Plaza de San Antonio

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Perdida en el centro del casco antiguo fue la testigo principal de un día que marcó mi vida y la de mi padre; un zénit de felicidad, llegamos a la cumbre de nuestro cariño cuando, vistiendo las primeras galas de mujer bajé del taxi negro ante la puerta del Casino Gaditano situado en la Plaza de San Antonio para mi puesta de largo. Un vestido blanco, hermoso, sencillo y cándido vestía este cuerpo que respiraba alegría por cada poro mientras mi padre vestido con su uniforme me llevó desde la acera hasta la entrada del Casino. Una hora después comenzó el Danubio Azul y el primer baile oficial que me dejaba en una sociedad más o menos carca, pero hermosa para mí porque lo veía todo con los ojos de la ilusión, de casi una niña a pesar de los 18 años que ya tenía cumplidos. Pero eran otros tiempos, otra forma de ver la vida.

Ahora el Casino se ha visto desbordado por una hamburguesería de corte USA y sus cristaleras quedan empañadas por el paso del tiempo y sin embargo, todavía veo en ellas la sombra de un padre y de una hija que en un mes de septiembre bailaron su primer vals solos. Y volvamos al ahora: el tráfico es infame en la plaza y para nada ha servido el aparcamiento subterráneo que se abrió en sus entrañas, puesto que es demasiado el parque móvil para unas calles tan estrechas y de tantos cruces. El olor por la calle Buenos Aires (menudo nombre para lo que se ha convertido), hace que tengamos que taparnos lar narices cuando tenemos que pasar por ella bajo signo de necesidad mortal como es la cita con la declaración de la renta en la oficina sita en dicha calle.

La iglesia de San Antonio ocupa su lugar de honor en la plaza de San Antonio pero su fachada llora lágrimas de «palomina» y de aves que para nada respetan las caras irreconocibles de sus santos, pastan a su gusto por los hombros de San Antonio, imagen que se conserva dentro de la iglesia en una capilla especialmente dedicada al santo; donde las solteras dicen los dichos…. que le enseñaban la liga para sacar novio. El en este tiempo no creo que se fije en esas cosas. Ha visto como su plaza se ve invadida de coches y casi se revuelve en su madera de pino para no ver lo que se asoma por sus puertas. Y más allá en esa profundidad tranquila y en la soledad de los bancos de la parroquia, podemos observar sentados el paso del tiempo por el altar mayor y sus capillas laterales. La pena se hace presa de nuestros sentimientos puesto que el abandono es bastante notorio. Hace falta un limpiado a fondo de todo.

Desde un lateral de la iglesia encontramos la omnipresente farmacia ya con cara nueva y puerta que se abre automáticamente, qué diferencia entre un paso de acera a acera¡¡. Un poco más allá esa tienda que ha cambiado tanto de dueño y de ropa.. infantil, juvenil y creo que ahora se debate entre permanecer abierta o cerrada. Me acuerdo que años ha, había una tienda de muebles y es precisamente allí donde mi padre me compró mi primer dormitorio azul de mozuela….

Un poco más a la esquina que se convierte en callejón desembocando en la calle San José, tenemos la oportunidad de tomarnos un buen café, pero no hagamos la tontería de sentarnos en sus mesas terraceras porque nos iremos oliendo a gases de difícil nombre. El estanco le hace competencia desleal con sus vicios ya casi prohibidos… Más allá la tienda de las sorpresas como yo la llamo, puesto que ofrece la ocasión de comprar la mercancía más variopinta para un regalo informal. Haciendo esquina con la calle Ancha tenemos una nueva tienda en la que encontramos todo un arsenal rescatado de los años 60´s, que tanta buena acogida tiene en la moda de ahora.

Atravesamos la calle Ancha para pasar a su otra cara. La sede del PSOE se nos muestra aún con restos del huevazo de algún cabreado ciudadano o ciudadana que no está de acuerdo con la política pero que siente admiración por el edificio que se muestra orgulloso a pesar de su manoseo político actual; y siguiendo la misma acera está esa casa hermosa, de familia de renombre gaditano, que ahora ha vuelto a brillar con el arreglo y la limpieza que le ha hecho el gobierno central para convertirla en la «Inspección Médica de Trabajadores en Baja no determinada» y donde se determina si una persona puede desempeñar un trabajo o no. Dejando su finalidad actual, podemos deslumbrarnos con la edificación tanto por dentro como por fuera de una casa gaditana del siglo XIX. Muchos mármoles, muchos azulejos que ahora lucen perfectos al lado de un invento muy posterior a su puesta como ornamento; el ascensor en necesario donde tantas personas con problemas de salud van a ser juzgados.

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Atravesamos otro callejón para dejarnos llevar por la nostalgia puesto que en este lugar había una tienda de material para dibujantes y pintores durante los años 70´s y 80´s. Era realmente admirable la profesionalidad que tenía su dueño y único empleado de este singular negocio. Una casa-puerta de las bellas casas de vecinos antiguas que ha recobrado mucho su esplendor gracias al plan de embellecimiento de las calles y casas con sabor típico. Y en lo alto está esa torre que vigila desde una altura de cuatro pisos el mar que rodea la ciudad en previsión de que no se acercara ningún malintencionado antiguamente.

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Una tienda que ha cerrado y que creo que ahora es un bar. No estoy segura de ello, puesto que es una esquina insoportable para pararse junto a ella, debido a que entra todo el tráfico de la Alameda hasta el aparcamiento que hay debajo de la nueva plaza. Ya estamos en la continuación de la acera que ahora acoge una residencia de ancianos a un precio elevado. «Para gente válida» dice sus estatutos. También es una edificación del siglo XVIII que ha sido remodelada para el fin lucrativo de aparcar ancianos con dinero. Un poco más allá la UNED donde tantas horas hemos estado entre lecciones, exámenes y charlas con los profesores. Yo siempre la he llamado «hervidero de genios»…. Y la mejor mansión de Cádiz, esa casa de estilo veneciano que hace esquina con otro callejón típico. El balcón de su segundo piso es digno de postales, fotos, loas y demás cosas que se le pueda dedicar. Sus antiguos dueños venidos de la Venecia antigua quisieron tener en Cádiz su especial casa con todo el sabor de su tierra natal, pero sin embargo, ésta conserva mejor el aire que las que mueren poco a poco en la cuna de tan ilustre casa y apellido.

Y una mención especial a ese tramo que va desde la salida de la plaza de San Antonio hasta el Parque Genovés, porque allí está la casa donde vivió Don José María Pemán. Una casa donde ha habido de todo y que nos ha brindado la oportunidad de charlar con gente de letras de visita en tan especial inmueble. Hoy también recuperada de su mugre de años.

Y más o menos esto es lo que encierra y se encuentra en la Plaza que además tiene su territorio central dedicado al júbilo de los más pequeños, a la ronda de las palomas, a las mesas y sombrillas puestas por el bar de la esquina y el cotilleo y ese bromeo constante que tienen los taxistas en su parada oficial, una de las pocas que hay en el centro de la antigua ciudad.

Es así el corazón de Cádiz y desde donde parten sus arterías principales que desembocan todas en el mar.

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