Mercado de San Miguel

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Era una calurosa tarde de uno de los calurosos veranos de la Villa y Corte de Madrid. Itaca había ido al centro a disfrutar de otra ruta con Carpetania y en ésas estaba cuando Juan Carlos les advirtió al rodear el Mercado de San Miguel que se fijasen en ese lugar, ¡y vaya que si se fijó! Itaca se fijó y anotó mentalmente visitar con calma aquel lugar después de sus vacaciones de verano.

Pasó agosto, y septiembre… y un buen día se dejó caer por allí, echó un vistazo por los puestos y vio que aquello era una alegría de lugar, algo así como un tiovivo de puestos de colores, animado, con muchas alegría, mucha gente y muchos colores, como le gustan a ella estos lugares. Podías encontrar casi de todo en aquel lugar, desde ostras hasta helados, galletas, legumbres, embutidos ibéricos, incluso ostras… Podías ir allí a comprar o simplemente a pasar un buen rato, tapear un poco por las distintas tiendas e imbuirte un poco del espíritu de este bello lugar.

El caso es que la idea de escribir sobre este Mercado ya se iba fraguando en la cabecita de Itaca desde hacía meses. Por fin lo visitó y lo experimentó, tapeando y comprando en él. Lo hizo en dos ocasiones muy seguidas, durante el mes de diciembre. La primera, en pleno puente, fue con su amiga Cris y compraron legumbres (es que son así de raras las chicas) y se tomaron unos cafés y unas galletas estupendas. En esa ocasión encontró incluso una filial de L’Hardy en San Miguel, pero yo me conozco a mi Itaca, y a ella lo que le va son los sitios de toda la vida, por lo que el caldito se lo piensa seguir tomando en L’Hardy original, el de toda la vida.

Luego volvió a ir otro sábado de diciembre, con su marido y su amiga Carmen, que había venido a pasar unos días con ella a Madrid. Allí experimentaron el sabor de mar de las ostras y el clavazo de 5€ por copa que les metieron por tres copas de vino francés para acompañar las ostras. Otra lección aprendida: ostras sí, vinos al menos en aquel stand no. Sé por sus últimos pensamientos que piensa volver varias veces este invierno al mercado de San Miguel para seguir experimentando y descubriendo nuevas cosas dentro de él, pero de momento sólo ha estado tres veces, y dos de ellas con demasiada gente a su alrededor, por lo que intentará repetir en una época no tan llena de gente.

¿Qué es el Mercado de San Miguel

Todavía no os he dicho lo que es el Mercado de San Miguel, aunque es algo así como de qué color es el caballo blanco de Santiago. Salvo que seáis muy tontos, todos sabréis que es un mercado, lógicamente. Pero habrá que contaros algo más sobre este lugar.

El Mercado de San Miguel toma su nombre de la plaza donde se ubica: La Plaza de San Miguel, situada en el centro del Madrid más castizo, a tiro piedra de la Plaza Mayor, la Latina, la Puerta del Sol, la Plaza de la Villa, la Calle Mayor o el Palacio Real (por nombrar algunos de los puntos más interesantes a su alrededor, pero hay muchos otros).

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Lo más destacable de él es la estructura de hierro que posee, hecha a principios del siglo pasado según el modelo de un famoso mercado parisino: Les Halles. Pero en este lugar ha habido mercado casi desde toda la vida, al principio fue al aire libre y luego se construyó el actual edificio del Mercado de San Miguel. La remodelación se ha hecho con mucho gusto y mantiene la estructura original, convirtiéndolo en un mercado de referencia en Madrid junto a otros como el de la Cebada o el de Chamberí.

El Mercado de San Miguel originalmente se inauguró el 13 de mayo de 1916 y tras su última reforma y lo guapísimo que lo han dejado, ha vuelto a abrir sus puertas también un 13 de mayo, el de 2009. Ahora se ha convertido en un mercado tradicional pero con una vena muy chic, similar a lo que hicieran anteriormente con la Boquería.

Los puestos de entonces se han tornado en puestos más chic, con productos más carillos, pero que también tienen un encanto especial. Con ello, pretende darse un lavado de imagen y convertirlo en un bonito lugar de referencia, donde pagar un poco más, pero también disfrutar del ambientillo. Yo no lo sé porque no lo he visto, pero dice Itaca que siempre está hasta la bandera, lo cual es de loar en época de crisis.

¿Dónde está?

Pegadito, pegadito a la Plaza Mayor. Si sales por la actual Calle Ciudad Rodrigo, anteriormente llamada Calle Nueva y donde ponen unos bocatas de calamares majísimos, ya lo podrás ver a mano izquierda, con su estructura de hierro y cristal, lleno de alegría y de color (aviso, no es un circo, o quizá sí, ¿quién sabe?).

Para llegar allí, mejor usar el transporte público, pero el coche nunca jamás se le ocurre meterlo en el centro, pagaría más de parking que si fuese y volviese en taxi, porque hay que ver cómo están los parkings en el centro.

