Museo del Prado

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El Museo del Prado es un imprescindible en tu visita a Madrid, al igual que el paseo del Prado con el que comparte el nombre y puedes descubrir algunos de los grandes secretos de la capital española.

El museo se divide en cuatro plantas (desde la planta subterránea hasta la segunda planta) en las que se puede ver lo siguiente:

  • Planta subterránea: artes decorativas
  • Planta baja: pintura española (1100 – 1910), pintura alemana (1450 – 1550), escultura, pintura flamenca (1430 – 1750), pintura italiana (1300 – 1600) y las exposiciones temporales.
  • Primera planta: pintura española (1550 – 1810), pintura alemana (1750 – 1800), pintura francesa (1600 – 1800), pintura flamenca (1600 – 1700), pintura italiana (1450 – 1800), pintura británica (1750 – 1800), pintura holandesa (1600 – 1695) y las exposiciones temporales.
  • Segunda planta: pintura española (1700 – 1800).

Dirección

Paseo del Prado, s/n
28014 Madrid

Accesos al museo:

  • Puerta de los Jerónimos
  • Puerta de Murillo
  • Puerta de Goya Alta

Horario de El Prado

  • Museo: de martes a domingo: de 6 a 20 horas. 6 de enero, 24 y 31 de diciembre de 9 a 14, todos los lunes, 1 de enero, viernes santo, 1 de mayo y 25 de diciembre cerrado.
  • Cafetería: de martes a domingo de 9 a 19,30
  • Tienda: de martes a domingo: de 9 a 19,30

Precio de las entradas

Tu entrada al Museo del Prado, al mejor precio y sin colas

Toda la colección permanente y las exposiciones temporales:

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  • General: 10 euros
  • Reducida: 5 euros (de martes a sábados de 18 a 20 y domingos de 17 a 20 para todos, familias numerosas, estudiantes de menos de 25 años y extranjeros de fuera de la UE y en los que tengan el carnet joven)
  • Acceso gratuito para diferentes colectivos (aparecen en la página web del museo)

Acceso a la colección permanente:

  • General: 8 euros
  • Reducida: 4 euros (los mismos beneficiarios que los de la tarifa reducida que entran a ver la colección permanente y las temporales).
  • Acceso gratuito – podéis ver los colectivos en la pagina web del museo.

La colección permanente:

  • Pintura española (1100 – 1910): En la planta baja se pueden ver cuadros y murales de pinturas medievales y renacentistas. En la primera planta pueden verse obras del Greco, Ribera, Murillo, Velazquez y otros. En la primera y segunda planta no se pueden ver obras de Goya.
  • Pintura italiana (1300 – 1800): En la planta baja se pueden ver obras de Rafael y de la escuela veneciana. En la primera planta se pueden ver las obras de Tiziano, Caravaggio y Gentileschi.
  • Pintura alemana (1450 – 1800): En la planta baja se pueden ver las obras de Durero, Cranach y Grien. En la segunda planta se pueden ver las obras de Mengs, pintor neoclásico.
  • Pintura británica (1750 – 1800): Se pueden ver retratos de los siglos XVIII y XIX. En la primera planta se pueden ver obras de Gainsborough, Reynolds y Lawrence.
  • Escultura: Se pueden ver esculturas romanas y griegas, que se trajeron al museo en los siglos XVI y XIX. También se pueden ver obras de los Leoni, del siglo XVI.
  • Pintura flamenca (1430 – 1700): En la planta baja se pueden ver obras del siglo XVI (autores: Van der Weyden, Bonts, Memling y El Bosco, entre otros). En la primera planta se pueden ver obras de Rubens, Vand Dyck y Brueghel (siglo XVII).
  • Pintura francesa (1600 – 1800): Se pueden ver obras de Poussin y Claudio de Lorena en la primera planta.
  • Dibujos y estampas: Se pueden ver cerca de 500 dibujos y estampas de Goya y de las 4000 que se guardan en el Museo del Prado.
  • Artes decorativas: Se pueden encontrar en el prado: mesas y consolas de piedras duras (siglos XVI al XVIII), escritorios, cerámicas y pequeñas esculturas. En la planta subterránea se puede ver la colección llamada «Tesoro del Delfin».

Las exposiciones temporales

Dependiendo de la época en la que visites el museo, encontrarás unas exposiciones temporales que van variando con el paso de los meses. Para consultar las que hay ahora mismo, lo mejor es que te informes en la página web del propio Prado.

