieran siendo pueblos independientes.

En el caso de mi barrio natal, Gràcia, la cosa era incluso más grave; los vecinos consideraban la agregación a Barcelona en 1897 poco menos que una calamidad. Y es que hace apenas 30 años, lo que era el núcleo de la antigua Villa de Gràcia, pese a estar rodeado por todas partes por territorio urbano, seguía teniendo el ritmo de vida de una pequeña población rural. La masa migratoria que llegó del resto de España en lo 50 y 60 no sentó apenas sus reales en esta parte de la ciudad y la población era mayoritariamente autóctona y de una media de edad desproporcionadamente elevada.

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Recuerdo que cuando me reclutaron para el servicio militar me enviaron primero al centro de reclutamiento de Horta, donde centenares de chavales se agolpaban esperando que los tallaran. Por desgracia, la citación que llevaba estaba equivocada y tras chuparme varias horas de cola me mandaron a la sede del Distrito de Gràcia, que era el que me correspondía por estar ahí domiciliado.

Nada más llegar al ayuntamiento de barrio, el panorama que encontré era diametralmente distinto: tan sólo cinco mozos para toda una quinta, de una población cercana a las 40.000 personas… Con semejante pirámide demográfica, no hará falta decir que Gràcia era todo menos un lugar movidito. Recuerdo perfectamente que en verano, al atardecer, la gente salía a la calle y se plantaba delante de casa con unas sillitas a tomar el fresco…

Las cosas han cambiado radicalmente desde esa época y a mediados de los 80, por el incremento del valor del suelo y porque, con el paso del tiempo, la pirámide demográfica quedó cercenada de la punta (para entendernos: los ancianos la palmaron…), el barrio se renovó y los yuppies empezaron a afluir.

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Por su posición céntrica, Gràcia era terreno abonado para la especulación inmobiliaria. Se tiraron edificaciones antiguas y se modernizó (en lo posible; que, como veremos, no es mucho) la red viaria. Gràcia perdió bastante de su identidad originaria, pero sigue conservando, a pesar de todo, un sabor especial que gusta, sobre todo, a la comunidad extranjera.

¿Dónde está?

Es fácil: al final del Paseo de Gràcia. Como su nombre indica, el Paseo de Gràcia es el camino que llevaba a esta última población desde la Barcelona medieval atravesando el llano que separaba ambas localidades; llano que, con el correr del tiempo, se convertiría en el célebre ensanche barcelonés. Muchos foráneos creen, erróneamente, que Gràcia es donde está el Paseo del mismo nombre, lugar turístico por excelencia en la ciudad. Falso. Gràcia empieza justamente allí donde termina el Paseo.

Originalmente, Gràcia se extendía desde donde terminaba el llano y empezaba la ascensión, primero ligera, luego prolongada, hasta las colinas que son actualmente el Carmelo y el Parque Güell; el actual distrito de Gràcia incluye, además, Vallcarca y los Penitentes, barrios que antiguamente formaban parte del municipio de Horta.

Breve historia

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Los orígenes de la población se remontan al siglo XVII, con la instalación del convento de carmelitas descalzos de Nuestra Señora de Gràcia, actual iglesia de los Josepets en la plaza Lesseps. Alrededor del convento fueron estableciéndose diversas masías, de las cuales aún se conserva alguna. Zona eminentemente agraria hasta bien entrado el siglo XIX, fue poblándose paulatinamente de torres y casas de veraneo en las que la burguesía barcelonesa pasaba las vacaciones estivales. Hoy en día puede hacer reír, pero por aquel entonces, ir de Barcelona a Gràcia era toda una excursión…

En 1821, amparándose en la Constitución de Cádiz, que autorizaba a todos los núcleos de más de mil habitantes a constituirse en municipio, Gràcia se segregó de Barcelona. La independencia duraría tan sólo un par de años y al caer el gobierno liberal, volvería a su antiguo estatus. No sería hasta 1850 cuando obtendría definitivamente sus señas de identidad. Por esa época, empezaron a florecer las industrias en la parte aledaña a Barcelona. Nacería, de esta manera, lo que es la estructura geográfica y demográfica de la Gràcia actual: la parte baja repleta de pequeñas industrias y viviendas obreras y la parte alta con masías y casas de veraneo. Por supuesto, en la actualidad nada de esto existe: ni industrias (salvo algunos pequeños talleres que van desapareciendo) ni masías ni casitas de veraneo (subsisten algunas, pero pocas), pero la diferencia entre la parte baja (comercial, densamente poblada, muy movida) y la alta (más residencial y tranquila) sigue siendo abismal. Esta separación es fácil de ver a la hora de la fiesta mayor: los de la parte alta (barrio de La Salud) la celebran aparte de los gracienses por la festividad de la Virgen de la Salud.

