Ronda

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Es todo un privilegio para mí poder escribir sobre una ciudad tan mágica como Ronda, la capital del bandolero romántico, del toreo de salón, de las serranías malacitanas, de la poesía hecha naturaleza…

He visitado muchas veces este encanto andaluz, capital de la Turdetania en tiempos protohistóricos, emblema de la hospitalidad desde siempre, la novia de la luz, la amante del sol mediterráneo, y siempre he descubierto algo nuevo. Porque Ronda no se «agota» en una visita, por muy larga que sea. Requiere de incontables paseos, sin prisas, sintiéndose prisionero de las alturas, cautivo de sus incontables encantos, explorador de sus innumerables rincones, enamorado de esta ciudad soñada por los poetas.

Siempre que vengo a mi pueblo, aquí nadie se siente forastero, lo hago en automóvil. De entrada éste es el principal inconveniente de Ronda, carece de aeropuerto. Los más cercanos a una hora de distancia, Málaga y Gibraltar. Es algo inconcebible, porque estoy opinando sobre una ciudad con 36.000 ciudadanos empadronados y más de 20.000 visitantes diarios. Sobre la ciudad que, después de Granada, atrae a más extranjeros por sus atractivos turísticos. Es una carencia ilógica que debiera ser subsanada urgentemente por las administraciones competentes. Proviene esta falta de equipamiento de la política de los años 70 en que el estado español concentró sus esfuerzos inversores en la costa, generadora de divisas, y obvió el interior peninsular salvo las grandes ciudades.

Así la costa malacitana se halla dotada de todos los servicios imaginables, incluso la autovía costera ha sido financiada con fondos europeos. Pero el interior se halla recorrido por carreteras tercermundistas.

Un buen día el turista inglés descubrió que el interior andaluz era más natural que la plastificada línea costera y comenzó a explorar estas tierras, cunas de bandoleros y de leyendas. Y dede entonces a hoy el número de visitantes ha ido aumentando progresivamente, admirados ante el romanticismo y la belleza de estas sierras sin par.

Antes de entrar en Ronda

Nosotros llegamos por carretera, desde el oeste. A unos 12 km antes de Ronda, tras pasar las curvas del diablo (donde la Parca ha instalado varios cascos y cruces con flores para recordar sus pírricas victorias), se halla la Venta La Vega, en el cruce de Montejaque. Casi siempre paramos a tomar un café o si la hora lo permite almorzar. El menú es variado y económico. También es un lugar idóneo para alquilar casas rurales (952/18 40 19 ó 654/49 73 53) a muy buen precio, por si la estancia se prolonga.

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Desde allí nace una carretera de armas tomar, excesivamente estrecha y llena de curvas sin visibilidad. Cierta vez, de noche, tomaba Jose con tanta precaución esta vía pública que nos adelantó una bicicleta. No es broma, nos partimos de risa viendo a aquel Indurain local. Esa carretera comarcal lleva a un par de pueblecitos encantadores, de origen árabe: Montejaque y Benaoján. Calles irregulares, en pendiente, casas de un sólo piso, cubiertas a dos aguas con tejas árabes. Pero sobre esta arquitectura tradicional destaca el pausado ritmo de vida de unos vecinos y la falta de ruidos y de industrias contaminantes. Viven del campo, cultivos de regadío aprovechando los ríos cercanos (junto a uno de ellos se hallaba acampado Jose el famoso día en que se desbordaron los ríos andaluces por las lluvias, pero esa es otra historia). Y como principal industria, muy recomendable por cierto, los productos de matanza. El clima de la serranía rondeña es tan adecuado para curar estos productos alimenticios que tiene fama internacional. Jose tiene un amigo en Montejaque, Camas, que trabaja trasladando estos productos a las grandes superficies comerciales andaluzas. Si os fijáis una marca clásica en estos centros es Unibensa, que procede de estos pueblecitos.