La ampliación del Museo del Prado

Lo reconozco, yo no daba un duro por la ampliación. Ni medio duro. Miedo me daba ver el proyecto cuando se anunció a bombo y platillo hace unos años, en el que te contaban que el claustro de la Iglesia de Los Jerónimos, una de las de más historia y raigambre de Madrid, en la parte de atrás del museo, iba a ser añadido como parte de éste. Escalofríos me daban. A mí me encantaba el Prado como estaba, aunque siempre he reconocido la necesidad de una ampliación porque hay miles de cuadros que nunca pueden ver la luz, guardados como están en los sótanos por falta de espacio. Pero el tiempo y la realidad acaban poniendo las cosas en su sitio y después de visitar la ampliación el sábado pasado no me queda más remedio que rectificar y reconocer que es genial, maravillosa y sorprendente.

Durante el puente del 1 de Noviembre, la entrada fue gratis y se formaron unas colas de órdago. Pero para que el mayor número de personas pudiese darse una vuelta por el museo, a través de su página web te daban la opción de reservar día y hora para una visita gratuita durante todo el mes de noviembre. En cuanto me enteré entré en ella y saqué un ticket (sólo tenías que imprimírtelo y presentarlo en la puerta) para los cuatro. El pasado sábado era el día indicado y allí nos presentamos tan felices. Para empezar, lo de ir con la entrada ya reservada te evita esperar cola, porque entras directamente por la puerta principal, la de Velázquez, por un acceso que pone «Sólo entradas reservadas». Ni esperas ni nada de nada. Estupendo. Una vez que accedes, entras al hall y ya ves la primera diferencia. Antes podías elegir moverte a derecha o izquierda por los dos grandes pasillos laterales para acceder a las salas, pero ahora has de continuar recto hasta una sala nueva, circular, pintada de un brillante y cálido color rojo y rodeada de esculturas, y desde allí optar por comenzar la visita en el edifico tradicional, el de Villanueva, o seguir adelante para ver el nuevo.

Seguimos adelante, claro, ya habría tiempo de volver al Villanueva un poco más tarde. Para nuestro asombro, a través de dos pasillos paralelos de cristal, llegas al hall del nuevo edificio, enorme, con una cafetería muy grande y la consabida tienda de recuerdos, que antes estaba en el edificio Villanueva, todo ésto a la derecha. A la izquierda, una de las nuevas entradas al museo (con su eterna y larga fila de pacientes visitantes) y de frente unas escaleras mecánicas que salvan la diferencia de altura entre el museo y su parte posterior, que es bastante más alta. Junto a ellas está la entrada del nuevo auditorio, que no estaba abierto, pero que he visto en la tele y es magnífico. Antes de llegar a las escaleras mecánicas,que están al fondo, se abren a la izquierda, pasado el auditorio, las dos primeras salas nuevas de exposiciones temporales que se han abierto. Ahora la exposición es sobre pintura del XIX y os aseguro que resulta casi una obligación visitarla, porque es maravillosa.En la primera sala, la exposición se abre con tres cuadros de Goya: La Marquesa de Santa Cruz, La Duquesa de Abrantes y el retrato de Juan Bautista de Muguiro, amigo de Goya en su exilio de Burdeos. Hay también varios lienzos de José de Madrazo, como el famoso La Muerte de Viriato, que creo que los de mi generación estábamos hartos de ver en los libros de historia, pero que al natural resulta impactante, no tanto por su tamaño, porque es muy, muy grande, sino por el color y la luz que desprende. No voy a contaros todos los cuadros, me voy a quedar con los que realmente me impresionaron. Y eso que tengo un folletito muy explicativo. Os podría soltar una charla de lo más sesuda, pero quizá sea mejor hablar de sensaciones, porque para mí la pintura se mueve más en esa esfera.

Me pareció maravilloso el cuadro de la reina María Cristina de Borbón, última esposa de Fernando VII y madre de Isabel II. Es su retrato de bodas y Vicente López, el autor, hace gala de un virtuosismo que raya en la perfección. Deberíais ver con qué lujo de detalles ha pintado las joyas de la reina, que parece que van a salirse del cuadro. La piel es casi alabastro, de tan blanca, y el gesto de la reina muy natural, con una media sonrisa que parece decir a su futuro esposo algo así como «te vas a enterar, que seré la cuarta, pero yo te sobrevivo, calzonazos». Igualmente precioso y casi con categoría de foto es el retrato de la Condesa de Vilches, una mujer muy guapa que mira a nuestros ojos casi con coquetería. Me quedé un rato largo delante de éste cuadro porque me resultaba fascinante, tan perfecto y tan sugerente.