Poco dura la alegría en la casa del pobre y, como otros pueblos del llano de Barcelona, en 1897 fue agregada de nuevo a la capital catalana. De esa época quedan como testimonio tan sólo algunos edificios y fuentes que lucen el escudo de Gràcia (un lirio sobre fondo azul; el lirio es la flor emblemática de Ntra Sra de Gracia).

Gràcia hoy

En pleno siglo XXI el que fuera un tranquilo pueblo en las afueras de la ciudad es ya parte de la misma, pero conserva aún cierto sabor especial que lo ha convertido en el barrio bohemio de Barcelona y en uno de los centros de ocio, especialmente nocturno. Bares, cines, teatros, restaurantes y pequeños comercios especializados se concentran en la parte más cercana al Ensanche y el bullicio está garantizado a todas horas del día, todos los días de la semana. Como antiguo pueblo que es, Gràcia tiene una red viaria infernal: calles estrechas, aceras mínimas y unas dificultades de aparcamiento realmente espantosas. Aún así, su cercanía al centro hace que resulte fácil desplazarse hasta ella a pie o en transporte público. Los vecinos son los que lo tienen mal con el coche…

La fiesta Mayor

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Esta festividad multitudinaria que tiene lugar la semana del 15 de Agosto atrae cada año más de un millón de visitantes. Las calle se engalan (las cofradías de vecinos se encargan de ello) y montan actividades de todo tipo.

Por la noche, en cada calle hay una orquesta amenizando el espectáculo. Por desgracia, la afluencia masiva de público ha transformado lo que era una apacible fiesta vecinal en un acontecimiento que desborda cada año las previsiones y no es difícil verse agobiado en unas calles poco espaciosas y ya de por sí densamente pobladas. Quienes prefieran evitarse las aglomeraciones, pueden visitar la Fiesta por las tardes, cuando el ambiente es más familiar y (relativamente) tranquilo.

San Medín

La otra gran festividad graciense tiene lugar el 3 de Marzo de cada año en honor de su patrón, San Medín. Por las calles principales desfilan caballos y carruajes tirando caramelos.

Por la mañana es típico participar en una romería hasta la ermita de San Medín, que se encuentra en medio del bosque en la sierra de Collserola, en el término municipal de Sant Cugat del Vallés. Los que pueden, van a caballo; los demás, a pata.

Qué ver

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No se trata de una zona en la que abunden los atractivos turísticos, si descontamos un par de obras de Gaudí de las que hablaremos más tarde. Los turistas que acaban visitando Gràcia lo hacen más que nada atraídos por la enorme oferta de ocio, pero hay bastantes más motivos para visitar este rincón de la ciudad que tiene una fuerte personalidad.

La vida en Gràcia gira en torno de las plazas, ninguna de ellas de apabullante belleza, pero en las que reina una animación permanente. Vale la pena merodear por esta zona, especialmente entre semana, y disfrutar del ambiente cosmpolita y distendido. Como ya dije, a los extranjeros les encanta, especialmente a los norteamericanos, a los que les debe de parecer una especie de Greenwich Village a la catalana…

El Parque Güell y Gaudí

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El monumento por excelencia y la única zona verde de Gràcia digna de este nombre se encuentra en la parte alta del barrio, aunque originalmente formaba parte del municipio de Horta. Es uno de los puntos de mayor interés turístico de Barcelona, así que no me voy a extender sobre su peculiaridad y su encanto. Menos conocida, es la Casa Vicens, una de las primeras obras de Gaudí, en la calle de las Carolinas, en el corazón de Gràcia.

Se trata de una vivienda particular y que, por tanto, sólo puede verse desde el exterior. Gaudí empleó gran número de baldosas de cerámica para la decoración ya que el Sr. Vicens era un adinerado industrial ceramista.

En síntesis, Gràcia es uno de aquellos rincones que muchas veces el turista pasa por alto. Desde luego, hay en Barcelona bastantes cosas más interesantes para ver, pero si uno no está de paso y puede perder unas horas, vale la pena callejear para conocer otra Barcelona que aún conserva algunos rasgos genuinos.

Imágenes – Wikipedia (pere prlpz2 ) – Wikipedia (Canaan) – Wikipedia (Pere López)

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