Mas si os da por «perderos» por estos parajes hay un par de encantos naturales que no debierais perderos. Junto a Benaoján se halla la Cueva de la Pileta, cuya visita se realiza con guía y faroles de minero. Es una preciosidad y no me canso de visitarla. Formada por el efecto de las aguas que se filtraron por la superficie, es un conjunto lleno de salas con estalactitas y estalagmitas. Nuestras salas favoritas son la Sala del Órgano, donde las estalactitas llegan hasta el suelo y suenan como un órgano cuando se las golpea pues se hallan huecas y la Sala de la Yegua Ingrávida, donde detrás de una laguna minúscula está un dibujo de una yegua pariendo, único en el arte parietal europeo. Hay pinturas usando tintes negros (símbolos mágicos) y usando tintes rojos y amarillos (peces, cabras, caballos y ciervos), que se consideran las últimas pinturas prehistóricas existentes en España. Por mencionar algo curioso el estilo de las mismas se relaciona directamente con la escuela de Altamira, habiendo llegado los arqueólogos a la conclusión de que los altamiranos, cuando los grandes herbívoros se fueron al norte con el deshielo, bajaron hacia el sur andaluz y no fueron tras ellos como los libros de historia han estado repitiendo hasta hace poco.

Otra curiosidad de esta cueva es la Fosa, un agujero de más de 100 metros, donde podemos asomarnos a la oscuridad. Lo que no se permite a los visitantes es recorrer la Gran Galería, de más de 5 km de longitud, por motivos de seguridad. Es toda una experiencia, al alcance de espeleólogos y de personal especializado, con botas preparadas para no resbalar en el musgo existente y con suficiente iluminación artificial. No recomendable si padeces de claustrofobia, da a otra salida de la montaña.

Otro punto de interés es la Cueva del Gato, una oquedad natural en alto cuya entrada tiene esa curiosa forma.. Desde la misma cae una catarata, formando un pequeño lago, junto a Líbar de la Frontera. No se permite la entrada en la cueva salvo personal muy especializado. Recorrerla es una pasada pero peligroso, es habitual que algunos grupos se pierdan en su laberintos de agua y oscuridad, a veces con resultados trágicos.

Seguimos hacia Ronda

Estas y muchas otras maravillas se hallan al alcance de la mano, si tomamos dirección hacia Montejaque. Pero si continuamos camino hacia Ronda, bajando una larga cuesta desde la que podemos divisar a lo lejos la silueta de esta inmortal ciudad, llegamos a otro cruce de caminos.

En esta ocasión a la izquierda del sentido de circulación nace una carretera que desemboca en Setenil en 40 km. Si no conocéis este pueblo y queréis vivir una experiencia única acercaos. Se llega cruzando hoces que los ríos han labrado en la roca tras milenios de erosión. Una vez en Setenil seguid la calle principal haca abajo y cruzaréis por una calle sin sol, la calle de la Sombra, llamada así porque estando junto a un farallón rocoso los vecinos han ido horadando en el mismo para construir sus casas y ahora mismo toda la calle se halla dentro de la montaña, por lo que su cielo es una masa rocosa.

Tras ella, aparcad donde podáis. El río cruza por medio del pueblo y las calles tienen un empedrado al sistema antiguo, con un canal en el centro para desaguar en el río. Mas es un adorno, no hemos visto nunca aguas fecales en el mismo. Es otro atractivo de un pueblo que conserva su estructura de siempre. Entrad en alguna de las casas de la calle del Sol, la mayoría restaurantes para curiosos como vosotros. Son sólo fachada, el techo y las paredes del fondo de las mismas son la propia montaña.

Sobre la montaña la parroquia gótica de la Encarnación, del siglo XV, con artesonados mudéjares y restos de una alcazaba.

Pero mucho antes de este pueblo tan curioso se halla Ronda la Vieja, la que durante mucho tiempo se ha considerado el origen de la actual población de Ronda. Realmente no es así, Ronda (Arunda) nace como núcleo habitado con los iberos. Los fenicios llegaron hasta allí para comerciar con ellos, primero como pacíficos fenicios, después como conquistadores cartagineses. En el 122 a.C. los romanos aseguraron la posición construyendo un campamento ( a 200 m de altitud) para una pequeña guarnición a la que llamaron Munda, sobre los restos de una fortaleza ciclópea de origen celta llamada Arunda. Los árabes construyeron un segundo puente sobre el Guadalevín y se instalaron en la parte superior del altiplano, llegando a ser la orgullosa capital de un emirato (Izn-Rand Onda, «Castillo sobre el tajo») y creciendo espectacularmente como nunca más lo ha vuelto a hacer en su historia. Conquistada en 1485 por los reyes llamados Católicos entre sus capitanes cristianos fueron distribuidos sus grandes palacios y sus afamados artesanos de muebles y orfebrería.