Más adelante (hay más cuadros, pero no voy a ser pesada y cansina) aparecen ya los que yo estaba como loca por ver, los del autor Eduardo Rosales, un especialista en pintura histórica que ganó muchos premios en su época. Su visión de hechos concretos de nuestra historia quizá sea un tanto romántica, pero no por ello sus cuadros dejan de ser únicos y ya clásicos. Impresionante el juego de luces, color y composición de personajes en «Doña Isabel la Católica dictando su testamento», donde destaca la blancura da las sábanas del lecho de la reina en contraste con las sombras que rodean su cama, a cuyo lado aparece un abatido rey Fernando. Me encanta este cuadro. Podría estarlo mirando durante horas. También podemos ver la «Presentación de don Juan de Austria al emperador Carlos V en Yuste», que rememora el día en que el pequeño «Jeromín», que desconoce por completo que es hijo del César, es llevado a la presencia de su padre, ya enfermo, en el Monasterio de Yuste. Quizá lo que más me emocionó es ver reflejada en el cuadro la estancia en la que se encuentra el Emperador, exactamente igual a la que yo ví cuando estuve allí en Yuste de visita. A pesar de los años transcurridos, está calcada.

Y ya mis dos maravillas de las maravillas. El cuadro de Francisco Pradilla «Doña Juana la Loca», en la que vemos a la pobre reina en una parada realizada en su deambular castellano con el ataúd de su esposo, el impresentable de Felipe, con la mirada extraviada, rodeada de su séquito, tan fiel como cansado. Puede sentirse el frío que acompaña a esta escena, el viento cortante de Castilla que mueve los ropajes y el humo de la hoguera, la resignación de los que acompañan a la reina. Al fondo se aprecia el convento donde hubiesen podido refugiarse y donde la reina se ha negado a entrar por ser femenino y no querer exponer el cuerpo de su esposo a otras mujeres. Quizá mi pasión por éste cuadro se deba también a mi pasión por la figura de la triste reina Doña Juana, a la que todos dieron de lado y arrinconaron para que no molestase, siendo como era una pobre enferma. Y no de amor precisamente, aunque las perrerías de Felipe ayudasen lo suyo. Un día me tengo que animar a contaros su vida, la de verdad, no la que han expuesto en cines o la de la leyenda negra.

La segunda maravilla, para mí, es el cuadro de José Casado del Alisal «La Leyenda del Rey Monje». Como el anterior, de un tamaño considerable. De este cuadro destacaría la luz que rodea la escena, como si hubiese una especie de penumbra o la luz entrase desde muy arriba, creando un ambiente sumamente gris. Es un cuadro sangriento, ya que cuenta una leyenda del siglo XII en la que el rey Ramiro II de Aragón, llamado «el monje» por haber pasado su juventud en un monasterio, manda cortar las cabezas de algunos nobles que se habían rebelado contra él y las coloca en círculo, con la del arzobispo colgada en el centro a modo de badajo, formando una cruel campana para proclamar la debida obediencia al rey. El tratamiento de las telas de los ropajes resulta cuando menos impactante, porque parecen de verdad, no pintadas. Tiene multitud de detalles, por lo que merece la pena quedarse un ratito ante él y fijarse en ellos.

Subiendo por las escaleras mecánicas a la planta primera encontraremos otra sala con cuadros de Sorolla y Berruete, como el inmortal «Niños en la playa» del genial valenciano. También obras pertenecientes a la linea del paisaje realista y de Fortuny y su círculo, así como algunas muestras de pintura realista de finales del XIX. También adornan las salas algunas esculturas de muy buena traza, como un Cristo Yacente de la escuela de Gregorio Fernández, el gran imaginero religioso.

Y en la última planta, un poco más arriba, el claustro famoso de los Jerónimos. Lo han cubierto completamente con una especie de cubo para preservarlo de los elementos, ya que estaba bastante deteriorado. La restauración me parece formidable y la claridad que lo llena todo a través de los paneles que lo rodean, que no son transparentes, sino traslúcidos y blancos, le da un aspecto acogedor en su conjunto. Allí han colocado estatuas realizadas por Leon y Pompeyo Leoni del rey Carlos I, su esposa, la hermosa emperatriz Isabel de Portugal y del hijo de ambos, Felipe II. Son esculturas fieles por completo al original, realizadas con gran técnica y todo lujo de detalles.

Completamente convencidos y enamorados ya de la ampliación, nos bajamos de nuevo al Villanueva, porque mis hijos querían volver a ver Las Meninas y Las Lanzas de Velázquez. Dimos una vueltita más corta por allí, visitando también las salas de la pintura flamenca, pero todo se puso de pronto lleno de grupos organizados, principalmente de japoneses muy emocionados, y decidimos que era momento de irnos.

