Museo Thyssen-Bornemisza

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Yo no puedo considerarme un experto en arte, no conozco más que lo básico estudiado en las obligadas clases de colegio e instituto que todos hemos cursado a lo largo de nuestra educación básica. Pero creo que la sensación que se siente al plantarse delante de un cuadro (el verdadero, no el que hemos visto tantas veces en fotos) y apreciar tanta belleza, tanta técnica y tanta dedicación es algo que todo el mundo puede sentir y admirar con que solo se tenga un mínimo de sensibilidad.

Aprovechando las vacaciones estivales, es de agradecer que se tenga más tiempo para no olvidarnos del todo de la cultura y, aunque no tenga nada que ver con lo que uno estudia (como es mi caso), sí que se puede pasar un buen rato aprendiendo o al menos disfrutando de tanta obra de arte junta. Quizá a mi me ocurra porque el arte me gusta mucho aunque solo sea como afición. 

Y como al final me ha dado por ponerme intelectual, pues me he decidido (por fin, anda que no me cuesta ponerme manos a la obra) comentar este museo que visité a principios de verano, antes de irme de vacaciones.

En pleno paseo del Prado de Madrid podemos encontrarnos con una de las colecciones de arte más imprescindibles de arte que podamos conocer, el museo Thyssen, formando un triángulo geográfico y temático con el museo de Prado y el Reina Sofía.

Lo más aconsejable para acceder al neoclásico Palacio de Villahermosa, dentro del cual se encuentra la pinacoteca, es ir en metro hasta la estación Banco de España, y no hacer como yo, que a pesar de que ya había ido una vez hace años, bajé en la RENFE en la estación de Atocha, con lo que tuve que andar, y bastante hasta acceder al museo. También hay muchos autobuses que te dejan más o menos cerca, pero viendo como está el tráfico de Madrid (y ahora con todo en obras la cosa puede estar muy graciosa) sigo recomendando el metro.

Bien, una vez que conseguí llegar me encuentro con una sala principal más que decente, sin ser pomposa ni exagerada en su decoración, con alguna que otra obra y unos tonos apastelados en las paredes que se repetirán luego en todas y cada una de las salas de exposición. La entrada normal cuesta 6 Euros, y la reducida para mayores y estudiantes es de 4, siendo gratis para niños menores de 12 años acompañados.

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Se puede ir entre las 10 y las 19 horas entre el martes y el domingo, pues el lunes está cerrado.

Antes de comenzar la visita es posible solicitar un servicio de audioguía disponible en varios idiomas, pero puede resultar un tanto pesado llevar el enorme aparato electrónico a cuestas toda la visita, así que yo no lo cogí aun a riesgo de no aprender tanto como quisiera de lo que iba a presenciar. En fin, me tocó hacer una visita independiente y a mi aire.

Es un museo extenso, no exactamente porque tenga interminables galerías en las que uno acaba desorientado, sino debido tanto a su variedad de obras que recorren siglos de creación pictórica, como a la generosa cantidad de ellas que podemos hallar en cada una de las salas, las cuales se han ido incrementando en cuadros desde mediados de los 80. Y a partir de 1982 la baronesa se ha dedicado a exponer cuadros de su propia colección privada en otras salas.

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Visita al Museo Thyssen de Madrid

Me gustaría comentar todo lo que hay en cada planta y en cada sala, pero la verdad es que no sabría hacerlo de una forma convincente y acabaría aburriendo a todo el mundo, por lo que prefiero optar por el relato de mi experiencia propia.

La visita comienza desde la planta segunda y va bajando a la primera y a la baja, avanzando así en el tiempo las obras que contemplamos. Así, los cuadros se van sucediendo desde los primitivos italianos hasta el surrealismo más modernista y el pop art, pasando por la pintura veneciana del siglo XVIII, algo de la francesa y española de esta época, impresionismo, pintura norteamericana, pintura holandesa, expresionismo o las vanguardias más experimentales.

En la segunda planta lo primero que vimos fue una virgen con el niño gótico, en que la guía nos dijo que no había comunicación entre madre e hijo. Me fije que la cara del niño parecía la de un hombre. Nos fue explicando los avances técnicos de cada periodo. En casi toda la planta es pintura religiosa, porque en esa época había mucho analfabetismo y era necesario para explicar la Biblia. Nos explico los trípticos que son cuadros para llevar de forma portátil, se podían cerrar. Usualmente el donante, él que pagaba, esta representado en la parte pequeña con sus ropas habituales. Aunque no nos lo dijeron pero en las escenas bíblicas o mitológicas, se ve a los personajes con ropas de la época del pintor.