Con la «reconquista» llegó la decadencia, lo que tras el paso de los franceses por este pintoresco lugar degeneró en el bandolerismo que casi acabó con el comercio. Para colmo la guerra civil produjo la desaparición de todo el arte sacro existente. Pero llegó el turismo para redescubrir este paraíso natural. Y hasta hoy.

En Ronda la Vieja, a 12 km de Ronda, existía otra colonia ibera. Este yacimiento de Acinipo es fascinante más por lo que se adivina que por lo que enseña. Se halla en una ladera, en cuya parte superior se halla un portus romano, junto a un acantilado de más de 300 metros de altura. Junto al portus, los restos más significativos de la colonia romana, como un teatro (pequeño, pero en bastante buen estado). Un poco más abajo se hallan los restos de la colonia fenicia y del poblado ibero, en bastante mal estado, la mayoría de los «edificios» son un simple montón de piedras. Y abajo del todo, incluso más allá del aparcamiento, termas romanas.

Algunas veces venimos aquí porque la vista desde arriba es espectacular y porque Jose está empeñado en hallar grabados en las piedras usadas por los iberos. Afirma que, mas estando en contacto con los fenicios, debería haber restos de escritura, pero de momento nadie ha hallado nada.

Por si os acercáis no os preocupéis por el pastor alemán. Aunque parezca suelto está amarrado, lo que sucede es que lo está a una larga cadena que le permite moverse en horizontal, pero ni siquiera es peligroso, a nosotros incluso nos ha cogido cariño. Eso sí, preparaos para una buena caminata cuesta arriba.

Entrando en Ronda

Continuamos camino hacia Ronda, atravesando la vega del Guadalevín. Y comienza la carretera de subida, pasando junto a las instalaciones de la Legión. Cuando casi alcanzamos los 780 metros de altitud la carretera de circunvalación nos permite entrar en Ronda, y casi siempre entramos por aquí.

Ojo con la curva, porque es de más de 100 grados y en pendiente. Da paso a una avenida de apenas medio kilómetro que nos lleva hasta la parte más alta de Ronda. De ella parte una calle hacia abajo que, apenas a cien metros, os fuerza a tomar una decisión. A la izquierda queda la Ronda menos visitada, la más tranquila, camino de El Burgo. A la derecha los jardines del Hotel Reina Victoria, donde vivió el poeta Rainer Marie Rilke. Construido en 1906 y reformado en su totalidad en el 2000 es un lujo de hotel, porque cada una de las 89 habitaciones es diferente y se conservan igual que en el siglo pasado.

La calle es comercial, pero aparcar es imposible. Mas en su final existe un aparcamiento, a la derecha, recomendable pero de entrada un poco complicada porque te puedes pasar de largo. Mas es fácil de hallar, está ubicado junto a la Casa de la Cultura. Este aparcamiento subterráneo es de tarifa económica, quizás para compensar que no tiene ascensor. Allí mismo os podéis aprovisionar con un buen libro de Ronda (mapa, costumbres, historias, gastronomía, etc.), previo pago de los cuatro euros correspondientes. Los vale, si no conocéis Ronda comprad una guía.

Al salir solemos tomar hacia la derecha, donde tras cruzar un par de calles residenciales (chalets) se llega al borde del acantilado (unos 120 metros de altura aproximadamente). Se puede bordear toda Ronda pasando de mirador en mirador, bellamente adornados y cuidados. A los pocos metros entramos en el parque de la Alameda, lugar de movidas juveniles y de actos culturales de todo tipo. Cerca de su mirador (llamado «del coño» por las expresiones que se suelen escuchar al asomarse) un parquecito infantil junto a un pequeño zoo que hacen las delicias de los pequeños.

Desde allí se puede llegar, de mirador en mirador, hasta el Parador, junto al famoso Tajo. Lo primero que se cruza es una zona donde escolares de la zona han sembrado árboles que llevan el nombre de quien los cuida, entre jardines muy limpios.

Luego el parque Central, donde los jardines son más espesos y permiten entregarse a la meditación tranquilamente junto al bullicio de la ciudad. Junto a ellos un aparcamiento al aire libre, alrededor de la Plaza de Toros, en la plaza Teniente Arce.