Como supongo que sabréis, la entrada al Museo del Prado cuesta 6 euros y es gratis para los menores de 18 años. Si tenéis carnet de estudiante, sólo 3 euros. Los lunes cierra SIEMPRE y también el 1 de Enero, el Viernes Santo, el 1 de Mayo y el 25 de Diciembre. Podéis realizar una visita virtual al Museo a través de su página web: no es lo mismo, pero resulta muy interesante.

Los que vengáis por Madrid no dudéis en pasaros a conocer este nuevo espacio. Os aseguro que os va a sorprender y maravillar tanto como a mí .

Mi opinión sobre el Museo del Prado

museo del prado

Este verano he pasado una semanita en Madrid, en las Jornadas Mundiales de la Juventud, convocadas por el Papa. En ellas hemos tenido la oportunidad de visitar varios museos, entre ellos el Museo del Prado y, encima, gratis por la acreditación que llevábamos, que incluía comidas y cenas, alojamiento, transporte y la entrada de casi todos los museos de Madrid.

Fuimos bastante temprano, serían cerca de las 9,30 y al quedarnos a dormir en el colegio salesiano de Atocha fuimos andando, que tardamos mas o menos un cuarto de hora o veinte minutos, a paso bastante rapidillo.

Nos pusimos en la cola, una cola bastante larga y, mientras estábamos esperando, nos mandaron a los asistentes a las Jornadas Mundiales de la Juventud (o peregrinos, como nos llamaban ellos) fuéramos a la Puerta de los jerónimos, que nosotros íbamos a entrar por allí.

Antes de entrar a ver el museo, nos tomamos un te o algo en la cafetería del museo, que resulto ser bastante cara, como suele ser habitual en estos casos. Por un Nestea me cobraron 2,60 euros, cuando si te vas a una cafetería que te puedas encontrar en la calle suele costar 1,80 euros o quizá algo menos, dependiendo de en que cafetería te lo tomes.

Tras tomarnos el refresco o lo que tomásemos cada uno, nos dirigimos a las taquillas donde nos entregaron la entrada y, tras ello, a las consignas a dejar las mochilas que llevábamos ya que con ellas no nos dejaban entrar.

Pasamos allí la mañana entera, paseando y observando todos los cuadros que se mostraban en el museo, de aquí para allá encontrándonos con gente de nuestro grupo pero que no había llegado hasta el museo con nosotros.

Una de las chicas con la que nos encontramos nos contó toda indignada que no les habían dejado ver los cuadros de Goya. Nosotros supusimos que no les dejaron entrar en la sala porque estaría llena y hasta que aquello no se vaciara no dejarían entrar a nadie mas, ya que nosotros nos acercamos a la zona donde estaban los cuadros de Goya, Velazquez y otros autores españoles media hora mas tarde y los pudimos ver sin ningún tipo de problema.

Cuando vimos los cuadros de El Bosco llegamos a la conclusión de que ese hombre o era muy adelantado para su época o no estaba bien de la cabeza, ya que sus cuadros nos parecieron demasiado modernos y demasiado estrafalarios. Seguramente si no supiéramos del autor o no supiéramos que cuadro es o a que época pertenece y nos lo pusieran en una galería de arte contemporáneo seguramente pensaríamos que es un cuadro moderno mas, pero es El Bosco y sus cuadros son del siglo XVI, por lo que imposible estar en una galería de arte contemporáneo.

En uno de los cuadros que estuvimos viendo a un chico de los que iba conmigo se le escapo la mano y casi toca el cuadro. Antes de lo que quisimos darnos cuenta ya teníamos al chico que vigilaba esa sala encima nuestro echándole la bronca como un ogro al muchacho. Entiendo que se le eche la bronca, pero hay formas y formas de echar la bronca y las de este chico no fueron demasiado adecuadas.

Mientras visitaba el museo recordé los tiempos en los que estudiaba Historia del Arte en el instituto y recordé muchas cosas de las que aprendí en esa asignatura en ese tiempo y disfrute aún mas de la visita, porque iba entendiendo lo que veía y sabía mas o menos lo que quería decir lo que estaba viendo.

En algunos de los cuadros, me impresiono mucho los pedazos de marcos que tenían y realmente llegue a pensar que los marcos costaban mucho mas de lo que costaban los lienzos.

Os recomiendo que vayais a verlo si tenéis oportunidad de hacerlo.

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