En la primera planta que es del siglo XVI hasta el XIX, ha triunfado la reforma protestante en algunos países europeos. Se produce una reducción en el tamaño de los cuadros, porque eran para tenerlos los burgueses en sus casas. Se hacen retratos porque no había fotografía y así quedaban para la posteridad. Un claro ejemplo aunque no está aquí es «La Ronda de Nocturna» de Rembrand (está en el Riijmuseum de Ámsterdam); es el retrato de una compañía holandesa que pagaron por posar.

Vimos bodegones y nos explicó la gran dificultad de realización.

Una cosa que me llamo mucho la atención fueron los retratos, principalmente los tres de Goya. Una de las cosas que se notaba era como le caía a Goya él posante. Hay uno de un pintor amigo y del llamado tío Paquete, tienen una expresión su cara normal. Él de Fernando VII tiene cara de botarate porque le caía fatal. Nos explico que normalmente el retrato era poniendo al modelo mejor que lo que era, para eso pagaba.

Una parte muy importante es el impresionismo. Los cuadros impresionistas visto de cerca son manchas de puntura, pero de lejos se ve el paisaje de una manera muy bonita (es uno de los estilos pictóricos que más me gustan). La mayoría están en la colección de la Baronesa que no vimos. En lo que vimos hay un Van Goth, bastante asequible, en su museo en Ámsterdam hay cosas más raras.

Por último lo más moderno que vimos fue Cezzanne y algún post impresionista por lo menos entendibles.

Todo junto constituye un auténtico viaje temporal en el que, en contra de lo que yo pensaba, me fue incrementando el interés mientras iba avanzando, quizá porque la pintura de este siglo es mucho más variada, experimental y polémica que la clásica, la cual todos sabemos que casi siempre ha seguido los mismos patrones orientados al virtuosismo pictórico y a la armonía estructural.

Por otro lado, en cada planta hay unas salas diremos «especiales» en las que se expone la colección privada de Carmen Cervera. Cada sala de estas se identifica por una letra, desde la A a la P, mientras que las otras salas están numeradas desde la 1 a la 48.

He de mencionar en este punto que se necesita mucho tiempo si se quiere ver todo el museo, pues en dos o tres horas es muy difícil pararse a contemplar todas y cada una de las obras, a pesar de que están muy concentradas, hay muchas en cada sala. Yo, por ejemplo, apenas disfruté de la colección privada, y es una lástima no poder verlo todo, así que mejor no entrar con prisas.

En la planta baja, al final de la visita, como en todo este tipo de sitio que se precie, está la tienda-librería de rigor para comprar recuerdos, a un precio que según quien lo mire puede ser alto o bajo.

El museo cuenta también con muchas alternativas en sus visitas, como hacer visitas privadas, ir en grupos (aunque para esto hay horarios especiales), y programas didácticos para formar profesorado, para familias, colegios y hasta voluntarios que colaboren con él.

¿Qué más? Bueno, cosas tan lógicas como que no se puede fumar o hacer fotos son demasiado obvias como para mencionarlas, pero por si las moscas lo dejo avisado. Tampoco es de muy buena educación usar el móvil en las salas de exposición.

Contemplar y deleitarse con cuadros de autores tan conocidos como Manet, Rubens, Renoir, Monet, Picasso o Van Gogh junto con otros menos famosos aunque igualmente interesantes es una experiencia gratificante, un auténtico viaje como ya he dicho en el que puedes evocar tiempos pasados, presentes e incluso futuristas hasta acabar en el más profundo de los subconscientes con los cuadros más modernos.

¿Merece la pena visitar el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid?

Museo Thyssen-Bornemisza

Si el Prado es una visita obligada para todo amante del arte y la cultura, el Thyssen no se queda atrás en absoluto. Si tuviese que ponerle alguna pega sería que quizá con un poco más de separación entre las obras se aprovecharía mejor el deleite de cada una de ellas, pero no es realmente tan importante.

Y llegando ya al final creo que no me dejo nada en el tintero, dejaré en breve colgadas algunas fotos de los cuadros que más me gustaron, además de recomendar la página web del museo, donde, además de explicar todo con detalle, se puede hacer una visita interactiva: www.museothyssen.org

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