Conociendo Ronda

La PLAZA DE TOROS fue construida en 1785 y presume de ser la más antigua de España. Es de piedra, como antes se construían estos cosos, aunque es redonda (las más antiguas eran cuadradas). El interior, visitable, previo pago, es neoclásico, la fachada principal barroca. Es un atractivo turístico importante, conteniendo algunas tiendas de artesanía interesantes, por su museo y por el morbo de presenciar la arena de 66 metros de diámetro, bajo la cual se inhumó el cuerpo de Pedro Romero.

Este torero fundó en 1831 la Escuela de Tauromaquia de Ronda donde instituyó una serie de reglas para diferenciar el toreo rondeño del toreo actual (seguido por las escuelas de Sevilla y Córdoba). El toreo rondeño, que se puede presenciar en la primera quincena de septiembre, se basa en las «goyescas», mucho más cercanas a los ritos sagrados de la tauromaquia ibera y cretense, en los que se basó el mito del Minotauro. Este torero tiene un monumento en la Alameda, se dice que cuando murió en 1839 había matado más de 5.600 toros.

Alrededor del aparcamiento se hallan una serie de restaurantes, entre los cuales el más conocido es el de Jerez, y algunas tiendas de artesanía. Asimismo una oficina de información, donde siempre han sido muy amables con nosotros.

Algo más allá, siguiendo el borde del precipicio, se pasa por el PARADOR, en un palacete del XVIII. Tiene unas vistas privilegiadas pues sus terrazas miran hacia el afamado Tajo sobre el Guadalevín. Es un lugar especial para sacar buenas fotos.

El PUENTE NUEVO es el centro de Ronda. Tiene tres arcos y cubre una distancia de 70 metros. Conecta las dos Rondas, la moderna por donde vamos caminando y la antigua, con sabor árabe. Fue construido entre 1751 y 1793 por M. de Aldehuela bajo la dirección de J. Díaz Machuca. En uno de los sillares hay grabado un par de números romanos, Díaz Machuca pretendió escribir la fecha de realización y su nombre obviando el trabajo del arquitecto Aldehuela, pero quiso el destino que no pudiese mantener el equilibrio en el andamio y cayese despeñado, quedando el puente sin firmar.

En uno de sus costados, bajo el arco central, se halla una sala con un reja forjada en su acceso que fue tomada prestada del convento de los Dominicos. En ella se cuenta que fue encerrado el famoso bandolero José María el Tempranillo, muy querido por estas tierras. El puente es visitable, en pequeños grupos.

Pero también puede ser observado este tajo desde algunos de los restaurantes de las cercanías, pues sus terrazas se hallan en el propio tajo. Recomiendo tomar un café tranquilamente sentado en una terracita a media altura del puente, pues ofrece vistas imponentes.

En esta plaza central de Ronda, además del Parador se halla la ANTIGUA CASA CONSISTORIAL, cuyos ventanales también dan al Tajo, habitaciones modernas y luminosas y comida regional muy interesante. Lo malo que no admiten animales de compañía.

Y una serie de bares y tiendas de artesanía que completan la oferta turística. Si alguna vez precisáis de la policía municipal siempre hay una pareja en esta plaza. Asimismo hay una oficina de turismo de la Junta de Andalucía que tiene la mala costumbre de vender sus folletos (por imposición de la Junta, que conste).

La calle Espinel

Frente a la Plaza de Toros sale la arteria principal de Ronda, peatonal. A poco de empezar un aparcamiento subterráneo, ideal para quienes vienen de compras. Y a lo largo de esta calle peatonal, ligeramente en pendiente, comercios de todo tipo. Para resumir recomiendo los dulces (la herencia árabe se nota, positivamente, en la repostería) y el calzado. Hay un montón de zapaterías en Ronda y a unos precios delirantes. La que tiene más fama es La Bomba, al inicio de la calle Espinel, pero al final de la misma hay un par de zapaterías donde casi siempre que paseamos por Espinel terminamos entrando. Desde 6€ se puede comprar un par de zapatos, y las botas desde 12€. ¡Increíble, pero cierto!