Itaca suele coger el autobús 147, que la deja en Callao y desde allí va callejeando, pasando por Arenal (que por cierto desde la peatonalización la han dejado preciosa) y la Calle Mayor. Pero también se puede ir en metro hasta Sol (líneas 1,2 y 3), que te deja a pocos minutos, o la línea 5 hasta Callao, Latina u Ópera, o la 11 hasta Plaza España. Que además, darse un paseíto por el Madrid más castizo, siempre es plenamente recomendable.

Si cualquier día de éstos os acercáis al centro, podéis aprovechar para ir a verlo. Vale cualquier plan alternativo, desde ir a comerse un bocata de calamares, a un caldito en L’Hardy, ver una exposición en un museo o ir de compras, una obra de teatro o una de cañas y tapas en la Cava Baja, ir a visitar a nuestro amigo el Ratoncito Pérez o un Paseo con Carpetania. Ya que os acercáis hasta el centro, merece la pena echarle un vistazo a San Miguel, ya veréis qué bonito!!!

Horarios

Como podréis imaginaros, no es exactamente un mercado al uso, por lo que sus horarios son bastante más extensos que un mercado normal. Empezamos por el hecho de que abre todos los días del año, ¡absolutamente todos!, y el horario es sumamente amplio. Excepto el día 24 y 31 de diciembre, que cierra a las tres de la tarde, durante el resto del año el horario es el siguiente:

  • Domingo, lunes, martes y miércoles: De 10 a 24 horas ininterrumpidamente.
  • Jueves, viernes y sábados: De 10 a 02 horas ininterrumpidamente.

Desde luego con esos horarios, si no vais será porque no queréis, porque de una manera u otra, alguno se tiene que ajustar a los vuestros, sólo les falta abrir 24 horas.

Mi opinión personal

Sé que lo que menos le gustó a mis amigos es que estuviese tan lleno de gente, pero es que claro, la chica siempre va cuando ruge la marabunta, o lo que es lo mismo, cuando aquello está lleno hasta la bandera. Porque si vas un día en pleno puente de diciembre a la hora de comer, con un montón de gente comprando en el centro y paseando por los puestecillos de la Plaza Mayor, que creo que no se podía ni andar, no sé lo que esperaba la muchacha, encontrarse el sitio vacío para ella.

La otra vez que fue era un sábado por la noche, pues ídem de lienzo alma de cántaro, ¿o es que crees que la crisis ha llegado hasta el punto de encontrártelo vacío? Vamos… Salvando aquella primera vez que ya casi ni recuerda cómo, pasaba por allí… a una hora y un día en los que había gente, pero no tanta. Sé que ahora pretende volver varias veces a San Miguel.

Seguro que lo hará, le esperan tres mesecitos de invierno en los que ya me la veo buscando gangas por la web para ir al teatro, o al cine, o conseguir más libros y seguir leyendo. Porque en su agenda de los tres próximos meses pone prácticamente en todos los días Madrid, así que volverá a lo de siempre: sus lecturas, sus clases de yoga, sus paseos por el centro, los bocatas de calamares, los calditos de L’Hardy (pero el de verdad, que el de San Miguel no le ha hecho gracia), sus paseos con Carpetania, sus croquetas del Casa Julio, sus fritos de bacalao del Casa Labra, sus chocolatitos en San Ginés.

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Sé que de San Miguel le ha gustado su colorido, la inmensa vida, la mezcla de productos, venidos de muchas tierras. Porque Itaca disfruta con las cosas sencillas, desde un cafecito a unas aceitunas, pero si le ponen una tapita de jamón ibérico o un excelente helado italiano, pues como que no les hace ascos a decir verdad. Lo que no le acaba de gustar son las ostras, aunque a su marido le encantan, pero a ella todo lo que esté crudo puagggg…..

Yo que llevo ya tiempo durmiendo con ella, o más bien ella durmiendo conmigo, sé que le encantan los lugares con vida y colorido. Le encantan los mercados a decir verdad, y también los mercadillos. Nunca pierde la oportunidad de fisgar un poquito en los mercadillos, o de comprar productos típicos en los mercados.

Hace poco estuvo en el mercado que ponen de vez en cuando en la plaza de Medina del Campo y se trajo de todo: que si bizcochos, que si queso, que si cecina de León. Por eso no pudo resistir la tentación y a la primera de cambio en San Miguel, ¡zas!, lentejas y garbanzos, aunque fuese caro.

Aunque al marido también lo conozco bien, que duerme un poco más allá en la cama, aunque tiene su propia almohada a la que le contará sus chismes. Dicen que dios los cría y ellos se junta, y yo doy fe, que por lo que sé, ése se vino un día de la Boquería de Barcelona con un pescado fresco, y lo metió en el puente aéreo. Si ya os los digo yo, que éstos dos disfrutan de lo lindo en los mercados, era imposible que no les gustase San Miguel.

Y aunque crean que es algo carillo, que de hecho lo es, ya los veo todo el invierno allí arriba y abajo, y luego cuando llegue el verano, peor aún. Que a la Itaca el dulce no le dice ni fu ni fa, pero los helados ya son otra cosa, y con el calor de Madrid más aún.

Estos dos van a tener Mercado de San Miguel para rato, si lo sabré yo.

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