En la calle Espinel, y calles adyacentes, se puede encontrar de todo pero yo he seleccionado algunas tiendas que tienen fama. Para los dulces el Convento de las Carmelitas Descalzas (Pza. de la Merced, 2), para la guarnicionería Juan Pinte¤o (Plaza de Toros, local C), para el mueble rústico Badillo (Montereja, 13), para la talabartería Rafael Rojas (Armin, 26), para los quesos Quesería Rondeña. (Ctra. Campillos, km 3), para la cerámica María Nieto (Pza. Duquesa Parcent), para la forja Rafael Molina (Comandante Salvador Carrasco, 17).

La calle Espinel acaba en la salida de la población hacia El Burgo. En esta zona se halla la estación de ferrocarril, los supermercados, el hospital y la zona polideportiva, entre otros equipamientos. Precisamente al lado del hospital se halla el Matadero, donde se curan magníficos jamones. Cuando precisamos reponer este alimento nos acercamos aquí porque venden al por mayor y al por menor y tienen unos chorizos envidiables. Jose lleva años acudiendo una vez por trimestre a este Matadero, normalmente los sábado en que aunque está cerrado el guarda le atiende como un viejo cliente.

La Ronda Antigua

La mayor parte de los visitantes aparcan más o menos cerca de la Plaza de Toros y visitan este coso, los miradores y la calle Espinel. Esta ruta te cubre todo el día, de sobra. Pero a veces nos vamos a la otra Ronda, la que se halla al otro lado del Puente, con más años en sus espaldas y mayor tranquilidad.
Si te hallas en el Puente Nuevo, y tienes tiempo, crúzalo. Toma a la derecha y transita por el casco viejo, con sabor musulmán. Pasarás junto a tiendas de artesanía, pequeños hoteles y palacetes de todo tipo.

Si hubieses optado por tomar a la izquierda te hallarás en la calle Santo donde está la CASA DEL REY MORO, llamada así porque se la creía la residencia del rey Abomelic, pero es de 1709. Tras ella se puede bajar, por una larguísima escalera tallada en la roca, a la MINA (edificio militar defensivo).

Pero si has optado por la derecha, la que yo te recomiendo, te hallarás en la calle Tenorio. Tras ella la calle del Beato Diego José de Cádiz donde está la IGLESIA DE LA VIRGEN DE LA PAZ, patrona de la ciudad, donde se combinan multitud de estilos..

Al final de esta calle, en la plaza del mismo nombre, la CASA DEL GIGANTE, palacio árabe del siglo XIV, con un patio típico con aljibe y galería porticada. A su derecha el PALACIO DEL MARQUES DE SALVATIERRA, del siglo XVIII remodelando una casa árabe. Pórtico plateresco y balcón de forja. En su capilla un retablo barroco con una imagen de la Inmaculada.

En tu caminar encontrarás el MUSEO ARQUEOLÓGICO DE RONDA, uno de los mejores según Jose. No por la valía de sus piezas sino porque, dentro de un palacio mudéjar dotado incluso de jardines, recrea cada etapa de la historia humana. Especialmente atractiva es la Sala de la Prehistoria, convertida en una choza, iluminada por un fuego simulado, con figuras humanas a tamaño real y los diversos útiles líticos encontrados en su situación real.

Frente al Museo una coqueta plaza, la de Mondragón, donde puedes encontrar un hermoso ejemplar de pinsapo, ese árbol de otras épocas que sólo sobrevive en las cercanías de Ronda y Grazalema. Yo lo distingo del pino en que tiene los pedúnculos de las hojas al revés, dándole un tono de elegancia. Si venís en coche en esta plaza siempre suele haber aparcamiento, porque es una zona muy tranquila.
De la misma surge una cuesta de bajada, a base de rampas, hacia el fondo del Tajo. Es el camino que los andalusíes usaban para bajar el ganado a pastar y beber y para ir hasta los molinos. Hoy ya no quedan molinos, sólo ruinas de los mismos.

En esta plaza se halla la CASA DE MONDRAGÓN o PALACIO DEL MARQUÉS DE VILLASIERRA. Era la residencia del emir de Ronda, y en ella se aposentaron los Reyes Católicos tras la reconquista. Tiene pasadizos subterráneas que le unen con la alcazaba, hoy en ruinas. Lo distinguiréis por su fachada con torres mudéjares, pórtico renacentista y balcones con forjas de hierro. Es el actual Museo Municipal

Y un poco más allá la Plaza Parcent, el centro antiguo de la ciudad. Además del Consistorio podéis contemplar la CATEDRAL DE SANTA MARÍA LA MAYOR DE LA ENCARNACIÓN, erigida en 1485 sobre una mezquita. Se conserva el minarete como campanario gótico, cuatro cúpulas árabes, los arcos del mirhab, el propio mirhab y algunas piezas de estuco. Es una de las joyas visitables de Ronda. Estilo gótico, con tres naves con columnas sobre las que descansan arcos, la central más alta. Renovada por el terremoto de 1580 en estilo renacentista, los retablos barrocos, el ábside plateresco..

Siguiendo por esta ruta podemos salir de la población por el este. Es la única entrada amurallada de la ciudad, la PUERTA ALMOCABAR, en época medieval la entrada a Ronda. Dos torreones circulares y tres arcos de herradura con ladrillo rojo, bajo la que pasa la circulación rodada. Desde aquí sale una carretera comarcal para Jerez que a veces tomamos de vuelta por atravesar por parajes solitarios y encantadores. Son muy recomendables los bares de extramuros porque suelen acompañar la bebida con algún aperitivo.

La parte baja de Ronda

Ronda

Por si todavía no te has cansado de andar, aún queda un tercio de Ronda que no se parece en nada a los otros dos. Por tener Ronda tantos atractivos es por lo que la visitamos continuamente. No sólo nos hallamos a gusto respirando este aire romántico y serrano, sino que vamos explorando la ciudad por partes.

A la izquierda del Puente Nuevo, a través del Tajo, se pueden contemplar otros dos puentes, a menor altura. El de San Miguel es de origen romano, un arco desde el que se puede descender al río por una escalera. Y el puente Viejo (de la Mina), reconstruido en 1616 sobre cimientos árabes.

Lo malo de esta zona es que para volver hay que andar una empinada pendiente. Pero tiene un sabor auténtico. Aquí se vive al estilo tradicional, al margen del bullicio modernista de los barrios altos. En la FUENTE DE LOS OCHO CAÑOS, de estilo renacentista, nosotros hemos visto beber a acémilas utilizadas para transporte.

Muy cerca de esta fuente, cuya agua es potable por experiencia personal, la IGLESIA DE NUESTRO PADRE JESÚS, fachada gótica, campanario renacentista; el CONVENTO MADRE DE DIOS, con patio renacentista e iglesia barroca, y la POSADA DE LAS ÁNIMAS, actualmente Hogar del Pensionista, en el siglo XVI un mesón en el que se llegó a alojar el propio Cervantes.

Y muy cerca, el ARCO DE FELIPE, de 1742, junto al que se halla el SILLÓN DEL MORO, el lugar que ha generado más leyendas de amor en Ronda.

Volver de la parte baja hacia la entrada de la ciudad es recorrer las MURALLAS, bastante bien conservadas a pesar de haber sido incendiadas por las tropas napoleónicas en 1809. Junto a ellas la IGLESIA DEL ESPÍRITU SANTO, gótica de una nave, con un retablo de madera.

Otros puntos de interés

En la calle Linares, junto al Tajo, se puede visitar el CONVENTO DE LOS DOMINICOS, fundado por los Reyes Católicos, sede de la Inquisición, y la CASA DE LOS GUERREROS DE ESCALANTE, sobre las tumbas de una familia árabe, de vida muy piados.

En la calle Boricas se conserva el campanario, antes minarete, de la IGLESIA DE SAN SEBASTIAN, con ventanas con arcos de herradura.

A orillas del río se halla el HAMMÁN, baños del siglo XIV, de los que se conservan varias habitaciones columnadas unidas por arcos de herradura que sostienen bóvedas de medio cañón.

Gastronomía

Tres son los productos que Ronda enseñó a la cocina andaluza. Los derivados del cerco, el aguardiente y el queso de cabra.

A destacar los dulces, de origen árabe, hoy conventuales, entre el que sobresale el pestiño de almendras.. Entre los platos típicos las migas rondeñas y el guiso de patas de cerdo.

Como podéis comprobar en esta larguísima opinión, Ronda es mucha Ronda. Me he tenido que dejar en el tintero, por razón de espacio, muchos otras de las maravillas que atesora esta ciudad, porque la lista es inagotable. Por ello os recomiendo que os acerquéis, podemos tomarnos un café tranquilamente mirando el Tajo, sintiendo que nos hallamos en la cima del mundo, en Ronda.

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